Diciembre 12
Patrono de Kempten
Etimológicamente significa “favorecedor de los hombres”. Viene de la lengua griega.
Con un corazón sencillo, casi como el alma de un niño, feliz quien dice a Cristo: tú el Resucitado, ves quién soy. Necesito no ocultarte nada de mi corazón.
Todo creyente auténtico actúa y vive de este modo. Alejandro y su amigo Epímaco fueron una palpable realidad de las palabras que acabas de leer o meditar.
Eran cristianos de Alejandría. Fueron arrestados y procesados a causa de su fe en tiempos de las terribles persecuciones de Decio, en el año 250.
Según la “Pasión” o teatro escrito en su honor, los dos se comportaron con valentía ante la pregunta que les hicieron: ¿Renunciáis de Cristo y adoráis a los dioses romanos?
Me imagino que no le vendrían dudas a la mente ni les faltaría decisión sus corazones.
Efectivamente, ante su negativa a adorar dioses falsos, los arrojaron a una fosa de cal viva. De esta manera entregaron su vida por amor a Cristo y en defensa de su fe.
Según el célebre escritor Eusebio de Cesarea, su muerte debió tener lugar el 12 de diciembre.
Las reliquias de su amigo las trajeron pronto a Roma.
Siglos más tarde, sus figuras aparecieron de nuevo, debido en gran parte, al papel que jugó en este asunto desempeño la reina Hildegarda, esposa de Carlomagno.
Fue ella la que logró que sus reliquias se llevasen a la abadía de Kempten, Alemania, de cuya ciudad siguen siendo los patronos.
Sus restos se encuentran hoy en la basílica de san Juan de Letrán.
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Autor: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
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