Día litúrgico: Sábado V de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 15,18-21): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes
que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no
sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el
mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor.
Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi
Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de
mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado».
Comentario: Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona,
España)
Todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al
que me ha enviado
Hoy, el Evangelio contrapone el mundo con los seguidores de Cristo. El
mundo representa todo aquello de pecado que encontramos en nuestra vida. Una de
las características del seguidor de Jesús es, pues, la lucha contra el mal y el
pecado que se encuentra en el interior de cada hombre y en el mundo. Por esto,
Jesús resucitado es luz, luz que ilumina las tinieblas del mundo. Karol Wojtyla
nos exhortaba a «que esta luz nos haga fuertes y capaces de aceptar y amar la
entera Verdad de Cristo, de amarla más cuanto más la contradice el mundo».
Ni el cristiano, ni la Iglesia pueden seguir las modas o los criterios del
mundo. El criterio único, definitivo e ineludible es Cristo. No es Jesús quien
se ha de adaptar al mundo en el que vivimos; somos nosotros quienes hemos de
transformar nuestras vidas en Jesús. «Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre».
Esto nos ha de hacer pensar. Cuando nuestra sociedad secularizada pide ciertos
cambios o licencias a los cristianos y a la Iglesia, simplemente nos está
pidiendo que nos alejemos de Dios. El cristiano tiene que mantenerse fiel a
Cristo y a su mensaje. Dice san Ireneo: «Dios no tiene necesidad de nada; pero
el hombre tiene necesidad de estar en comunión con Dios. Y la gloria del hombre
está en perseverar y mantenerse en el servicio de Dios».
Esta fidelidad puede traer muchas veces la persecución: «Si a mí me han
perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). No hemos de tener
miedo de la persecución; más bien hemos de temer no buscar con suficiente deseo
cumplir la voluntad del Señor. ¡Seamos valientes y proclamemos sin miedo a
Cristo resucitado, luz y alegría de los cristianos! ¡Dejemos que el Espíritu
Santo nos transforme para ser capaces de comunicar esto al mundo!
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Fuente: evangeli.net
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