viernes, diciembre 12, 2025

Evangelio Diciembre 12, 2025

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Viernes 2 de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,16-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».


«¿Con quién compararé a esta generación?»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench - (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy debiéramos removernos ante el suspiro del Señor: «Con quién compararé a esta generación?» (Mt 11,16). A Jesús le aturde nuestro corazón, demasiadas veces inconformista y desagradecido. Nunca estamos contentos; siempre nos quejamos. Incluso nos atrevemos a acusarle y a echarle la culpa de lo que nos incomoda. 

Pero «la Sabiduría se ha acreditado por sus obras» (Mt 11,19): basta contemplar el misterio de la Navidad. ¿Y nosotros?; ¿cómo es nuestra fe? ¿No será que con esas quejas tratamos de encubrir la ausencia de nuestra respuesta? ¡Buena pregunta para el tiempo de Adviento!

Dios viene al encuentro del hombre, pero el hombre —particularmente el hombre contemporáneo— se esconde de Él. Algunos le tienen miedo, como Herodes. A otros, incluso, les molesta su simple presencia: «Fuera, fuera, crucifícalo» (Jn 19,15). Jesús «es el Dios-que-viene» (Benedicto XVI) y nosotros parecemos "el hombre-que-se-va": «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).

¿Por qué huimos? Por nuestra falta de humildad. San Juan Bautista nos recomendaba "menguarnos". Y la Iglesia nos lo recuerda cada vez que llega el Adviento. Por tanto, hagámonos pequeños para poder entender y acoger al "Pequeño Dios". Él se nos presenta en la humildad de los pañales: ¡nunca antes se había predicado un "Dios-con-pañales"! Ridícula imagen damos a la vista de Dios cuando los hombres pretendemos encubrirnos con excusas y falsas justificaciones. Ya en los albores de la humanidad Adán lanzó las culpas a Eva; Eva a la serpiente y…, habiendo transcurrido los siglos, seguimos igual. 

Pero llega Jesús-Dios: en el frío y la pobreza extrema de Belén no vociferó ni nos reprochó nada. ¡Todo lo contrario!: ya empieza a cargar sobre sus pequeñas espaldas todas nuestras culpas. Entonces, ¿le vamos a tener miedo?; ¿de verdad van a valer nuestras excusas ante ese "Pequeño-Dios"? «La señal de Dios es el Niño: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad» (Benedicto XVI).


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Al ver Dios que el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente de volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vinculárselo con su afecto» (San Pedro Crisólogo)
  • «A la humanidad, que ya no tiene tiempo para Él, Dios le ofrece otro tiempo para volver a encontrar el sentido de la esperanza. Dios nos ama y, precisamente por eso, espera que volvamos a Él, que abramos nuestro corazón a su amor» (Benedicto XVI)
  • «‘Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre’ (Jn 3,13). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la ‘Casa del Padre’ (Jn 14,2), a la vida y a la felicidad de Dios. Solo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 661)

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Fuente: https://evangeli.net

jueves, diciembre 11, 2025

Evangelio Diciembre 11, 2025

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Jueves 2 de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».


«El Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan»

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents

(Terrassa, Barcelona, España)


Hoy, el Evangelio nos habla de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías, aquel que ha venido a preparar los caminos del Señor. También a nosotros nos acompañará desde hoy hasta el día dieciséis, día en el que acaba la primera parte del Adviento.

Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: —¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?

Santa Teresita de Lisieux se refiere también a estas palabras de Jesús diciendo algo que nos puede ayudar en nuestra conversación personal e íntima con Jesús: «Eres tú, ¡oh Pobreza!, mi primer sacrificio, te acompañaré hasta que me muera. Sé que el atleta, una vez en el estadio, se desprende de todo para correr. ¡Saboread, mundanos, vuestra angustia y pena, y los frutos amargos de vuestra vanidad; yo, feliz, obtendré de la pobreza las palmas del triunfo». —Y yo, ¿por qué me quejo enseguida cuando noto que me falta alguna cosa que considero necesaria? ¡Ojalá que en todos los aspectos de mi vida lo viera todo tan claro como la Doctora!

De un modo enigmático Jesús nos dice también hoy: «Juan es Elías (...). El que tenga oídos que oiga» (Mt 11,14-15). ¿Qué quiere decir? Quiere aclararnos que Juan era verdaderamente su precursor, el que llevó a término la misma misión que Elías, conforme a la creencia que existía en aquel entonces de que el profeta Elías tenía que volver antes que el Mesías.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Moisés fue el más grande legislador, y admirables fueron todos los profetas, pero no eran más que Juan. No soy yo quien se atreve a comparar profeta con profeta, sino el que es Señor suyo y nuestro» (San Cirilo de Jerusalén)
  • «Siempre me ha impresionado el encuentro del Señor con Elías. El Señor no estaba en el granizo, ni en la lluvia, ni en la tormenta… El Señor estaba en una brisa suave. Ésta es la música del lenguaje del Señor. Preparándonos para la Navidad, tenemos que escucharla» (Francisco)
  • «San Juan Bautista (…), precediendo a Jesús “con el espíritu y el poder de Elías” (Lc 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 523)

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Fuente: https://evangeli.net

miércoles, diciembre 10, 2025

Evangelio Diciembre 10, 2025

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Miércoles II de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».


«Mi yugo es suave y mi carga ligera»

P. Jacques PHILIPPE - (Cordes sur Ciel, Francia)


Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es, ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede gozar y descansar por amor…

La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso, Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella me complazco» (Sal 119,35).

Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía? Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre. 

No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir en paz, abandonando todo en las manos del Señor…

Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento… ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Tan ligera es la carga de Cristo, que no sólo no oprime, sino que alivia. Conviene que la lleves para sentirte aligerado; si te la quitas de encima te encontrarás oprimido» (San Agustín)
  • «Cuando Dios pone su brazo sobre nuestro hombro, como “su yugo suave”, no se trata de un peso que nos carga, sino del gesto de aceptación lleno de amor. El “yugo” de este brazo no es un peso, sino el regalo del amor que nos sostiene y nos convierte en hijos» (Benedicto XVI)
  • «El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: ‘Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí (...)’ (Mt 11,29)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 459)

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Fuente: https://evangeli.net

martes, diciembre 09, 2025

Evangelio Diciembre 9, 2025

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Martes 2 de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 18,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».


«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»

Fr. Damien LIN Yuanheng - (Singapore, Singapur)


Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.

El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, ¡todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios!

¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «¿Dónde pastoreas, Pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, oveja tuya, escuche tu voz» (San Gregorio de Nisa)
  • «Una persona es consolada cuando siente la misericordia y el perdón del Señor. La alegría de la Iglesia es “dar a luz”, salir de sí misma para dar vida, ir a buscar a las ovejas que están extraviadas» (Francisco)
  • «Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.465)

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Fuente: https://evangeli.net

lunes, diciembre 08, 2025

Evangelio Diciembre 8, 2025

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8 de diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 


Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.


«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»

Rev. D. David COMPTE i Verdaguer - (Manlleu, Barcelona, España)


Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Dios es el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado» (San Anselmo)
  • «El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento. María es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David: de Ella germina el árbol de la redención. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia: Dios salvó y salva a su pueblo» (Benedicto XVI)
  • «Esta resplandeciente santidad del todo singular de la que [María] fue enriquecida desde el primer instante de su concepción, le viene toda entera de Cristo: Ella es redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 492)

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Fuente: https://evangeli.net

domingo, diciembre 07, 2025

Evangelio Diciembre 7, 2025

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Domingo 2 (A) de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 3,1-12): Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 


Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».


«Dad fruto digno de conversión»

Pbro. Walter Hugo PERELLÓ - (Rafaela, Argentina)


Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Si, llamado por Cristo, confesares, se derribarán los muros, se desatarán las cadenas, aunque sea muy fuerte el hedor de la corrupción corporal» (San Ambrosio de Milán)
  • «El Bautista predica la recta fe y las obras buenas, para que la fuerza de la gracia penetre, la luz de la verdad resplandezca, los caminos hacia Dios se enderecen. El precursor de Jesús es como una estrella que precede la salida del Sol, de Cristo» (Benedicto XVI)
  • «San Juan Bautista, ‘profeta del Altísimo’ (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio. Desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser ‘el amigo del esposo’ (Jn 3,29) a quien señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ (Jn 1,29) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 523)

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sábado, diciembre 06, 2025

Evangelio Diciembre 6, 2025


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Sábado 1 de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8): En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». 


Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».


«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»

Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer - (Barcelona, España)


Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.

Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).

El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Para una mies abundante son pocos los trabajadores. Al escuchar esto, no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio quienes se dediquen a anunciarlas. Rogad también por nosotros, para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros» (San Gregorio Magno)
  • «El mundo no es un conjunto de penas y dolores. Toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa. Quien celebre así el Adviento podrá hablar de la Navidad feliz, bienaventurada y llena de gracia» (Benedicto XVI)
  • «Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos confesando: ‘Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre’» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 456)

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Fuente: https://evangeli.net

viernes, diciembre 05, 2025

Evangelio Diciembre 5, 2025

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Viernes 1 de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 9,27-31): Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.


«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM - (Barcelona, España)


Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?

Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).

Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.

Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.

Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando, te buscaré; buscando, te desearé; amando, te hallaré y hallándote, te amaré» (San Anselmo)
  • «Jesús mismo, cuando enseñaba a rezar, decía que se hiciera como un amigo inoportuno. Rezar es un poco como molestar a Dios para que nos escuche. Es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros» (Francisco)
  • «La petición apremiante de los ciegos: ‘¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!’ (Mt 9,27) o ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ (Mc 10,48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: ‘¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!’. Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: ‘Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!’» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.616)

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Fuente: https://evangeli.net