San Juan el Ibérico,
Abad
Julio 12
Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea.
Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea.
En la antigüedad, la Iglesia de Georgia (llamada
entonces la Iberia de Cólquide), se distinguió por el florecimiento de la vida
monástica, no sólo en la misma Georgia, sino también en Siria, en Palestina, en
Sinaí, en Bitinia, en Grecia y en las islas circundantes. Cuando San Atanasio el
Atónita organizaba la vida religiosa, San Juan el Ibérico y su hijo San Eutimio
fundaron ahí el monasterio de Ivirón. Felizmente, el monje Jorge, que fue casi
contemporáneo de los dos santos, nos dejó un relato de los
hechos.
Juan, que pertenecía a una noble familia ibérica, se
distinguía por su simpatía, su valor en los combates, su inteligencia y su
pureza de vida. En la alborada de la Edad Media, el futuro santo abandonó a su
mujer y a su familia, renunció a su fortuna, a su cargo en el gobierno y se
retiró a un monasterio del Monte Olimpo, en Bitinia. Sin embargo, tuvo que ir a
la corte de Constantinopla, pues su hijo Eutimio y otros nobles de Georgia
habían sido entregados como rehenes al emperador. Juan consiguió rescatar a su
hijo, quien se retiró con él al Monte Olimpo. Pero al poco tiempo, ambos santos,
cuya fama se había extendido mucho, se refugiaron en la "laura" de San Atanasio
en la "Santa Montaña" de Athos. San Juan ejerció durante dos años el oficio de
cocinero. Su cuñado, Juan Tornikios, renunciando a una brillante carrera
militar, fue a reunírsele ahí. Los tres compatriotas obtuvieron entonces
licencia de construir sus propias celdas y una capilla para ellos. El año 980,
dado que los religiosos ibéricos del Monte Athos se habían multiplicado, quedó
decidido que formasen una comunidad aparte. La construcción del nuevo monasterio
se pagó en gran parte con el botín que Juan Tornikios había conquistado en su
última campaña.
A la muerte de éste, San Juan decidió retirarse a España
con su hijo y algunos discípulos predilectos. El santo nunca había sido
partidario de la idea de que los ibéricos formasen una comunidad aparte; y, una
vez muerto su amigo Tornikios, con quien hasta entonces había compartido las
dificultades de la fundación, la carga le resultó demasiado pesada. Cuando los
peregrinos se hallaban ya en Abidos, el prefecto se enteró de su huida, y los
fugitivos recibieron la orden de presentarse en Constantinopla. Los emperadores
Basilio II y Constantino VIII dijeron a San Juan: "Santo padre, nosotros hemos
dado abundantes muestras del afecto y la estima que te profesamos. ¿Por qué,
pues, huyes de nosotros y emigras a un país extranjero?" El santo replicó:
"Religiosísimos y muy poderosos emperadores, yo no soy más que un pobre laico y
me encuentro muy mal en este mundo saturado de
maldad.
Por eso, deseo retirarme a un país remoto en el que
pueda consagrarme a trabajar por la salvación de mi alma. Ahí podré vivir
pobremente y librarme de la multitud de preocupaciones y de visitantes que me
empezaron a asediar desde que mi cuñado llegó al Monte Athos." A pesar de todo,
los emperadores lograron persuadirle a que volviese al Monte Athos y siguiese
gobernando el monasterio de
Ivirón.
San Juan pasó en el lecho los últimos años de su vida, a
causa de la gota y de su estado de debilidad general. Cuando se sintió ya sin
fuerzas, entregó la dirección del monasterio a su hijo. Pero, mientras vivió su
padre, Eutimio no hacía absolutamente nada sin consultarle. En su lecho de
muerte, San Juan exhortó a sus hermanos: "No permitáis que nadie os aparte de la
santidad y el amor de Dios, es decir, de la humilde obediencia y de la caridad
que debe reinar entre vosotros. Así os salvaréis de esta vida mortal y ganaréis
la vida eterna por el amor que Cristo vino a traer al
mundo.
Que el Dios de misericordia se apiade de vosotros y os
conduzca por el camino de sus divinas enseñanzas y de su santa voluntad, por la
intercesión de su Santísima Madre y de todos los santos. Amén. Acoged siempre
con los brazos abiertos a los huéspedes y compartid con ellos, en cuanto sea
posible, todo lo que Dios os ha concedido por su bondad... Celebrad todos los
años la memoria de nuestro padre espiritual Atanasio. Pedid por mí, hijos y
hermanos míos, y no me olvidéis..." En seguida pidió la bendición a su hijo
Eutimio y entregó apaciblemente su alma a Dios. Su biógrafo escribe: "En verdad,
nuestro padre Juan fue un hombre amado de Dios y digno de toda
veneración.
Como Abraham, abandonó su país para vivir en la pobreza
en el exilio. Se puso totalmente en manos de sus padres espirituales y Dios le
hizo tan grande como los hombres en cuyas manos se había puesto." Y, hablando
del monasterio que San Juan ayudó a fundar tan contra su voluntad, el biógrafo
añade: "Admirad esa famosa "laura", esa construcción magnífica y primorosamente
decorada. Estos santos varones la erigieron con gran trabajo e infatigable
laboriosidad para que sirviese de refugio a muchas almas. Construyeron iglesias
de celestial belleza y las enriquecieron con libros e imágenes. Dotaron el
monasterio de tierras, fincas, dependencias y celdas e hicieron lo necesario
para que el culto fuese dignamente
celebrado.
Obtuvieron de los más piadosos emperadores protección y
privilegios y reunieron en el monasterio a un ejército de monjes de vida
angélica, cuyas traducciones de los sagrados textos son el ornato de nuestro
país y la flor de nuestro idioma." San Eutimio se distinguió precisamente en
este tipo de trabajo, ya que tradujo más de cincuenta obras religiosas del
griego al ibérico.
La liberalidad de San Juan se extendió a León el Romano,
quien fundó en el Monte Athos un monasterio benedictino. Fue ése el primero y
único monasterio latino del gran centro monástico bizantino, pero se le suprimió
desde have muchos siglos. El monasterio de Ivirón existe todavía, aunque ya no
pertenece a los georgianos sino a los
griegos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario