Día litúrgico: Lunes XVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando
Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una
barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron
tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió
compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está
deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a
los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué
marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que
cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes
y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y,
partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos
llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres
y niños.
«Levantando los ojos al cielo...»
Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano - (Cervera, Lleida, España)
Hoy, el Evangelio toca nuestros “bolsillos mentales”... Por esto, como en
tiempos de Jesús, pueden aparecer las voces de los prudentes para sopesar si
vale la pena tal asunto. Los discípulos, al ver que se hacía tarde y que no
sabían cómo atender a aquel gentío reunido en torno a Jesús, encuentran una
salida airosa: «Que vayan a los pueblos y se compren comida» (Mt 14,15). Poco se
esperaban que su Maestro y Señor les fuera a romper este razonamiento tan
prudente, diciéndoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
Un dicho popular dice: «Quien deja a Dios fuera de sus cuentas, no sabe
contar». Y es cierto, los discípulos —nosotros tampoco— no sabemos contar,
porque olvidamos frecuentemente el sumando de mayor importancia: Dios mismo
entre nosotros.
Los discípulos realizaron bien las cuentas; contaron con exactitud el
número de panes y de peces, pero al dividirlos mentalmente entre tanta gente,
les salía casi un cero periódico; por eso optaron por el realismo prudente: «No
tenemos aquí más que cinco panes y dos peces» (Mt 14,17). ¡No se percatan de que
tienen a Jesús —verdadero Dios y verdadero hombre— entre ellos!
Parafraseando a san Josemaría, no nos iría mal recordar aquí que: «En las
empresas de apostolado, está bien —es un deber— que consideres tus medios
terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna,
con otro sumando: Dios + 2 + 2...». El optimismo cristiano no se fundamenta en
la ausencia de dificultades, de resistencias y de errores personales, sino en
Dios que nos dice: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo» (Mt 28,20).
Sería bueno que tú y yo, ante las dificultades, antes de dar una sentencia
de muerte a la audacia y al optimismo del espíritu cristiano, contemos con Dios.
Ojalá que podamos decir con san Francisco aquella genial oración: «Allí donde
haya odio que yo ponga amor»; es decir, allí donde no salgan las cuentas, que
cuente con Dios.
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Fuente: evangeli.net
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