Beato Pier Giorgio Frassati, Laico
Julio 4
“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener
una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir
tirando...”
Martirologio Romano: En Turín, ciudad de Italia, beato Pedro Jorge
Frassati, joven militante en varias asociaciones de seglares católicos y gran
deportista, que se entregó alegremente y con todas sus fuerzas a las obras de
caridad en favor de pobres y enfermos, hasta que, atacado por una parálisis
fulminante, descansó en el Señor. (1901-1925).
“Cada
día comprendo mejor la gracia de ser católico. Vivir sin fe, sin un patrimonio
que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir
tirando... Incluso a través de cada desilusión tenemos que recordar que somos
los únicos que poseemos la verdad”.
Quizá
sean pocos los que se atrevan a escribir hoy día, con grandes letras, el párrafo
anterior. Escribirlo no sólo con las palabras, sino, sobre todo, con la vida.
Como lo hizo un joven decidido e intrépido que se llamaba Pier Giorgio
Frassati.
Pier
Giorgio había nacido el 6 de abril de 1901 de una rica familia de Turín. Su
padre, Alfredo, era el fundador del periódico La Stampa, en el que se divulgaban
ideas liberales, no ciertamente favorables a la Iglesia. Alfredo llegó a ser
embajador de Italia ante Alemania, lo cual permitió a la familia el vivir y
establecer amistades en el mundo alemán.
Pier
Giorgio recibió en casa una educación correcta, pero sin una fe vivida. Al
iniciar la adolescencia sintió una fuerte necesidad de zambullirse en el
Evangelio, de ser un cristiano al cien por ciento. Por eso fue miembro de un
gran número de asociaciones católicas: tenía un gran anhelo de conocer más su
fe, de crecer en la vida de oración, de vivir en un sincero compromiso por los
demás, sea en la asistencia social, sea en el enseñar y dar testimonio de sus
convicciones cristianas.
Cuando llega a la Universidad, percibe un ambiente
hostil contra todo lo que huela a católico. Pier Giorgio no duda en promover
actividades espirituales entre los universitarios. A veces a riesgo de más de
algún choque violento con grupos intolerantes (esos que presumían de
“liberales”, de “libertadores comunistas”, o de “patriotas” en las filas del
fascismo).
En el
panel de anuncios de la universidad de Turín pone un día, entre las muchas hojas
y folletos que hablan de fiestas y diversiones, un cartel para invitar a los
estudiantes a la adoración nocturna. Los “anticlericales” deciden intervenir
para arrancar la “provocación” de Pier Giorgio. Al llegar, se encuentran allí
delante al joven, que defiende enérgicamente su derecho a expresar las propias
convicciones. Al final el panel queda completamente destruido, y el anuncio de
Pier Giorgio acaba hecho pedazos...
Además del trabajo con los jóvenes universitarios, Pier
Giorgio quiere dedicarse a los más necesitados, a los pobres, a los enfermos.
Encuentra también tiempo para acompañar a un sacerdote dominico que da
catequesis a los niños de un barrio obrero para defenderle ante los insultos y
agresiones de algunos comunistas amenazadores, y no pocas veces se llega a los
golpes...
Cuando el fascismo llega a su apogeo, Pier Giorgio
intuye el carácter anticatólico (y antihumano) de la nueva ideología, y no duda
en enfrentarse con los nuevos enemigos. Se irrita especialmente cuando ve cómo
algunos católicos muestran su simpatía hacia los fascistas. Su fama de enemigo
del nuevo poder llega a ser conocida. Hasta tal punto, que un domingo, cuando
Pier Giorgio come en casa con su madre, un escuadrón de fascistas entra para
destrozarlo todo. Nuestro joven aparece en el vestíbulo de ingreso, arranca un
bastón a uno de los agresores y, con el bastón en mano, pone en fuga a los
fascistas.
Es
una vida apasionante: compromiso social, compromiso político, compromiso
militante en numerosas organizaciones católicas, especialmente en los grupos de
universitarios católicos. Compromiso, como dijimos, entre los más
necesitados.
A
muchos impresiona ver al hijo de los Frassati por las calles con un carro con
los bártulos de gente pobre que busca una casa, o mientras visita a los hijos de
los obreros para darles catequesis. En su familia lo tienen por loco. Casi
siempre llega tarde, muchas veces sin dinero. No duda en prescindir del tranvía
para dar lo ahorrado a quien pueda necesitar una
limosna.
Un
día invita a uno de sus amigos a un mayor compromiso de caridad, a visitar y
atender a los pobres. El amigo le dice que tiene miedo, que no se atreve a
entrar en casas miserables, donde todo es suciedad, donde las enfermedades
contagiosas dominan por doquier. Pier Giorgio le responde con sencillez y
convicción: visitar a los pobres es ¡visitar a Jesús!
Entre
los pobres la providencia tenía prevista la llegada de la hora definitiva. Un
día de finales de junio de 1925, el peligro se have realidad. Pier Giorgio
contrae, después de una de sus visitas, una poliomielitis
fulminante.
Empieza a sentir fuertes dolores de cabeza y pierde el
apetito. En su casa, sin embargo, no le hacen mucho caso, pues apenas tiene 24
años y es un joven robusto. Además, la abuela se encuentra muy grave, y todos
están volcados sobre ella.
Pier
Giorgio siente cómo el mal va avanzando, sin que se le atienda debidamente. Sólo
cuando ya se encuentra en una situación dramática, sus padres se dan cuenta y
reaccionan. Demasiado tarde. Desesperados, piden un suero especial al instituto
Pasteur de París, pero ya no queda nada por hacer.
Con
la humildad y el desapego con el cual había vivido se enfrentaba ahora, en plena
juventud, a la muerte. O, mejor, al encuentro con aquel Jesús que tanto había
amado, por el cual había luchado en la universidad y en la calle, entre los
pobres o entre jóvenes de clase media poco activos en su
fe.
Por
eso no resultó extraño su último gesto. Pidió a su hermana Luciana que tomase de
su habitación una caja con inyecciones, y escribió encima de ella la dirección
de la persona a la cual había que llevar la medicina.
La
muerte llega el 4 de julio de 1925. Los funerales se tienen dos días después.
Son una explosión de cariño y afecto hacia un joven que había vivido para los
demás. Son también el momento en el cual los padres de Pier Giorgio descubren
realmente quién era su hijo, cuánta gente lo quería, lo mucho que había hecho,
sencillamente, sin aspavientos, en las largas horas que pasaba fuera de
casa.
“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin
mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando...”. La vida de
Pier Giorgio fue, realmente, vida. Porque amó su fe, y porque su fe le llevó a
amar y a servir a Jesús en sus hermanos.
Pier
Giorgio Frassati fue declarado beato por Juan Pablo II el 20 de mayo de 1990.
Sobre su personalidad, Benedicto XVI comentaba:
"Joven como vosotros, vivió con gran compromiso su
formación cristiana y dio su testimonio de fe, sencillo y eficaz. Fue un
muchacho fascinado por la belleza del Evangelio de las Bienaventuranzas, que
experimentó toda la alegría de ser amigo de Cristo, de seguirle, de sentirse de
manera viva parte de la Iglesia" (a los jóvenes, Turín 2 de mayo de
2010).
(Esta
breve biografía se inspira en un trabajo de Antonio Sicari, Retratos de santos,
vol. 2, Editorial Encuentro, Madrid 1996).
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Autor: P. Fernando Pascual | Fuente:
Catholic.net
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