†: c. 480 -
Turquía
canonización: pre-congregación
canonización: pre-congregación
En Constantinopla, san Marcelo, abad del monasterio de los
«Akoimetoi» en el Bósforo, donde día y noche, sin parar, se cantaban
salmos.
refieren a este santo: San Juan Calibita
refieren a este santo: San Juan Calibita
Los «Akoimetoi» (incansables) se distinguen de los otros monjes
orientales tan sólo por la regla que los dividía en varios coros que,
sucesivamente, cantaban el oficio divino de día y de noche, sin interrupción. De
ahí proviene el nombre con el que se les conocía. El monasterio fue fundado y la
orden instituida por san Alejandro, un monje sirio que se estableció en Gomon, a
orillas del Mar Negro. Juan, el sucesor de Alejandro, trasladó la comunidad a un
monasterio que construyó en Eirenaión, un sitio placentero a orillas del
Bósforo, frente a la costa donde se encuentra Constantinopla. San Marcelo, que
fue elegido abad de aquella casa en tercer lugar, levantó su reputación a los
más altos niveles y él mismo fue el más distinguido de los monjes
«Akoimetoi».
Marcelo nació en la ciudad siria de Apamea y, a la muerte de sus
padres, quedó como heredero de una gran fortuna. No obstante su riqueza,
concibió un profundo desagrado por todo lo que el mundo podía ofrecerle, partió
a Antioquía y se consagró por entero a los estudios sagrados. Más tarde se
estableció en Éfeso, donde se puso bajo la dirección de un varón justo, siervo
de Dios, en cuya compañía dedicaba todas las horas del día a la oración y a la
copia de libros sagrados. La reputación de la vida de soledad y austeridad de
los monjes «Akoimetoi», atrajo a Marcelo quien ingresó en la comunidad e hizo
tantos progresos, que el abad Juan, al ser elegido, le tomó como ayudante y
consejero y, en consecuencia, a la muerte de Juan, Marcelo fue elegido
abad.
Al decrecer la oposición del emperador Teodosio II y algunas de las
autoridades eclesiásticas, el monasterio floreció extraordinariamente bajo su
prudente y virtuosa administración. Varias veces se encontró en apuros para
hacer las ampliaciones necesarias en los edificios de su monasterio, pero
siempre fue abundantemente provisto de los medios para hacerlo, por parte de un
hombre riquísimo que acabó por tomar los hábitos junto con sus hijos. El propio
san Marcelo, al hacerse monje, insistió en desprenderse hasta del último centavo
de su cuantiosa fortuna y, en consecuencia, era muy estricto en cuanto a la
observancia de la pobreza y no toleraba que sus monjes hiciesen acopio de bienes
e inversiones de dinero de ninguna especie. Solía decir que ya era un exceso
almacenar alimentos para diez días. Los «Akoimetoi» habían despreciado hasta
entonces todo trabajo manual, pero el abad Marcelo insistió para que todos
trabajaran, les gustase o no. La comunidad contaba con trescientos miembros, y
desde todos los puntos del Oriente llegaban a manos de san Marcelo las
solicitudes para el envío de abades a fundar monasterios en lugares distantes, o
grupos de monjes para formar los núcleos de nuevos establecimientos. Entre
éstos, el más famoso fue el monasterio de Constantinopla, fundado en 463 por un
antiguo cónsul llamado Studius, con algunos monjes «Akoimetoi».
Entre las actividades de aquellos monjes figuraba, principalmente,
el trabajo apostólico que pudiesen realizar desde sus respectivos monasterios;
por cierto que san Marcelo fue una personalidad muy destacada en la predicación
del Evangelio y el impulso a todos los movimientos en contra de las herejías que
se iniciaron en Constantinopla en su tiempo. Fue uno de los veintitrés
archimandritas que suscribieron la condenación de Eutiquio, en el sínodo
convocado por san Flaviano en 448, y también participó en el Concilio de
Calcedonia. Cuando el emperador León I propuso elevar a Patricio, el cónsul
good, a la dignidad de «César», Marcelo protestó de que se pretendiese dar tanto
poder a un arriano y vaticinó acertadamente la próxima ruina de la familia de
Patricio. En el año 465, se produjo un gran incendio en Constantinopla y ocho de
los dieciséis distritos de la ciudad quedaron destruidos. Era tanta la
reputación de san Marcelo, que la población atribuyó a su intercesión que no
hubiesen quedado en ruinas los otros ocho barrios. El santo gobernó su
monasterio durante unos cuarenta y cinco años y murió el 29 de Diciembre del año
485.
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Nuestras informaciones proceden de una detallada biografía escrita
en griego, atribuida a Metafrasto, y que se imprimió en Migne, PG., vol. CXVI,
pp. 705-745. Véase también el Synax. Const. (ed. Delehaye), cc. 353-354; a
Pargoire en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. I, cc.
315-318 y el Echos d'Orient, vol. II, pp. 305-308 y 365-372; y la Revue des
questions historiques, enero de 1899, pp. 69-79.
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