miércoles, julio 17, 2013

Evangelio Julio 17, 2013

Nadie conoce al Padre sino el Hijo
Mateo 11, 25-27.
Tiempo Ordinario.
Cristo va sólo a los humildes, porque sólo estos se pueden llenar de Él, están vacíos de sí y llenos de Dios.
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-27

En esa oportunidad, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Oración introductoria
Gracias, Señor, Padre bueno. Que aprenda a agradecer mis malestares, mis dificultades económicas, físicas, familiares, etc. Ppara así poder cargar con la cruz, hecha a mi medida, que Dios me ha regalado.

Petición
Humildad, Señor, humildad, para así poderte ver mejor.

Meditación del Papa
La relación con el Señor es la que dona luz al resto de todas nuestras relaciones. Esta comunión de vida con Dios, uno y trino, es posible porque por medio del Bautismo hemos sido injertados en Cristo, hemos comenzado a ser una sola cosa con él. Sólo en Cristo, en efecto, podemos dialogar con Dios Padre como hijos, de lo contrario no es posible, pero en comunión con el Hijo podemos incluso decir nosotros como dijo él: "Abbá". En comunión con Cristo podemos conocer a Dios como verdadero Padre. Por esto, la oración cristiana consiste en mirar constantemente y de manera siempre nueva a Cristo, hablar con él, estar en silencio con él, escucharlo, obrar y sufrir con él. El cristiano redescubre su verdadera identidad en Cristo, "primogénito de toda criatura", en quien residen todas las cosas. Al identificarme con él, al ser una cosa sola con él, redescubro mi identidad personal, la de hijo auténtico que mira a Dios como a un Padre lleno de amor. No olvidemos que a Cristo lo descubrimos, lo conocemos como Persona viva, en la Iglesia. La Iglesia es "su Cuerpo". (Benedicto XVI, 3 de octubre de 2012).

Reflexión
En el Evangelio de ayer, veíamos a un Cristo que reprende, no por el simple hecho de disfrutar corrigiendo; sino por amor. Me gustaría traer a colación, un dicho castellano: "quien bien te quiere te hará llorar". Así es Cristo, este gran personaje histórico que, a pesar de ya haber pasado lustros, sigue vivo en nuestro corazón.

Pero bien, ¿qué nos dice el Evangelio de hoy? Vemos que lo primero que hace Cristo, es agradecer al Padre. ¿Por qué tengo que estar cargando siempre una cruz, a la que a veces le da por jugar al escondite? ¡Ojala fuese más a menudo! Él nos la da, porque sabe que nuestra salvación radica en la imitación de su Hijo, que muere por la remisión de nuestros pecados, en cada elevación de la Sagrada Forma y de Su Santa Sangre. ¡Estamos llamados a ser como Cristo! Esta oportunidad se me presenta cada dos por tres.

No me gustaría acabar, sin antes mencionar a nuestra Madre, María. Lo más seguro, es que Ella oía en su morada de oración, las andanzas apostólicas de Su Hijo, que luego pasaron a ser muy cercanas en el camino hacia la cruz. Cristo va sólo a los humildes, porque sólo estos; -y de ello, son un gran ejemplo los santos y santas de Dios;- se pueden llenar de Él. ¿Por qué? Pues, porque están vacíos de sí y llenos de Dios.

Estamos llamados a ser como Cristo. Ésta oportunidad se me presenta cada dos por tres a cada momento. Si no cargamos y consolamos a la Iglesia doliente, ¿Quién lo hará por nosotros? Más aún, no sólo hay que consolar, sino construir día a día un ambiente de paz, de amor, de comprensión y de perdón en una sociedad sedienta de sentido, sedienta de Dios. Para que el Señor pueda revelarse al mundo, necesita que nosotros seamos sencillos y humildes para cumplir su Voluntad. Humildad que no es servilismo, pues la humildad viene siempre acompañada de justicia, paz y verdad. A nosotros nos toca ser las manos y el rostro de Cristo. ¡Qué responsabilidad tan grande! Ser miembros de Cristo es aprender a vivir como él, dar testimonio de una vida recta como la de Él, y ¿por qué no? llegar a dar la vida por Él, como Jesús la dio por cada uno de nosotros.

Propósito
Que aproveche toda ocasión para hablar de Ti, Señor, y así compartir lo que Tú me has dado.

Diálogo con Cristo
Tú sabes, Señor, que muchas veces no te agradezco lo que Tú me das. Tengo que aprender a agradecer la mano providente que me sostiene día y noche y me lo da todo. ¡Sin Ti no soy nada! Que me acostumbre a ver todo como gracia tuya.

¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo» "Abran sus puertas a Cristo." (Benedicto XVI, al inicio de su Pontificado).
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Autor: Pablo Lorenzo-Penalva | Fuente: Catholic.net

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