Septiembre 22
(1893-1936). Nació en Ceánuri (Vizcaya). A los once años ingresó en el
Colegio Seráfico de Regla en Chipiona (Cádiz), donde estudió las humanidades.
Hecho el noviciado, emitió la profesión simple en 1909; a continuación emprendió
los estudios filosóficos y teológicos; en 1912 hizo la profesión solemne y,
terminados los estudios, fue ordenado de sacerdote en 1916 en el Santuario de
Nuestra Señora de Regla.
La obediencia lo destinó primero a las fraternidades de Vélez-Málaga y Lebrija (Sevilla). Tras el Capítulo provincial de 1919, fue nombrado professor y rector del Colegio Seráfico de Chipiona, a la vez que organista y maestro de coro del Santuario. En 1921 pasó a Estepa (Sevilla), y al año siguiente volvió a Chipiona como vicario del Colegio, director de la Orden Franciscana Seglar y de la Pía Unión de San Antonio; de 1922 a 1928 se dedicó, además, a la docencia de teología dogmática y de literatura universal y española. En cuantas tareas se le confiaron, por diversas y gravosas que fueran, demostró siempre una ejemplar dedicación y competencia.
Fue el primer superior y rector del Colegio de San Pantaleón de Aras
(Santander) que su Provincia abrió en 1930, y permaneció en esos cargos hasta
julio de 1932, permaneciendo luego allí otro año más como vicario. A su
dedicación al colegio y a la comunidad, añadía siempre con generosidad el
ejercicio de la predicación y de la administración de sacramentos, tanto en la
iglesia conventual como en la parroquial.
Nunca llegó a ver satisfecho su ferviente anhelo de ser misionero entre infieles, aunque logró pasar a la Misión de Marruecos en 1933. Unas fiebres malignas, contraídas al llegar a Tetuán, lo obligaron a regresar a España en diciembre de 1933, primero a Estepa y, algunos días después, el 16 de los mismos, ya más recuperado, a Fuente Obejuna (Córdoba) como guardián o superior de aquel convento. Los dos años y medio restantes de su vida fueron una época muy brillante para él y para la Iglesia, entregándose totalmente a la asistencia de los grupos parroquiales, a la OFS, a la Pía Unión, a la juventud Antoniana, desarrollando una importante actividad pastoral desde el confesionario, y sobre todo desde el anuncio de la palabra, llegando a ser llamado por el obispo de Córdoba para que misionara por los pueblos de la diócesis.
Los días 20 y 22 de julio de 1936, las autoridades de la ciudad realizaron varios registros en el convento con la excusa de buscar las armas allí escondidas. El día 27, so pretexto de protección de sus personas, sacaron a los frailes del convento, que al día siguiente fue saqueado por las turbas, y los tuvieron detenidos en las oficinas de Telégrafos, hasta ser conducidos el 14 de agosto sucesivo al palacio de la marquesa de Valdeloro, lugar convertido en prisión. El 20 de septiembre por la noche fueron trasladados en siete camiones, en compañía de 50 seglares, cuarenta y tres de los cuales fueron fusilados a pocos Km de la ciudad, mientras que los siete restantes y nuestros religiosos fueron trasladados al cercano pueblo de Azuaga (Badajoz) y encerrados en la cárcel.
Hacia las 9 de la noche cinco de los religiosos y los siete seglares sufrieron el martirio. Quedaba vivo en la cárcel el P. Félix Echevarría. Según confesión de un miliciano, intentaron por todos los medios hacerle blasfemar (le dieron dos palizas y dos tiros en las piernas, le sacaron los dos ojos, le cortaron una oreja y al final la lengua). Al no conseguirlo, acabaron con él rematándolo a culatazos de fusil en la boca y en la cabeza. Después de cuatro horas de agonía, murió mártir como los otros compañeros.
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Fuente: oremosjuntos.com
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