Santa
Verónica Juliani o Guliani, Religiosa
Julio 9
Julio 9
En
julio de 1727 fue sepultada esta mujer que de pequeña daba muestras de llegar a
ser cualquier otra cosa, menos una santa. Porque su temperamento era sumamente
vivaz y fuerte, y sus bravatas ponían en desorden toda su casa. Pero la gracia
de Dios obró en ella una transformación que nadie se imaginaba iría a
suceder.
Hija
de la prestigiosa familia Julianis, que ocupaba puestos de importancia, nació en
Urbino (Italia), en 1660. De pequeñita era tremendamente inquieta y solamente su
padre le tenía la suficiente paciencia para aguantarle. Era la menor de siete
hermanas, y muy niña quedó huérfana de madre. Su defecto principal era el querer
imponer sus ideas y caprichos a los demás. Y así un día invitó a sus hermanas a
que la acompañaran a rezar el rosario, junto a un altarcito de la Virgen que
ella se había fabricado, y como ellas no quisieron ir, arremetió a patadas
contra las costuras que las otras estaban haciendo y telas y costuras rodaron
por las escaleras abajo.
Un
amiguito suyo quería ir a las fiestas del carnaval y ella tenía temor de que
allá le sucediera algo malo para su alma. Como el otro insistía en asistir, le
puso una trampa por el camino, y el otro se hirió una pierna y ya no pudo
asistir a las tales peligrosas fiestas. Más tarde la joven se dará cuenta de que
en estos casos es mejor proceder por las buenas y no a las
malas.
Ya
desde muy niña sentía una gran compasión por los pobres, y a los seis años
regalaba su merienda a pobres mendigos y dejaba su abrigo de lana a pobrecitos
que tiritaban de frío. Su padre daba suntuosos convites con muchos invitados y
allí se repartían muchísimos dulces y confites. A ella le parecía que eso no era
necesario poque los invitados tenían suficientes dulces en sus casas. Entonces
se iba a escondidas a las mesas y sacaba y sacaba dulces y los echaba entre un
talego, para repartirlos después entre los niños pobres. Sus hermanas se
quedaban después aterradas de que los dulces de las mesas se hubieran acabado
tan pronto.
Después de una de sus bravatas tremendas y
desproporcionadas, le pareció que Nuestro Señor le decía cuando ella estaba
rezando: "Tu corazón no parece de carne sino de acero". Esto la hizo cambiar
totalmente en su trato con los demás.
Tenía
una especialísima devoción a la Virgen Santísima y al Divino Niño Jesús y en su
altarcito les rezaba día por día. Y una tarde, mientras les estaba hablando con
todo fervor, le pareció que ambos le sonreían. Era una verdadera aprobación a
los esfuerzos que ella estaba haciendo por volverse mejor. Desde ese día sintió
un estusiasmo nunca antes tenido, respecto de la
santidad.
A los
11 años descubre que la devoción que la va a llevar al fervor y a la santidad es
la deJesús Crucificado. La de las 5 heridas de Jesús en la cruz. Desde entonces
su meditación contínua es en la Pasión y Muerte de
Jesús.
Entonces have a Dios el voto o juramento de entrar de
religiosa. Pero su padre que desea para ella un matrimonio con algún joven de
alta condición social, le prohíbe entrar de religiosa. Y sucede luego que la
joven a causa de la pena moral, empieza a enflaquecerse y a secarse de manera
tan alarmante, que a su padre no le queda otro camino que permitirle su entrada
al convento. Y así a los 17 años se fue de religiosa
capuchina.
En el
convento se dedicó a cumplir lo más exactamente los deberes de una buena
religiosa, y a meditar en la Pasión y Muerte de Jesús, especialmente en sus
cinco heridas de la cruz y en su corona de espinas.
Y
cuando cumplió los 33 años, en 1693, empezaron a aparecer en su cuerpo las cinco
heridas deJesús: en las manos, en los pies, en el costado y heridas en la cabeza
como de una corona de espinas. Los médicos se esforzaron todo lo que pudieron
para curarle esas heridas, pero por más curaciones que les hicieron, estas no
cicatrizaron.
El
Señor obispo llegó y durante tres días examinó las heridas de las manos y los
pies y de la corona, en presencia de cuatro religiosas, y no pudo encontrar
ninguna explicación natural a este fenómeno. Las heridas se agravaban el Viernes
Santo.
A
pesar de todas sus cualidades místicas, Verónica se dedicaba con gran éxito a
las actividades normales de las religiosas, y así llegó a ser nombrada Maestra
de novicias (y a sus novicias les aconsejaba que leyeran libros fáciles y
sencillos) y más tarde, superiora del convento, y en este cargo se preocupó por
mejorar el edificio y hacerlo más saludable y agradable. Lo que recibía de los
ricos lo regalaba a los pobres. Y llegó hasta a redactar varias recetas de
cocina.
Como
su fama de santidad era muy grande, dos hermanas suyas que eran religiosas
clarisas, le pidieron algún objeto suyo para emplearlo como reliquias. Ella como
en chanza, fabricó una muñequita de trapo, muy parecida a su persona y la vistió
de monjita capuchina, y se la envió. Más tarde, cuando muera, bastará tocar con
esta muñequita algunos enfermos, y se curarán, por la intercesión de la
santa.
Por
orden de su confesor escribió su autobiografía, y por eso sabemos muchos datos
curiosos de su vida.
Al
cumplir sus Bodas de Oro de profesión religiosa, después de haber vivido
cincuenta años como una fervorosa y santa capuchina, sintió que sus fuerzas le
faltaban. Sufrió una apoplejía (o derrame cerebral) y murió el 9 de julio de
1727.
Santa
Verónica, alcánzanos de Dios que también nosotros tengamos una gran devoción a
la Santísima Pasión de Jesús, y que esta devoción nos lleve a la santidad.
Queremos repetir aquellas jaculatorias tan queridas para ti: -Oh Jesús, por tus
cinco heridas, te pido que cures las heridas dejmi alma. Oh Padre Celestial, por
las heridas de Jesús, curad las heridas de nuestro
espíritu.
Amén
Amén
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