Etimológicamente significa “fuerte como el oso”. Viene de la lengua
alemana.
Hijo de condes poderosos en tierras y buenos en santidad, tuvo una hermana,
santa Paloma y un hermano llamado Rinaldo.
Cerca del castillo de los padres había una abadía benedictina. Y fue en
ella en donde le vino la vocación a Berardo.
Una vez que se ordenó de sacerdote, soñaba aún más por lograr la
perfección.
Por eso le pidió a sus superiores que lo enviaran al monasterio de san
Juan. En él, parece ser, había un mayor recogimiento.
Al final del 1115, murió el obispo de la diócesis. Todo el mundo pensó que
el digno sucesor era Bernardo.
Y, desde luego, no se equivocaron lo más mínimo.
Como obispo se caracterizó por su celo pastoral, su amor a la reforma, un
príncipe feudal honrado y prudente – cosa difícil en aquella época.
Una vez que hubo desempeñado su trabajo episcopal con suma sencillez, una
profunda piedad religiosa y una caridad desbordada hacia los pobres – la clave
evangélica por excelencia para medir el grado de santidad -
Murió en el año 1123 tal día como hoy.
La Iglesia de su diócesis sigue celebrando su fiesta en este día con mucho fervor.
Se conservan dos relicarios, su cabeza y un brazo, con el que bendecía a los fieles desde la escalera de la catedral. Hoy hace el obispo exactamente igual.
La Iglesia de su diócesis sigue celebrando su fiesta en este día con mucho fervor.
Se conservan dos relicarios, su cabeza y un brazo, con el que bendecía a los fieles desde la escalera de la catedral. Hoy hace el obispo exactamente igual.
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Autor: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
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