Beatas Salomé y Judith de Niederaltaich, Reclusas, Anacoreta Benedictina
Junio 29
Salomé, Virgen y Judith, Viuda
A finales del siglo XI o principios del siglo XII vivieron y fallecieron
dos reclusas que tenían su celdilla adyacente a la iglesia de la famosa abadía
benedictina de Niederaltaich. Eran dos mujeres penitentes, que eligieron ese
tipo de vida en diferentes momentos, una en pos de la otra.
Se llamaban Salomé y
Judith. Y eso es todo lo que de ellas podemos saber con certeza. Y que murieron
enfermas y agotadas. Todo lo demás que se nos cuenta, escrito en el mismo
monasterio, y cuando la devoción popular en torno a las reliquias va aumentando,
es legendario y de sabor épico.
Según la “vita”, la Beata Salomé, a quien a veces se le suele representar
como monja benedictina, era una princesa de origen inglés, que emprendió una
devota peregrinación a Jerusalén, donde visitó los Santos Lugares, el Monte
Carmelo, veneró las reliquias de los santos. Regresó por Marsella, visitó París
y santuarios de otras ciudades. En este viaje tomó la resolución de no regresar
a su palacio, sino dedicarse a servir a Jesucristo como él le indicase. En
Gefährtinen tuvo las primeras tentaciones y sufrimientos, de los que salió
confortada con una visión de Cristo crucificado, que la animaba a consolarle
obviando sus propias penas. Al cruzar el Danubio, el demonio la arrojó al agua y
casi muere, pero fue salvada por milagro. Al llegar a Regensburg, se sintió
enferma y descubrió que había enfermado de lepra. Al poco tiempo quedó ciega y
tuvo que mendigar para sobrevivir.
Icono de "Todos los Santos de Niederaltaich" donde aparecen Judit y Salomé |
En Passau se encontró con una buena mujer que le permitió vivir junto a su
casa, desde donde se dirigía todas las noches a rezar a la iglesia, cuando ya no
había nadie, para que no la echaran por leprosa. Ambas vivían en gran pobreza y
lo compartían todo. El hermano de esta mujer era amigo del abad de
Niederaltaich, y la puso en contacto con este, para que le diera dirección
espiritual. Salomé le pidió por caridad al abad la dejase quedarse por los
alrededores, comiendo de las sobras y oyendo misa desde la puerta. Era tanta su
humildad, devoción y aún caridad con los más desfavorecidos que pululaban por el
monasterio, que los monjes le tomaron afecto y le permitieron tomar el velo de
religiosa y emparedarse en una celdilla con una ventana a la iglesia para seguir
el culto y otra al exterior, para recibir alimento por limosna.
Aquí vivió un tiempo, hasta que un día pasó por el monasterio su tía (prima
o amiga, según las versiones) Judith, igualmente noble, que había enviudado y
perdido sus hijos. Judith había seguido los pasos de su sobrina, camino de
Tierra Santa, esperando hallarla, pero no fue hasta llegar a los dominios de
Niederaltaich, cuando supo de aquella reclusa con fama de santa. Enterada de su
historia, supo que era su sobrina y le pidió, y obtuvo, al abad, emparedarse con
ella en la celdita.
Salomé murió a los 10 años de vida recluida, y fue enterrada en el
monasterio. Judith aún le sobrevivió unos cuantos años más y luego de morir fue
enterrada junto a su sobrina. en un sarcófago de mármol en el que se lee "Judith
y Salomé, rogad a Dios por nosotros". En breve de dejaron sentir los milagros
por medio de las reliquias de las santas mujeres, y comenzó el culto. Todavía
hoy se veneran las reliquias en la abadía de Niederaltaich, a pesar de los
avatares padecidos por el monasterio.
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Fuente: “Baviera Santa. Vida de los santos y beatos del país, para la
instrucción y edificación del pueblo cristiano”. DR. MODESTO JOCHAM. Freising,
1861.
Tomado de: preguntasantoral.blogspot.com.es
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