San Marino de Rímini, Diácono
Septiembre 3
Martirologio Romano: En el monte Titano, cerca de Rímini, en la Flaminia, san Marino, diácono y anacoreta, portador al pueblo gentil del Evangelio y de la libertad de Cristo (s. IV/V)
Nacido en una familia cristiana, era albañil, nativo de Dalmacia, y uno de los numerosos trabajadores que en el año 257 fueron movilizados, por orden de Diocleciano y de Maximiano, para la reconstrucción de las murallas de Rímini.
Martirologio Romano: En el monte Titano, cerca de Rímini, en la Flaminia, san Marino, diácono y anacoreta, portador al pueblo gentil del Evangelio y de la libertad de Cristo (s. IV/V)
Nacido en una familia cristiana, era albañil, nativo de Dalmacia, y uno de los numerosos trabajadores que en el año 257 fueron movilizados, por orden de Diocleciano y de Maximiano, para la reconstrucción de las murallas de Rímini.
Tras haber trabajado un tiempo en Rímini, donde se
distinguió por su grandísima caridad cristiana. Fue enviado a otras canteras en
el monte Titano para trabajar las piedras. Pasados tres años, Marino regresó a
Rímini. En esta ciudad predicó el evangelio por doce
años.
Para evitar ser capturado cuando las autoridades
descubrieron su acción cristiana, huyó de la ciudad y con la ayuda de Dios se
refugió en una gruta del monte Titano, donde vivió en solitario durante un año
sin temer las insidias del demonio, que continuamente intentaba asustarlo.
Marino, para no ser molestado por los visitantes, se retiró a la cima del mismo
monte, y allí construyo una pequeña celda y una iglesia que dedicó a San Pedro.
Tales obras suscitaron la ira de Verissimo, hijo de una noble viuda de nombre
Felicísima, propietaria de aquellas tierras.
Este, presentándose delante de
Marino con intenciones nada pacíficas, cayó por tierra paralizado y mudo, tras
la oración del santo. La madre, al saber la desgracia de su hijo, se acercó a
Marino y dijo estar dispuesta a concederle todo lo que pidiese. En aquel mismo
instante su hijo se curó y se postró delante del santo convirtiéndose al
cristianismo junto a su madre y
familiares.
San Gaudencio, Obispo de Rímini, conociendo las virtudes
de Marino, los llamó y le ordenó diacono para que pudiera bautizar a los muchos
conversos que lograba hacer. Después, Marino regresó a su morada. El santo
continuó viviendo en la misma celda, dedicado a la oración y al trabajo, hasta
el día de su muerte, el 3 de
septiembre.
Fue sepultado en la iglesia edificada por él. La
población que se construyó en aquel sitio llegó a ser la ciudad de San Marino,
capital de la república de ese nombre, y que es independiente desde el siglo
XI.
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Autor: Xavier
Villalta
Bibliografía: Dicccionario de los Santos
C. Leonoardi, A. Riccardi y G. Zarri
Volumen II
Editorial San Pablo
ISBN: 84-285-2259-6
C. Leonoardi, A. Riccardi y G. Zarri
Volumen II
Editorial San Pablo
ISBN: 84-285-2259-6
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