Beato Plácido de
Amiterno, Abad
Junio 12
†: 1248 - país: Italia
otras formas del nombre: San Placido di Ocre, Placido di Val d’Ocre
canonización: culto local
Cerca de Ocra, en los Abruzos, beato Plácido, abad, que primero eremita en una cueva, reunió después a numerosos discípulos suyos en el monasterio del Espíritu Santo.
Placido nació en Rodio, cerca de Amiterne, en los
Abruzos. Sus padres eran agricultores y él les ayudó desde que fue capaz de
trabajar. Muy piadoso, quería conocer los Salmos e instruirse en la religión,
pero jamás supo leer. Así, cuando se encontraba con algunos estudiantes, los
detenía y les preguntaba sobre lo que habían aprendido; después, durante sus
labores, recordaba lo que le habían dicho y llegaba, por este método, a grabarlo
en su
memoria.
Sentía que su vocación no era la de cultivar la tierra,
por lo que se escapó para emprender una peregrinación a Santiago de Compostela,
en donde permaneció un año. A su regreso, cayó enfermo de tanta gravedad, que
estuvo en cama largo tiempo sin poderse levantar, ni aun siquiera mover la
cabeza sin ayuda. Como desconfiaba de las medicinas, no aceptó ninguna y no
quiso tomar los baños, que en esa época eran siempre parte del tratamiento de
todas las enfermedades. Sin embargo, sanó al cabo de cinco años y reinició sus
peregrinajes. Fue a Roma para visitar las tumbas de los santos apóstoles; al
monte Gargano, para orar a san Miguel y a los santuarios de numerosos
mártires.
Bien pronto pensó que era mejor dejar el mundo y
establecerse en algún sitio retirado. Sobre el monte Corno vivía un ermitaño al
que se unió para imitarlo; le pidió un hábito monástico y se instaló en una
celda, cerca de la cumbre. Este ensayo no tuvo éxito, y Plácido descendió al
monasterio de San Nicolás, situado al pie del mismo monte. Allí pasó un año.
Entró después al servicio de la iglesia del Santo Salvador. Una mujer se fijó en
él y comenzó a importunarle a tal grado, que Plácido creyó no poder escapar al
pecado sino por medio de la huida y se escondió en una caverna vecina. Al cabo
de cinco meses, tuvo que huir de nuevo, hasta que encontró un escondite sobre
una roca muy escarpada, cerca de la ciudad de Ocre. Allí permaneció doce años,
pero no consiguió pasar completamente inadvertido. Las gentes de los alrededores
que conocían su santidad y le atribuían milagros, querían verlo y trataban de
llegar hasta su refugio, pero pocos podían lograrlo porque estaba en un lugar de
difícil acceso. Un día, un sacerdote llamado Simeón se cayó a un precipicio y se
mató. A fin de que no se repitieran tan infortunados accidentes entre las gentes
que iban a visitarle, Plácido dejó su amada soledad y se instaló en una montaña
arbolada.
Sus austeridades severísimas, ayunos frecuentes,
abstinencia perpetua y maceraciones de todas clases, no impidieron que sus
discípulos tratasen de imitarlo. Plácido los aceptaba y, con miras a darles un
conveniente acomodo, recurrió al conde Bérard para que le permitiese ocupar una
colina pedregosa y desierta que dominaba la ciudad de Ocre. La toma de posesión
tuvo lugar en noviembre de 1222. Muy pronto, los monjes acondicionaron el
terreno para establecer sus dominios, plantaron árboles y construyeron un
monasterio al que pusieron bajo la invocación del Espíritu
Santo.
A petición general, Plácido quedó a la cabeza de la
comunidad, cargo que desempeñó muy bien. Cuando se sintió morir, quiso asegurar
la continuidad de su fundación. Razonablemente, consideró que un monasterio
aislado no podría sostenerse y sometió la abadía del Espíritu Santo del Valle de
Ocre al monasterio cisterciense de Casa-Nova, en la diócesis de Penne que,
debido a san Vicente y san Anastasio, estaba afiliado a los de Claraval. Murió
en el curso de ese mismo año, el 12 de junio de 1248, asistido por el abad de
Casa-Nova, a quien Plácido le había predicho la prosperidad de ambas casas. Los
milagros que se realizaron después de su muerte, popularizaron su
culto.
Su vida fue escrita por un monje de Casa-Nova, Pablo de
Celano, Acta Sanctorum, junio, vol. II, p.
608-616.
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fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Tomado de: eltestigofiel.com
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