Santos Ciro (Ciriaco) y Julita, Mártires
Junio 16
Niño Mártir y su Madre
(al niño también se lo comoce como San Qurico)
Martirologio Romano: En la provincia romana de Asia Menor, conmemoración de los santos Quirico y Julita, mártires.
Etimoligìa: Ciro = Aquel que es señorial. Viene del griego.
Cuando los edictos de Diocleciano contra los cristianos se aplicaban
con la máxima severidad en Licaonia, una viuda llamada Julita, que vivía
en Iconio, juzgó prudente retirarse de un distrito donde ocupaba una
posición prominente y buscar un refugio seguro bajo un régimen más
clemente. En consecuencia, tomó consigo a su hijo Ciríaco o Quiricio, de
tres años de edad, y a dos de sus servidoras y escapó hacia Seleucia.
Ahí quedó consternada al descubrir que la persecución era todavía más
cruel, bajo la dirección de Alejandro, el gobernador y, por lo tanto,
continuó su huida hasta Tarso. Su arribo a la ciudad fue inoportuno,
puesto que coincidió con el de Alejandro; algunos de los miembros de la
comitiva del gobernador reconocieron al pequeño grupo de peregrinos.
Casi inmediatamente, Julita fue detenida y encerrada en la prisión.
Al
comparecer ante los jueces del tribunal que iba a juzgarla, llevaba a su
hijo de la mano y denotaba una absoluta serenidad. Julita era una dama
de noble linaje con muy vastas y ricas posesiones en Iconio, pero en
respuesta a las preguntas sobre su nombre, posición social y lugar de
nacimiento, sólo afirmó que era cristiana. En consecuencia, el proceso
no tuvo lugar y se la condenó a recibir el castigo de los azotes atada a
las estacas. Antes de que se cumpliera con la sentencia, le fue
arrebatado su hijo Ciríaco, a pesar de sus lágrimas y sus protestas.
En la leyenda sobre estos santos se dice que Ciríaco era un niño muy
hermoso y que el gobernador lo tomó en sus brazos y lo sentó sobre sus
rodillas, en un vano intento para que dejase de llorar. La criatura no
quería más que volver al lado de su madre y extendía sus brazos hacia
ella mientras la azotaban y, cuando Julita gritó, en medio de la
tortura: «¡Soy cristiana!», el niño repuso como un eco: «¡Yo soy
crisitano también!». En un momento dado, a impulsos de la ansiedad por
librarse de las manos que le retenían y correr hacia su madre, el
chiquillo comenzó a debatirse y, como Alejandro se esforzaba por
contenerle, le propinó algunas patadas y le rasguñó la cara. La actitud
del niño, completamente natural en aquellas circunstancias, encendió la
cólera del gobernador.
Se levantó hecho una furia, alzó a la criatura
por una pierna y lo arrojó con fuerza sobre los escalones, al pie de su
tribuna; el cráneo se le fracturó y quedó muerto al instante. Julita lo
había presenciado todo desde las estacas donde estaba atada, pero en vez
de manifestar su dolor, levantó la voz para dar gracias a Dios por
haber concedido a su hijo la corona del martirio. Su actitud no hizo más
que aumentar el furor de Alejandro. Este mandó que desgarrasen los
costados de la infortunada mujer con los garfios, que fuese decapitada y
que su cuerpo, junto con el de su hijo, fuera arrojado a los basureros
en las afueras de la ciudad, con los restos de los malhechores. Sin
embargo, después de la ejecución, el cadáver de Julita y el de Ciríaco
fueron rescatados por las dos criadas que habían traído desde fconio,
quienes los sepultaron sigilosamente en un campo vecino.
Cuando
Constantino restableció la paz para la Iglesia, una de aquellas
servidoras reveló el lugar donde se hallaban enterrados los restos de
los mártires, y los fieles acudieron en tropel a venerarlos. Se dice que
las supuestas reliquias de san Ciríaco se trasladaron de Antioquía
durante el siglo cuarto, por iniciativa de san Amador, obispo de
Auxerre. Esto extendió el culto por este niño santo en Francia, con el
nombre de san Cyr, pero en realidad no hay ninguna prueba concreta para
relacionar a los santos históricos Julita y Ciríaco -si aceptamos su
existencia- con la ciudad de Antioquía. A pesar de que posiblemente
fueron martirizados un 15 de julio, fecha en que se conmemora su fiesta
en el Oriente, el Martirologio Romano los festeja el 16 de junio.
Es una pena tener que descartar una historia tan conmovedora y a la que
tanto crédito se dio durante la Edad Media en Oriente y Occidente; pero
la leyenda, tal como se ha conservado en todas sus formas, es
positivamente una ficción. Las «Actas de Ciríaco y Julita» fueron
proscritas en el decreto de Pseudo-Gelasio en relación con los libros
que no debían ser leídos y, a pesar de que esta ordenanza no procedía
del Papa San Gelasio, llega hasta nosotros revestida con la autoridad de
su antigüedad y de haber sido generalmente aceptada. El padre Delehaye
favorece la opinión de que Ciríaco fue el verdadero mártir y el
personaje central de la leyenda fabricada posteriormente.
Tal vez
procedía de Antioquía, como se afirma en el Hieronymianum, pero lo
cierto es que su nombre aparece solo y no unido al de Julita en muchas
inscripciones y dedicatorias de iglesias y lugares diversos, en toda
Europa y el Cercano Oriente. Las muy diversas formas en que se ha
conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de su
popularidad.
=
Autor: Alban Butler
| Fuente: "Vidas de Santos"
Comunidad Católica Vidas Santas Páginas Católicas... dedicadas a las personas que aman la Vida de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios del Mundo! En la vida de los hombres y mujeres llamados Santos encontraremos un camino a seguir en el deambular por este valle de lágrimas que es nuestra vida en la Tierra. En ella se busca el lema de la Paz, la Tolerancia y la Caridad, en un intento de recoger el máximo de imágenes de Santos
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