domingo, octubre 06, 2013

Sierva de Dios, Práxedes Fernández García, Madre

Sierva de Dios, Práxedes Fernández García, Madre
Octubre 6


Práxedes Fernández García nació el 21 de julio de 1886 en Puente La Luisa - Sueros
(León) en un ambiente obrero y católico y se bautizó en la parroquia de Seana, donde una placa recuerda el hecho. Fue hija, hermana y madre de mineros, casi todos trabajadores de Hulleras de Turón, y aunque manifestó desde niña su vocación religiosa, por la enfermedad de su padre tuvo que conformarse con ser catequista y directiva de las Hijas de María hasta que en 1934, dos años antes de su muerte, se convirtió en terciaria dominica.

En 1891 se trasladó a Ablaña y el 25 de abril de 1914, cuando tenía 28 años se casó, también en Siana, con Gabriel Fernández, un electricista de Valdecuna, con el que fue a vivir a una casa alquilada de Figaredo. La familia tuvo cuatro hijos, el último nacido tres días antes de que el marido falleciese en un accidente ferroviario, lo que obligó a la madre a trabajar como criada, al servicio de otros familiares más pudientes.

«Dios lo ha querido» -dicen que fue su reacción ante el suceso, la misma que tuvo once años más tarde, cuando otro tren alcanzó la camioneta en que viajaba su segundo hijo matándole también. «Él ha dispuesto así la muerte de mi hijo y debo aceptar los deseos de su voluntad de buen grado» -le contestó al conductor que fue a darle el pésame.

Asumía todas las desgracias según los cánones de la resignación cristiana y por ello decía a quienes la consolaban: «Esto todavía es poco para mí: Dios me dé más que sufrir», y mientras tanto regalaba sus ropas y las de sus hijos y ofrecía su desayuno y su cena a quienes lo necesitaban, olvidando su propio hambre y el de los suyos.

Seguramente en la formación de esta actitud tuvo mucho que ver el obispo Manuel González García, que actualmente también es reconocido por el Vaticano como beato. El llamado «Obispo del Sagrario» visitaba por los veranos a los condes de Mieres, y con él mantuvo largas conversaciones en la casa de la Gerencia que orientaron su visión de la fe: «Sin Misa y sin Comunión -repetía según sus enseñanzas- los días para mí no tienen sol».

Y cumplía de verdad lo que decía, porque según el testimonio de la dominica María Canal Gómez, destinada en el Colegio de Fábrica, Práxedes llegaba todos los días hasta la capilla del edificio en el trenillo de las ocho y cuarto de la mañana para oír misa, después de cumplir el mismo rito en la iglesia de los padres pasionistas y aún remataba el día con otra más: en la primera se preparaba para la comunión, en la segunda comulgaba y en la tercera daba gracias.

Práxedes tuvo en vida la que para ella fue la mejor de las recompensas cuando uno de sus hijos, Enrique, decidió profesar como dominico; ella le acompañó hasta la Escuela Apostólica de Las Caldas de Besaya para que iniciase sus estudios y la correspondencia que le envió, cuarenta y siete cartas, son hoy un documento fundamental en el proceso que tramita la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos.

Tras la Revolución de Octubre, marcada especialmente por la persecución religiosa en Mieres, se trasladó a vivir a Oviedo, donde siguió cumpliendo su estricta vida religiosa en la parroquia de Santa María la Real de la Corte en Oviedo, que tenía casualmente una imagen con la misma santa que había visto en su niñez de Siana: «Hay una Santa Rita muy hermosa de un tamaño grande, y varios santos muy bonitos que aquí no explico», le escribió en una de las cartas a su hijo. Y allí transcurrieron sus últimos meses, entre misas y paseos con su madre por el campo de San Francisco, hasta que la guerra volvió otra vez a interrumpir su tranquilidad.

Así, una tarde sufrió un ataque de apendicitis, imposible de operar en la ciudad sitiada, y el médico la obligó a guardar reposo. Fue inútil, Práxedes murió a las 18.30 horas del día 6 de octubre de 1936 después de haberse escapado de la cama unas horas antes para oír misa y comulgar por última vez.

Seguro que ya lo conocen por las películas: para que culmine con éxito un proceso de beatificación, la Iglesia Católica determina que es necesario certificar algún milagro. El caso de Práxedes Fernández sólo está pendiente de este trámite.
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Fuente: Santoral, el santo de cada día

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