Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús (Amabile Wisenteiner),
Fundadora
Julio 9
Fundadora de la Congregación de Hermanitas de la Inmaculada Concepción
Fundadora de la Congregación de Hermanitas de la Inmaculada Concepción
Martirologio Romano: En Paulópolis, ciudad de Brasil, beata Paulina del Corazón de Jesús Agonizante (Amábilis) Wisenteiner, virgen, la cual, habiendo venido de Italia al Brasil siendo aún niña, abrazada la vida religiosa fundó la Congregación de Hermanitas de la Inmaculada Concepción, para atender a enfermos y pobres, a los que, pasando muchos trabajos y penalidades, sirvió con gran humildad y en asidua oración (1942).
Etimológicamente: Paulina = Aquella
de pequeño tamaño, es de origen latino.
Amabile Lucia Visintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria.
Amabile Lucia Visintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria.
En septiembre de 1875 la familia de
Napoleone Visintainer emigró con muchos otros tridentinos al Brasil donde
fundaron la localidad de Vígolo en el actual municipio de Nueva Trento, en el
estado de Santa
Catarina.
Amabile, después de la primera
comunión, que recibió más o menos a los doce años, comenzó a participar en el
apostolado parroquial: Catecismo para los pequeños, visitas a los enfermos, y
limpieza de la capilla de
Vígolo.
El día 12 de julio de 1890, junto
con su amiga, Virginia Rosa Nicolodi, Amabile acogió a una enferma de cáncer en
fase terminal, dando inicio a la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada
Concepción, aprobada por el obispo de Curitiba, Don José de Camargo Barros, el
25 de agosto de
1895.
En diciembre de 1895, Amabile y las
dos primeras compañeras (Virginia y Teresa Ana Maule), hicieron los votos
religiosos, y Amabile recibió el nombre de Hermana Paulina del Corazón
Agonizante de Jesús. La santidad y la vida apostólica de la Madre Paulina y de
sus hermanas atrajeron muchas vocaciones, a pesar de la pobreza y de las
dificultades en que
vivían.
En 1903, la Madre Paulina fue
elegida superiora general “ad vitam” y dejó a Nueva Trento para cuidar de los
huérfanos, hijos de antiguos esclavos y de los esclavos viejos y abandonados en
Ipiranga, en la ciudad de San
Pablo.
En 1909, fue depuesta del cargo de
superiora general por el arzobispo de San Pablo, Don Duarte Leopoldo e Silva, y
enviada a trabajar con los enfermos de la Santa Casa y con los ancianitos del
asilo San Vicente de Paulo en Bragança Paulista, sin poder nunca más ocupar
ningún otro cargo en su
congregación.
Fueron años marcados por la
oración, por el trabajo y por el sufrimiento: haciendo y aceptando todo para que
la congregación de las Hermanitas siguiera adelante, y “nuestro Señor fuera
conocido, amado y adorado por todos en todo el
mundo”.
En 1918 fue llamada por la
superiora general Madre Vicência Teodora, su sucesora, y con consentimiento de
Don Duarte a la Casa Madre en Ipiranga, donde permaneció hasta su muerte, en una
vida retirada, de intensa oración, asistiendo a las hermanas
enfermas.
Como “Veneranda Madre Fundadora” se
la destacó en el Decreto de Honor concedido por la Santa Sede a la congregación
de las Hermanitas el 19 de mayo de 1933, y en la celebración del cincuentenario
de la fundación, el 12 de julio de 1940, cuando la Madre Paulina hizo su
testamento espiritual: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en la Divina
Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan vientos contrarios.
Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María Inmaculada; manteneos firmes y
!adelante!”.
A partir de 1938 la Madre Paulina
comenzó a acusar graves disturbios a causa de la diabetes que padecía. Después
de dos cirugías, en las cuales sufrió la amputación del dedo medio y luego del
brazo derecho, pasó los últimos días víctima de la ceguera. Murió el 9 de julio
de 1942; sus últimas palabras fueron: “Hágase la voluntad de
Dios”.
La espiritualidad ignaciana
recibida de sus directores espirituales tiene en la Madre Paulina
características propias, que señalan a la “Veneranda Madre fundadora” como una
religiosa en la cual se pueden admirar sus virtudes teologales, morales y
religiosas en grado eminente o heroico. Fe profunda y confianza ilimitada en
Dios, amor apasionado a Jesús Eucaristía, devoción tierna y filial a María
Inmaculada, devoción y confianza en “nuestro buen padre San José””, y veneración
por las autoridades eclesiales y civiles. Caridad sin límites para con Dios,
traducida en gestos de servicio a los hermanos más pobres y
abandonados.
Toda la vida de la Madre Paulina se
puede resumir en el título que le dio el pueblo de Vígolo: “enfermera”, esto es,
ser para los otros o “toda de Dios y toda de los hermanos” como rezan hoy sus
devotos y sus Hermanitas. Humildad, que llevó a la Madre Paulina hasta el
aniquilamiento de sí misma para que la congregación siguiera
adelante.
La página más luminosa de la
santidad y de la humildad de la Madre Paulina fue escrita por la actitud que
manifestó cuando Don Duarte le anunció su destitución: “Se arrodilló... se
humilló... respondió que estaba totalmente dispuesta a entregar la
congregación... se ofrecía espontáneamente para servir en la congregación como
súbdita”.
Terminado el capítulo de agosto de
1909, comenzaba el holocausto doloroso y meritorio de la Madre Paulina, a quien
el arzobispo de San Pablo le había decretado: “Viva y muera en la congregación
como súbdita”. Y permaneció en la sombra hasta su muerte, en unión con Dios,
como lo declaró a su director espiritual, Padre Luiz Maria Rossi, SI: “La
presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible perderla, y esta
presencia le da a mi alma una alegría que no puedo
explicar”.
El carisma dejado por la Madre
Paulina a su congregación se traduce en la sensibilidad para percibir los
clamores de la realidad con sus necesidades, y disponibilidad para servir, en la
Iglesia, a los más necesitados y a los que se encuentran en mayor situación de
injusticia, con simplicidad, humildad y vida interior. Es un servir alimentado
por una espiritualidad eucarística y mariana, por la que toda Hermanita have de
Jesús Eucaristía el centro de su vida, alimentada por una tierna devoción a
María Inmaculada y al buen padre San
José.
La primera santa del Brasil fue
beatificada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1991, en
Florianópolis, estado de Santa Catarina. A la Madre Paulina le confiamos el
pueblo brasileño, la Iglesia de Brasil y la congregación de las Hermanitas de la
Inmaculada Concepción y todas las personas que han colaborado en su
canonización.
Fue canonizado el 19 de mayo de
2002.
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Fuente:
Vatican.va
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