San Epafra o Epafras, Discípulo de San Pablo Mártir, santo del NT
Julio 19
Julio 19
Conmemoración de san Epafras, que en Colosas, Laodicea y Hierápolis, trabajó mucho en la difusión del Evangelio, y a quien san Pablo llama carísimo consiervo, con-cautivo y fiel ministro de Cristo.
De Epafras conocemos muy poco, apenas lo que menciona el elogio del
Martirologio Romano, que se atiene estrictamente al dato bíblico, sin embargo,
en las tres citas que lo mencionan, se nos aparece como un cristiano en plena
actividad apostólica: compañero de cautiverio de san Pablo, según dice el propio
Apóstol en Filemon v. 23. Tradicionalmente se entiende que este cautiverio al
que se refiere es el del 60-62 con el que termina Hechos de los Apóstoles (Hech
28,29-30), y que no sabemos si culminó en la liberación del Apóstol o en su
ejecución.
La siguiente mención, con muchos datos («muchos»... dada la escasez a la
que estamos acostumbrados) proviene de dos momentos distintos de la Carta a los
Colosenses: en el saludo incial y en el final. Los datos biográficos sobre san
Pablo que nos aporta esta carta hay que evaluarlos con prudencia, porque es una
de los escritos cuya autenticidad paulina está -y posiblemente lo esté siempre-
discutida, con la balanza más inclinada hacia el no, que hacia el sí. Por
supuesto, eso no implica que la carta sea o no del Nuevo Testamento: siempre lo
ha sido y lo seguirá siendo, y aparece en las listas más antiguas de escritos
cristianos, pero la duda sobre la autoría no permite usarla como fuente para
trazar la biografía del Apóstol. Sin embargo, los especialistas no dudan en que,
aunque la carta sea pseudoepigráfica (es decir, puesta bajo su nombre tiempo
después de la muerte de Pablo), contiene fragmentos que sí provienen de mano de
Pablo, y esos fragmentos son, precisamente, los que muestran una situación
semejante a la de Filemón, como la enumeración de los colaboradores del Apóstol,
entre los que se contaba en esa época Epafras.
Así que, aunque la Carta a los Colosenses nos sirve escasamente para
biografiar a san Pablo, sirve, y mucho, para acercarnos al personaje de Epafras:
los dos fragmentos, ricos y vívidos, conservan todo su valor histórico. Nos dice
allí san Pablo que Epafras enseñó a la comunidad de Colosas el Evangelio, e
incluso dice más, leámoslo directamente: «El Evangelio [que llegó, fructifica y
crece]...desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la
verdad: tal como os la enseñó Epafras, nuestro querido consiervo y fiel ministro
de Cristo, en lugar nuestro, el cual nos informó también de vuestro amor en el
Espíritu.» (Col 1,6-8) ¡Menudo título le cede el Apóstol a Epafras!: «ministro
en lugar nuestro». Aunque san Pablo sabe apreciar a sus colaboradores, sólo a
unos pocos los ensalza así.
Posiblemente no sea para menos, ya que, a juzgar por el otro retazo de la
vida de Epafras que la carta nos acerca, nos enteramos que no sólo llevó el
Evangelio, en nombre de Pablo, a Colosas, sino que además mantiene una conexión
constante, en predicación y en oración, con ésa, su comunidad -de la que además
es originario-, y desde la que seguramente fue evangelizador también de Laodicea
y Hierápolis, ya que las tres ciudades formaban un triángulo de no más de 20 km
de separación de cada una con las otras: «Os saluda Epafras, vuestro
compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en
sus oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad
divina. Yo soy testigo de lo mucho que se afana por vosotros, por los de
Laodicea y por los de Hierápolis» (Col 4,12-13).
No hay más que esto, pero ¿de cuántos personajes del Nuevo Testamento no
tenemos sino mucho menos? Se afanaba en esta vida limitada y terrena por su
comunidad a través de la oración, seguramente ahora que vive la vida más plena a
la que todos estamos llamados, su oración es constante por toda la
Iglesia.
La cuestión del cautiverio en Roma de san Pablo y sus posibles
terminaciones, puede leerse en cualquier biografía del Apóstol, incluso en el
artículo dedicado a su martirio en este santoral. Sobre la autenticidad paulina
de Colosenses, hay soluciones para todos los gustos, y ninguna se impone con
gran ventaja a las demás; puede leerse la cuestión en cualquier introducción a
las epístolas de Colosenses-Efesios (que suelen tratarse juntas), por ejemplo,
el Comentario Bíblico San Jerónimo, ya sea el original (que defiende la autoría
paulina) o el nuevo (que la descarta), o en los Cuadernillos Bíbicos de Verbo
Divino, accesibles a cualquier lector con mínimo de formación. En todo caso, lo
mñás interesante para el lector medio no debe ser «tomar partido», sino
entrenarse en evaluar por qué los especialistas se inclinan por una u otra
solución.
=
Abel Della Costa
Abel Della Costa
Fuente: eltestigofiel.com
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