San
Laureano de Sevilla, Arzobispo y Mártir
Julio
4
Martirologio Romano: En el pueblo de Vatan cerca de Bourges en Aquitania, en Francia, san Lauriano, mártir. c. 544.
Etimológicamente significa “ laureado, coronado”. Viene de la lengua griega.
Martirologio Romano: En el pueblo de Vatan cerca de Bourges en Aquitania, en Francia, san Lauriano, mártir. c. 544.
Etimológicamente significa “ laureado, coronado”. Viene de la lengua griega.
El
portentoso san Laureano, arzobispo de Sevilla y glorioso mártir de Cristo, nació
de padres nobles en la provincia de Pannonia que ahora llamamos
Hungría.
Dejó
su patria siendo de poca edad, y fue a Milán donde por misericordia del Señor se
hizo cristiano, recibiendo el bautismo de manos del obispo Eustorgio II, y
ordenándose de diácono a la edad de treinta y cinco
años.
Pasó
después a España, guiado por la Providencia, para resistir con su predicación y
doctrina a los herejes arrianos que eran muy poderosos y señores de la nación, y
perseguían a los católicos.
Muriendo en esta sazón Máximo, arzobispo de Sevilla, por
la malicia de los herejes, estuvo vacante aquella cátedra por espacio de dos
años, hasta que por común voto de los prelados sufragáneos fue elegido para
aquella dignidad el varón de Dios san Laureano, el cual gobernó diez y siete
años aquella Iglesia. Mas como los herejes levantasen en Sevilla una grande
persecución contra el santo arzobispo, y el mismo rey Theudes que injustamente
ocupaba el trono, enviase gente que le matasen, el santo, avisado de todo por un
ángel, dijo misa, convocó al pueblo, hizo un largo sermón, y tomando después su
báculo rodeó parte de la ciudad, llorando y dando voces diciendo: «Haced
penitencia, y mirad que está Dios enojado y tiene levantado el brazo para
heriros»- y en efecto, poco después fue reciamente castigada de Dios aquélla
ciudad con sequedad, hambre y pestilencia.
Saliendo desterrado de ella el santo obispo, en el
camino sanó a un ciego; entró en un navío llegando a Marsella, donde resucitó a
un hijo de un hombre principal. De allí pasó a Italia y llegó a Roma, sanando
muchos enfermos. En Roma visitó al Sumo Pontífice y consolóse con él; dijo Misa
Pontifical delante del Papa el día de la Cátedra de san Pedro, y allí sanó a un
viejo que desde niño estaba tullido de pies y manos.
Partió después para visitar el cuerpo de san Martín, en
Francia, y tuvo la revelación de que venían por parte del rey Totila algunos
soldados con el fin de quitarle la vida. No se turbó el santo, ni se congojó,
antes encendido de amor del Señor y deseoso del martirio, salió a buscarles, y
encontrándose con ellos en un campo raso, siendo conocido por ellos, dieron en
él y le cortaron la cabeza.
Tomáronla y la llevaron al tirano, el cual cuando la vio
y supo lo que había pasado, la envió a Sevilla, y con su entrada respiró aquélla
ciudad y cesó la sequedad, hambre y pestilencia con que había sido azotada y
afligida por el Señor a causa de sus pecados. El cuerpo del santo lo sepultó
Eusebio, obispo de Arlés, en la iglesia de la ciudad de Bourges: y el Señor
glorificó su sepulcro con innumerables prodigios.
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Autor: P. Fernando Pascual | Fuente:
Catholic.net
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