Beato Guido (Guy) de Cortona, Franciscano
Junio 12
Sacerdote de la Primera Orden Franciscana
Sacerdote de la Primera Orden Franciscana
(1190•1250) Su culto y misa fueron concedidos por Gregorio XIII en 1583.
Guido, compañero de San Francisco, nació en Cortona
hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Pasó su juventud adquiriendo una buena
cultura que le permitió llegar a ser sacerdote, y dado a la oración, la
mortificación y el trabajo en ayuda de los
pobres.
En 1211 el Poverello de Asís fue huésped suyo. Comieron
juntos y cuando tomaban el postre, le confió al Santo con gran sencillez su
deseo de hacerse discípulo suyo. Preguntó qué debía hacer y la respuesta fue
breve. Dar todo a los pobres, renunciando a todos los bienes terrenos. Guido no
perdió tiempo. Siguió con tanta rapidez el consejo del Pobrecillo, que al otro
día, arreglados todos sus asuntos, pudo recibir el hábito y ceñir la cuerda de
la penitencia
franciscana.
Cortona tuvo así en las afueras de los muros su
conventillo de Hermanos Menores, del cual Guido fue el alma y guía. Fue
sacerdote y hermano, sin faltar en nada a la humildad franciscana y a la
perfecta modestia. El Santo de Asís lo quiso sinceramente y lo estimó como a
pocos otros
discípulos.
Pero quien lo amó particularmente fue el pueblo de
Cortona, del cual el Beato fue un gran bienhechor. La devoción popular le
atribuye clamorosos milagros, como el del agua convertida en vino, de la harina
prodigiosamente multiplicada, de la curación de un paralítico y sobre todo el de
volver a la vida a una muchacha caída en un pozo. Entre los milagros y las
muchas buenas obras, la oración y la penitencia, las prácticas religiosas y el
cuidado del convento transcurrió serena y luminosa la vida de
Guido.
Con el Seráfico Padre se retiró por algún tiempo a un
lugar solitario a un kilómetro de Cortona, llamado el conventico de Las Celdas,
que se considera uno de los primeros construidos en la Orden, y cultivó más
intensamente la vida de piedad y de mortificación. Más tarde visitó a San
Francisco de Asís y obtuvo el permiso de la predicación, con la cual, como con
sus milagros, recogió abundantes frutos de bien. Al volver Francisco a Cortona,
fue nuevamente a donde él, y recibió del mismo un gran elogio delante de los
cortoneses, que obtuvieron la seguridad de la poderosa intercesión que él
siempre había ejercitado en su favor, predicción que no quedó sin
cumplirse.
Un día el Patriarca de Asís, muerto hacía cerca de
veinte años, se apareció al fraile cortonés
anunciándole la hora de la recompensa. Cuando ésta llegó, pareció que Guido partiera para un viaje largamente ansiado, en compañía de la persona más amada: “He aquí a mi querido San Francisco, exclamó agonizando. Todos de pies! Vamos tras él”. A los 60 años de edad, voló su alma de la tierra al cielo en junio de 1250. Su cuerpo permaneció donde vivió y murió, en Cortona, que así vino a ser la ciudad del Beato Guido, antes de ser, unos decenios después, la ciudad de Santa Margarita, la mujer apasionada, después del hombre generoso y bienhechor.
anunciándole la hora de la recompensa. Cuando ésta llegó, pareció que Guido partiera para un viaje largamente ansiado, en compañía de la persona más amada: “He aquí a mi querido San Francisco, exclamó agonizando. Todos de pies! Vamos tras él”. A los 60 años de edad, voló su alma de la tierra al cielo en junio de 1250. Su cuerpo permaneció donde vivió y murió, en Cortona, que así vino a ser la ciudad del Beato Guido, antes de ser, unos decenios después, la ciudad de Santa Margarita, la mujer apasionada, después del hombre generoso y bienhechor.
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Fuente: Franciscanos.net
Fuente: Franciscanos.net
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