San Felipe Smaldone, Fundador
Junio
4
Fundador de la Congregación de las Hermanas Salesianas
Fundador de la Congregación de las Hermanas Salesianas
La vida de Felipe Smaldone, que se extiende desde 1848 a 1923, estuvo marcada por décadas particularmente densas de tensiones y contrastes en varios campos y sectores de la vida de la sociedad italiana, especialmente en su patria de origen y en la misma Iglesia. Nació en Nápoles el 27 de julio de 1848, el año de los famosos «motines de Nápoles ». Cuando tenía doce años, la monarquía borbónica, a la cual su familia estaba fuertemente unida, fue derrocada, y la Iglesia, con la conquista de Garibaldi, sufrió momentos muy dramáticos, que terminaron en el destierro del cardenal Arzobispo de Nápoles Sisto Riario Sforza.
Ciertamente no se vislumbraba un futuro favorable y prometedor,
especialmente para la juventud, que padecía los « dolores del parto » del nuevo
curso socio-político-religioso. Ahora bien, fue en esa fase de crisis
institucional y social que Felipe tomó la decisión irrevocable de optar por el
sacerdocio y de ponerse para siempre al servicio de la Iglesia, que veía en
dificultad y perseguida.
Mientras aún era estudiante de filosofía y teología, quiso marcar su
carrera eclesiástica con el servicio caritativo, dedicándose a la asistencia de
una cierta categoría de personas marginadas, que, en aquellos tiempos, en
Nápoles, eran particularmente numerosas y se encontraban en un lamentable estado
de abandono: los sordomudos.
Se distinguió más por su actividad caritativa que por sus estudios. Su
escaso rendimiento académico le obstáculo la recepción de las llamadas Órdenes
Menores. Eso provocó que se cambiara de la Arquidiócesis de Nápoles a la de
Rossano Calabro, cuyo Arzobispo, Mons. Pietro Cilento, en consideración de su
bondad y su óptimo espíritu eclesiástico, lo acogió generosamente.
A pesar de ese cambio de diócesis, que duró pocos años, —pues en 1876, con
licencia del nuevo Arzobispo, regresó en Nápoles— continuó sus estudios
eclesiásticos en Nápoles, bajo la guía de uno de los Maestros del célebre Almo
Colegio de Teólogos, mientras proseguía, con inalterada dedicación, su obra de
asistencia a los sordomudos. Mons. Pietro Cilento, que lo estimaba mucho, quiso
ordenarlo subdiácono personalmente en Nápoles el 31 de julio de 1870. El 27 de
marzo de 1871 fue ordenado diácono y, finalmente, el 23 de septiembre de 1871,
habiendo recibido la debida dispensa, pues era menor de 24 años, recibió, en
Nápoles, con indecible gozo, la ordenación sacerdotal.
Apenas ordenado sacerdote inició un ardiente ministerio como asiduo
catequista en las «capillas vespertinas», que, de pequeño, había frecuentado muy
provechosamente; como celoso colaborador en varias parroquias, especialmente en
la de Santa Catalina en el Foro Magno; y visitando asiduamente a los enfermos en
clínicas, hospitales y casas privadas. Su caridad alcanzó el ápice de la
generosidad y heroísmo con ocasión de una terrible peste que azotó Nápoles en
aquellos días. Él mismo fue contagiado y se salvó por intercesión de la Virgen
de Pompeya, cuya devoción lo acompañó por el resto de su vida.
Pero la cura pastoral preponderante de Don Felipe Smaldone era la de los
pobres sordomudos, a los que quiso dedicar todas sus energías con criterios más
idóneos y convenientes de los que veía que aplicaban los responsables de ese
sector educativo. En efecto, le causaba gran pena que los esfuerzos y tentativos
se hacían en la educación y formación humano-cristiana de los sordomudos,
equiparados a paganos, de hecho, quedaban casi siempre frustrados.
En cierto momento, quizás para dar una expresión más directa y concreta a
su sacerdocio, pensó en irse como misionero al extranjero. Pero su confesor, que
lo guió constantemente desde la infancia, lo ayudó a entender que su «misión»
estaba entre los sordomudos de Nápoles. Desde entonces se dedicó completamente
al apostolado a favor sus queridos sordomudos. Dejó la casa paterna y se
estableció con un grupo de sacerdotes y laicos, que querían instituir una
Congregación de Sacerdotes Salesianos, que, de hecho, nunca se realizó. Con el
tiempo adquirió una gran competencia pedagógica en el sector y gradualmente fue
proyectando la realización de una Institución estable e idónea para la atención,
instrucción y asistencia humana y cristiana de los sordomudos.
El 25 de marzo de 1885 fue a Lecce para abrir, junto con Don Lorenzo
Apicella, un Instituto para sordomudos. Llevó algunas «hermanas», que había
estado formando, y echó así las bases de la Congregación de las Hermanas
Salesianas de los Sagrados Corazones, que, bendita y sostenida por los Obispos
de Lecce, Mons. Salvatore Luigi dei Conti di Zola y Mons. Gennaro Trama, tuvo
una expansión rápida y sólida.
El Instituto de Lecce, con secciones femeninas y masculinas, tuvo sedes
cada vez más amplias por el creciente número de asistidos, hasta la adquisición
del célebre ex-convento de las Descalzas, que se convirtió en la sede definitiva
y Casa Madre. A éste siguió, en 1897, el instituto de Bari.
Ya que el corazón compasivo del sacerdote Smaldone no sabía decir que no a
las solicitudes de muchas familias pobres, en un cierto momento empezó a
hospedar, no sólo a las sordomudas, sino también las niñas ciegas, huérfanas y
abandonadas. No olvidaba las necesidades humanas y morales de la juventud.
Abrió, en efecto, muchas casas con escuelas maternas anexas, con talleres de
costura y residencias para las niñas estudiantes, entre las cuales, también una
casa en Roma.
Durante su vida, la Obra y la Congregación, a pesar de las duras pruebas a
las cuales fue sometida desde afuera y desde adentro, se ensancharon y
consolidaron. En Lecce fue furibundamente atacado por una Administración
Municipal laicista y adversa a la Iglesia. Dentro de la Congregación tuvo que
afrontar con amargura una delicada y compleja situación de secesión provocada
por la primera Superiora General, que causó una larga Visita Apostólica. Fue en
estas dolorosas circunstancias que brillaron las virtudes eximias de Smaldone, y
quedó claro que su fundación era voluntada de Dios. En efecto, a veces Dios
purifica con el sufrimiento a sus hijos mejores y las obras nacidas en su
nombre.
Por espacio de cuarenta años aproximadamente, Don Felipe Smaldone estuvo
siempre en la brecha, sin jamás echarse atrás, desvelándose para sustentar
materialmente y educar moralmente a sus queridos sordomudos, hacia los que
dispensaba siempre afecto y atenciones paternales, y para formar en la vida de
perfección, a sus Hermanas Salesianas de los Sagrados Corazones.
En Lecce, además del reconocimiento general de sus méritos como director
del Instituto y fundador de las Hermanas Salesianas, también brillaba por su
intenso y múltiple ministerio sacerdotal. Fue asiduo y estimado confesor de
sacerdotes y seminaristas, confesor y director espiritual de muchas comunidades
religiosas, fundador de la Liga Eucarística de los Sacerdotes Adoradores y de
las Damas Adoradoras, y fue Superior de la Congregación de los Misioneros de San
Francisco de Sales para las misiones populares. Fue condecorado con la Cruz Pro
Ecclesia et Pontifice, formaba parte de los canónigos de la Catedral de Lecce, y
fue distinguido con una Encomienda por parte de las Autoridades civiles.
A la edad de 75 años terminó sus días en Lecce, soportando con admirable
serenidad, una diabetes complicada de disturbios cardiocirculatorios y una
esclerosis generalizada. Murió santamente a las nueve de la noche del 4 de junio
de 1923, después de haber recibido todos los auxilios religiosos y la bendición
del Arzobispo Trama, rodeado por muchos sacerdotes, sus Hermanas y sus queridos
sordomudos.
Fue beatificado por Juan Pablo II el 12 de mayo de 1996 y canonizado por
Benedicto XVI el 15 de octubre de 2006.
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Fuente: Vatican.va
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