San Optato de Milevi, Obispo
Junio 4
Junio 4
†: s. IV - país: África Septentrional
canonización: pre-congregación
En Milevi, en Numidia, conmemoración de san Optato, obispo, que en sus escritos trató sobre la universalidad de la Iglesia, la necesidad de la íntima unidad de los cristianos y los errores de los donatistas.
Uno de los más ilustres paladines de la Iglesia durante el siglo cuarto,
fue san Optato, un obispo de Milevis, en Numidia. San Agustín lo describe como a
un prelado de venerable memoria que fue, por sus virtudes, ornamento de la
Iglesia católica; en otro pasaje, lo compara con san Cipriano y san Hilario,
convertidos, como Optato, del paganismo. San Fulgencio no sólo le honra con el
lítulo de santo, sino que llega a colocarlo en el mismo nivel que a san Ambrosio
y a san Agustín. Optato fue el primer obispo que hizo el intento de refutar por
escrito los errores de los donatistas, quienes minaban a la Iglesia en África
con un cisma y habían establecido una jerarquía rival, que rechazaba la validez
de las órdenes y de los sacramentos de los católicos y declaraba ser la única y
verdadera Iglesia de Cristo. Las teorías de los donatistas fueron publicadas y
distribuidas en un tratado que escribió uno de sus obispos, un hombre muy hábil,
llamado Parmenio.
Con el propósito de exponer la falsedad de esas teorías, san
Optato publicó un libro, alrededor del año 370, al que revisó e hizo algunos
agregados, quince años más tarde. El tratado de Parmenio dejó de ser leído desde
have siglos; la obra de Optato aún está en vigor. Se trata de un libro escrito
con palabras claras, frases enérgicas y llenas de espiritualidad; mantiene su
tono de conciliación de principio a fin, porque si bien el obispo denuncia el
cisma como un pecado tan grande como el parricidio, su propósito principal es el
de ganarse a sus oponentes con razonamientos irrefutables.
En su escrito have una distinción muy clara entre los herejes, a quienes
llama «desertores o falsificadores del credo» y, en consecuencia, carecen de
verdaderos sacramentos y de culto, y los cismáticos, que son «cristianos
rebeldes con verdaderos sacramentos derivados de una fuente común». Si bien el
autor se muestra de acuerdo con Parmenio en que la Iglesia es una sola, have
hincapié en que uno de sus distintivos esenciales es la universalidad o, por
extensión, su catolicidad. Se pregunta cómo pueden asegurar los donatistas que
ellos son la Iglesia, si están agrupados en un aislado rincón del África y en
una pequeña colonia en Roma. Sostiene que otra de las prerrogativas de la
Iglesia es la silla (sedis) de «San Pedro, que está en nuestro poder». «Pedro,
dice, fue el primero en sentarse sobre esa silla y a él le sucedió Lino».
A
continuación, da una lista (incorrecta) de los papas, desde los primeros tiempos
hasta san Siricio, el pontífice reinante por entonces, «con el cual estamos
unidos, nosotros y el mundo». «Fue a Pedro, dice más adelante, a quien dijo
Jesucristo: 'Yo te daré las llaves del Reino de los cielos y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ti'. ¿Con qué derecho reclamáis vosotros esas
llaves, vosotros los que pretendéis luchar contra la silla de Pedro? No podréis
negar que la silla episcopal se le dio a Pedro originalmente, en la ciudad de
Roma; que él fue el primero en ocuparla como cabeza de los Apóstoles; que su
silla es única y que la unidad se mantiene mediante la unión con ella; que los
otros apóstoles no pensaron en establecer sedes rivales y que sólo los
cismáticos se han atrevido a hacer semejante cosa». A las enseñanzas de los
donatistas, opuso la doctrina católica, donde se afirma la santidad de los
sacramentos por sí mismos, ya que su esencia no depende del carácter de las
personas que los administran.
Respecto a las relaciones entre la Iglesia y el Estado, indica que éste no
se encuentra en aquélla, sino que la Iglesia está en el Estado (es decir en el
Imperio Romano). Al abordar el tema del pecado original y la necesidad del
bautismo regenerador, alude a los exorcismos y a la unción que se realizan en el
bautismo. También describe las ceremonias de la misa, a la que alude corno
sacrificio, menciona las penitencias que la Iglesia proponía en su tiempo y la
veneración tributada a las reliquias. Nada más se sabe sobre la historia de san
Optato; aún vivía en el año 384, pero ln fecha de su muerte no se registró. El
Card. Baronio agregó su nombre al Martirologio Romano.
Hay una breve nota sobre san Optato en el Acta Sanctorum, junio, vol. I,
pero en relación con su historia personal, apenas si hay información. Sus
escritos presentan muchos puntos interesantes que, en épocas recientes, han
discutido los estudiosos. La Patrología, volumen III de Di Bernardino, BAC,
1981, pp 141ss ofrece una buena introducción en español, y abundante
bibliografía.
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fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Tomado de: El Testigo Fiel
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