Santa Sofía (o Sonia), Mártir
Septiembre 30
Santa tradicional, no incluida en el Martirologio Romano actual
Santa tradicional, no incluida en el Martirologio Romano actual
Martirologio Romano (1956): En Roma, santa Sofía, Viuda,
madre de las santas Vírgenes y Mártires Pistis (Fe), Elpis (Esperanza) y Agape
(Caridad). († c.s.II)
Etimológicamente: Sofía = aquella que posee sabiduría,
viene del griego.
Sonia = variante rusa de Sofía.
Sonia = variante rusa de Sofía.
Sofía se veneraba juntamente con sus tres hijas: Pistis, Elpis y Agape, nombres que significan Sabiduría, Fe, Esperanza y Caridad.
Santa Sofía, sabiamente, enseñó a sus tres hijas en el
temor de Dios. Cuando ella tenían ocho, diez y once años respectivamente, su
madre se mudó a Roma y las llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro
visitaban juntas las diversas iglesias de la
ciudad.
Santa Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y
logró convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador
Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su
hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se
enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó a
diferentes tormentos.
De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis
soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud,
le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas
fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el
cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos
manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a
protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a pesar
de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus voces
a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste ordenó que
colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente. Ilesa salió
la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a que fue
sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que
consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo,
visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de
esta quinta tortura la santa niña
murió.
Inmediatamente el emperador hizo comparecer a Esperanza,
y como no logró doblegar su voluntad para que sacrificara ante los ídolos,
ordenó que la metieran en una caldera en la que hervía a borbotones un líquido
compuesto de grasas, cera y resina derretidas. Al introducir a la muchachita en
el recipiente, las gotas que de él saltaron produjeron quemaduras en los
infieles que presenciaban el espectáculo; pero, como a Esperanza aquel baño no
le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó que la sacaran de la caldera
y que le cortaran la cabeza con una
espada.
Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores,
Sofía permaneció al lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan
pequeñita, ni trató de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el
turno hizo caso alguno de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío
Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus
miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la
arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas
que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca,
presenciando el macabro espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y
radiante como el oro, risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando
contenta, entre el fuego de la hoguera. Desde el exterior los verdugos
atravesáronle el cuerpo con barras de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto
hiciera mella en el ánimo de la pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a
sus hermanas. De este modo, Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a
las que fue sometida, conquistó también la corona del
martirio.
La santa madre, ayudada por alguno de los presentes,
enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la tumba común,
exclamaba:
- ¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con
vosotras!
Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su
cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas.
También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno
de los tormentos que padecieron sus tres
hijas.
Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de
remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas
santas y cruelmente con los adoradores de
Cristo.
Esta historia se encuentra recopilada en la Leyenda
Dorada.
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Autor: Xavier
Villalta
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