Beatos
Juan Sugar y Roberto Grissold, Mártires
Julio 16
Julio 16
†: 1604 - país: Reino Unido (UK)
canonización: B: Juan Pablo II 22 nov 1987
En Warwick, en Inglaterra, beatos Juan Sugar, presbítero, y Roberto Grissold, mártires, que, condenados en tiempo del rey Jacobo I, el primero de ellos por haber entrado en Inglaterra siendo sacerdote, y el segundo por haberle prestado ayuda, alcanzaron la palma del martirio tras ser cruelmente atormentados.
En
Warwick, Inglaterra, el 16 de julio de 1604 fueron ahorcados y descuartizados
dos confesores de la fe que prefirieron dar la vida antes que renegar de la
Iglesia de Jesucristo. El uno, Juan Sugar, era sacerdote, el otro, Roberto
Grissold, era seglar. Al primero se le condenó a muerte como traidor por haberse
ordenado sacerdote en el continente y haber vuelto a Inglaterra a ejercer su
ministerio, y al otro por haber prestado ayuda al sacerdote, lo que era
considerado igualmente delito de felonía. Ambos fueron beatificados por Juan
Pablo II el 22 de noviembre de
1987.
Juan
Sugar había nacido en Wambourne, no lejos de Volverhampton en el condado de
Stafford, en el seno de una familia acomodada, de religión protestante, y fue
educado en Oxford, en el Merton College, donde no obtuvo el doctorado porque
tenía escrúpulos en prestar el juramento de acatamiento a la primacía religiosa
de la reina. Era persona muy religiosa y su celo por la gloria de Dios le llevó
a hacerse ministro protestante, ejercitando su ministerio en Cannock, en el
mismo condado de Stafford. No se conoce por qué pasos y por medio de qué
personas llegó a la religión católica, pero es un hecho que abandonó su
ministerio protestante y su religión, se hizo católico y marchó a Douai a
estudiar, donde fue ordenado sacerdote y enviado en 1601 a la misión inglesa.
Trabajó por los condados de Warwick, Stafford, Wigorne, etc. Todos cuantos le
trataron apreciaron en él enseguida singulares virtudes: de gran pureza e
inocencia, manso y humilde, afanoso en socorrer a los pobres y mostrar con todos
una gran caridad, muy austero y parco en su comida, alma de oración asidua y
fervorosa.
Fue
arrestado el domingo 8 de julio de 1603 junto con Roberto Grissold cuando iban
de camino a Rowington, en el condado de Warwick, y fue llevado a esta ciudad y
metido en la cárcel. Compareció ante el tribunal los días 13 y 14 de julio de
1604, presidiendo el juez Kingsmill, que lo condenó a muerte por ser sacerdote
procedente de un seminario del continente y haber entrado en el reino inglés
contra la ley que lo prohibía. Se fijó la ejecución para el día 16 de julio. En
la mañana de la ejecución vinieron a verle unos amigos y les dijo: «Estad
alegres, porque no tenemos motivo para entristecernos sino de alegrarnos, porque
si me toca hoy un amargo almuerzo, me espera una dulcísima cena». Pidió a Dios
que perdonase al juez y a todos los que lo habían perseguido y
arrestado.
Cuando
era llevado sobre un zarzo al lugar de la ejecución dio dinero a cincuenta
pobres al tiempo que rezaba con gran piedad. Un ministro protestante le dijo al
pie del patíbulo que tuviera fe y él le contestó: «Yo creo aquello que enseña mi
madre la Iglesia católica». Y le preguntó al ministro le dijera quién había
convertido aquel país, y le dijo el ministro que respondiera él. Y dijo el
mártir que había sido el papa san Eleuterio que había enviado dos misioneros al
rey Lucio de Bretaña y lo habían convertido a él y a su pueblo. Y añadió: «En
cambio esta nueva religión la ha inventado Enrique VIII». Fue despojado de toda
su ropa, menos de su camisa. Al empezar a subir los peldaños de la escalera
dijo: «Gracias a Dios hoy puedo subir bastante biem». Bendijo la soga con la
señal de la cruz y dijo: «Con la señal de la cruz vine al mundo y con la señal
de la cruz salgo de él». El vice-sheriff le dijo que pidiera por el rey. El
mártir constestó: «Dios bendiga al rey, a la reina y al pequeño príncipe y a
todo el consejo. Dios perdone al magistrado, al señor juez Burgoyne y a todos
aquellos que me capturaron y también a vos, y que Dios a mí también me perdone».
Entonces, el verdugo se dirigió a él y le dijo: «Perdóneme también a mí, buen
padre». Y el mártir respondió: «Hijo, te perdono de todo corazón». Y
dirigiéndose al pueblo añadió: «Buena gente, muero con gusto porque iré a un
sitio de gloria y suplico a Jesús que reciba mi alma, y pido a todos los
ángeles, mártires y santos que acompañen mi alma a aquel bendito lugar. Deseo
ser desatado para estar con Cristo y pido a Dios que todos los aquí presentes
puedan participar de aquella felicidad a la que yo ahora voy. Jesús, Jesús,
recibe mi alma». Y todo el pueblo respondió: «Amén, amén». Le dijeron que él no
moría por su conciencia sino por traición, y respondió: «Estáis equivocados.
Nadie puede inculparme de traición sino sólo de seguir mi conciencia». Entonces
le dijeron: «¿Estás preparado para morir?». Y él respondió: «Estoy preparado en
Jesús». Seguidamente fue ahorcado, pero aún no había muerto cuando fue bajado y
en vivo se le empezó a
descuartizar.
Roberto
Grissold o Greswold nació en Rowington, junto a Knowle, en el condado de
Warwick, hacia el año 1575. Era un católico fervoroso que no tenía reparo en
ayudar a los sacerdotes católicos. Fue sorprendido y arrestado cuando acompañaba
al padre Juan Sugar. Pudo haber salvado la vida tres veces. Primero, cuando lo
arrestaron, porque uno de los que lo arrestaron era su primo Clement Grissold,
quien le dijo que si quería siguiera su camino, que no lo arrestaban, pero él
dijo que no se iba sin el sacerdote. Pudo también fugarse de la prisión, para lo
cual le dejaron adrede la puerta abierta, pero él no quiso irse sin el sacerdote
y, además, tenía deseos del martirio, y así se quedó con el sacerdote un año
entero en la cárcel. Y su tercera oportunidad fue en el curso del proceso,
cuando el juez Kingsmill le preguntó si estaba dispuesto a ir a una iglesia
protestante y él respondió que no. Le dijo el juez que entonces iba a ser
ahorcado. Se produjo este diálogo entre el juez y el mártir:
-Roberto: «Le ruego, milord, que haga que yo obtenga justicia y que el país sepa por qué razón muero».
-Roberto: «Le ruego, milord, que haga que yo obtenga justicia y que el país sepa por qué razón muero».
-Juez: «Te garantizo que se te hará justicia; el país sabrá que mueres culpable de felonía».
-Roberto: «¿En qué cosa he cometido felonía?».
-Juez: «Tú has cometido una felonía por estar en compañía, por asistir y por ayudar a un sacerdote de un seminario, es decir a un traidor».
Se le volvió a ofrecer la vida si iba a la iglesia protestante y el mártir dijo que no. Entonces el juez, muy nervioso, lo condenó a muerte.
Llegada
la mañana de la ejecución, mandó el juez de nuevo a ofrecerle la libertad y la
vida si iba a la iglesia protestante. El mártir, deseoso del martirio, rehusó.
Una mujer lloraba por él y el mártir le dijo: «Buena mujer, ¿por qué llora? No
hay motivo para llorar sino para alegrarse porque hay que entrar en la cámara
del Esposo no con lágrimas sino con alegría». Le dijo ella que esperaba le
hubieran perdonado la vida, y él dijo que entonces se habría perdido la ocasión
de morir por Dios, que se hiciera su voluntad. Y volviéndose a los católicos que
habían acudido les pidió perseverancia. Llegado al lugar del suplicio, se
arrodilló y empezó a orar, y aunque él había sido persona miedosa y hasta se
había desvanecido una vez que se hirió, asistió con gran fortaleza moral al
descuartizamiento del cuerpo del P. Sugar.
Una mujer católica se puso delante de
él para que no viera cómo descuartizaban al misionero, y él le dijo que podía
quitarse pues por la gracia de Dios no estaba aterrorizado. Negó ser él el
culpable de su muerte y, cuando lo acercaron al lazo de soga con que iba a ser
ahorcado, tiñó la soga con la sangre del E. Sugar, y desde el patíbulo dijo a la
gente: «Buena gente: sed testigos de que muero no por robo o por felonía sino
por mi fe». Perdonó a sus perseguidores, también al verdugo, y recitó el
Confiteor. Lo ahorcaron mientras invocaba el nombre de
Jesús.
=
N.ETF:
La fuente no menciona una bibliografía específica; el decreto de beatificación
(AAS 79(1987), pág 607ss) menciona los nombres sumariamente, junto con el resto
de los casi 90 mártires elevados a los altares por ese mismo decreto, así que no
provienen de allí los detalles biográficos y, sobre todo, los diáalogos y frases
de los mártires que, aunque en sí mismas no imposibles, parecen más bien un
tanto convencionales.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
Tomado de: eltestigofiel.com
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
Tomado de: eltestigofiel.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario