San Romualdo, Anacoreta Monje y Fundador
Junio 19
Fundador de los Camaldulenses
Fecha anterior: Febrero 7
Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).
En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San Romualdo.
Fundador de los Camaldulenses
Fecha anterior: Febrero 7
Martirologio Romano: San Romualdo, anacoreta y padre de los monjes 
Camaldulenses, quien, nacido en Rávena, deseoso de la vida y disciplina 
eremítica viajó por Italia durante varios años, fundando pequeños monasterios y 
promoviendo la vida evangélica entre los monjes, hasta que terminó sus trabajos 
en el monasterio de Valdicastro, en el Piceno. (c.951 - 1027).
Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).
En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San Romualdo.
San Romualdo nació en Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques 
que gobernaban esa ciudad.
Educado según las costumbres mundanas, su vida fue durante varios años 
bastante descuidada, dejándose arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y 
esclavo de sus pasiones. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes 
inquietudes y serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos 
deseos de enmendarse y propósito de volverse mejor. A veces cuando se internaba 
de cacería en los montes, exclamaba: "Dichosos los ermitaños que se alejan del 
mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los 
esclavizan".
Su padre era un hombre de mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en 
duelo con un enemigo. Y se llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el 
papá mató al adversario. Horrorizado ante este triste espectáculo, Romualdo huyó 
a la soledad de una montaña y allá se encontró con un monasterio de 
benedictinos, y estuvo tres años rezando y haciendo penitencia. El superior del 
convento no quería recibirlo de monje porque tenía miedo de las venganzas del 
padre del joven, el Duque de Ravena. Pero el Sr. Arzobispo hizo de intermediario 
y Romualdo fue admitido como un monje benedictino.
Y le sucedió entonces al joven monje que se dedicó con tan grande fervor a 
orar y hacer penitencia, que los demás religiosos que eran bastante relajados, 
se sentían muy mal comparando su vida con la de este recién llegado, que hasta 
se atrevía a corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior 
que lo alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces 
Romualdo se fue a vivir en la soledad de una montaña, dedicado sólo a orar, 
meditar y hacer penitencia.
En la soledad se encontró con un monje sumamente rudo y áspero, llamado 
Marino, pero éste con sus modos fuertes logró que nuestro santo hiciera muy 
notorios progresos en su vida de penitencia en poco tiempo. Y entre Marino y 
Romualdo lograron dos notables conversiones: la del Jefe civil y militar de 
Venecia, el Dux de Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se 
fue a dedicarse a la vida de oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo 
que arrepentido de su antigua vida de pecado se fue a reparar sus maldades en un 
convento. Este Duque de Ravena después sintió la tentación de salirse del 
convento y devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se 
estuvo de monje hasta su muerte.
Durante 30 años San Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia 
conventos donde los pecadores pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total 
soledad, en silencio completo y apartado del mundo y de sus maldades.
El por su cuenta se esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y 
silencio de manera impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener 
la conversión de los pecadores. Leía y leía vidas de santos y se esmeraba por 
imitarlos en aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada uno. 
Comía poquísimo y dedicaba muy pocas horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía 
penitencia, día y noche.
Y entonces, cuando mayor paz podía esperar para su alma, llegaron terribles 
tentaciones de impureza. La imaginación le presentaba con toda viveza los más 
sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a 
dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las 
molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa 
vida de oración, silencio y penitencia, era una inutilidad que de nada le iba a 
servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se 
esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de 
santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y 
penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques 
diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y 
al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al 
alma del santo.
Volvió otra vez al monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por 
demasiado cumplidor) y sucedió que vino un rico a darle una gran limosna. 
Sabiendo Romualdo que había otros monasterios mucho más pobres que el de Ravena, 
fue y les repartió entre aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los 
monjes de aquel monasterio se le declararan en contra (ya estaban cansados de 
verlo tan demasiado exacto en penitencias y oraciones y en silencio) y lo 
azotaron y lo expulsaron de allí. Pero sucedió que en esos días llegó a esa 
ciudad el Emperador Otón III y conociendo la gran santidad de este monje lo 
nombró abad, Superior de tal convento. Los otros tuvieron que obedecerle, pero a 
los dos años de estar de superior se dio cuenta que aquellos señores no 
lograrían conseguir el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus 
religiosos y renunció al cargo y se fue a fundar en otro sitio.
Dios le tenía reservado un lugar para que fundara una Comunidad como él la 
deseaba. Un señor llamado Málduli había obsequiado una finca, en región 
montañosa y apartada, llamada campo de Málduli, y allí fundo el santo su nueva 
comunidad que se llamó "Camaldulenses", o sea, religiosos del Campo de 
Málduli.
En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, 
vestidos de blanco. Desde entonces cambió el antiguo hábito negro de sus 
religiosos, por un hábito blanco.
San Romualdo hizo numerosos milagros, pero se esforzaba porque se 
mantuviera siempre ignorado en nombre del que los había conseguido del 
cielo.
Un día un rico al ver que al hombre de Dios ya anciano le costaba mucho 
andar de pie, le obsequió un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un 
burro, diciendo que viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro 
Señor.
En el monasterio de la Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la 
vida religiosa con toda la exactitud que él siempre había deseado. Y desde el 
año 1012 existen monasterios Camaldulenses en diversas regiones del mundo. 
Observan perpetuo silencio y dedican bastantes horas del día a la oración y a la 
meditación. Son monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se 
practica.
San Romualdo deseaba mucho derramar su sangre por defender la religión de 
Cristo, y sabiendo que en Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para 
allá a misionar. Pero cada vez que emprendía el viaje, se enfermaba. Entonces 
comprendió que la voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar 
martirios, sino que se hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y 
haciendo penitencia y enseñando a otros a la santidad.
Veinte años antes el santo había profetizado la fecha de su muerte. Los 
últimos años frecuentemente era arrebatado a un estado tan alto de contemplación 
que lleno de emoción, e invadido de amor hacia Dios exclamaba: "Amado Cristo 
Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!". Adonde 
quiera que llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, 
impidiendo la entrada allí de toda persona. Estaba dedicado a orar y a 
meditar.
La última noche de su existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo 
por que se sentía muy débil. Después de un rato mandó a los dos religiosos que 
se retiraran y que volvieran a la madrugada a rezar con él los salmos. Ellos 
salieron, pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se 
quedaron escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a 
escuchar atentamente y al no percibir adentro ni el más mínimo ruido ni 
movimiento, convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la puerta, 
encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba, después 
de que su alma había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús se 
llevaba a su Reino Celestial. Era el 19 de junio de 1027.
Todos estos datos los hemos tomado de la Biografía de San Romualdo, que 
escribió San Pedro Damián, otro santo de ese tiempo.
Al recordar los hechos heroicos de este gran penitente y contemplativo se 
sienten ganas de repetir las palabras que decía San Grignon de Monfort: "Ante 
estos campeones de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos burros 
muertos".
Fue canonizado por el Papa Gregorio XIII en el año 1582.
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Fuente: EWTN.com


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