sábado, septiembre 21, 2013

San Jonás, Profeta

San Jonás, Profeta
Septiembre 21

Martirologio Romano: Conmemoración del personaje de la Biblia san Jonás, profeta, hijo de Amitay (2Re 14, 25), cuyo nombre lleva un libro del Antiguo Testamento, y su conocida expulsión del vientre del cetáceo es presentada en el propio Evangelio como signo de la Resurrección del Señor (Mt 12, 40). 761 a. C.

El profeta Jonás, hijo de Amitay, nació en Gathherpher de Galilea (cerca del futuro Nazaret). Profetizó en la segunda mitad del siglo VIII a.C. en Nínive, la capital de Asiria. Se supone que fue un contemporáneo más joven y un alumno de Eliseo. El sepulcro de Jonás se encuentra en una aldea de El-Meshad (El-Meshkhad, una aldea construida donde antes estaba el antiguo Gefajover).

Su libro no contiene las prédicas habituales dirigidas a los hebreos, pero nos cuenta la misión de Jonás en la Nínive pagana. Al principio, él no quería ir a predicar a los extranjeros paganos adonde lo enviaba Dios y tomó por su cuenta un barco en Jope (Jaffa)

Imagina: ...Un hombre corre nervioso por las calles del puerto de Jope, que está sobre el Mediterráneo. Él quiere tomar el primer barco que le pueda llevar lejos, lo más lejos posible. Ojalá lo llevara al otro extremo del mar, a Tarsis (España).

Al llegar al muelle, encuentra el barco que necesita. Así que, sin más dudas, paga el pasaje, y se embarca. Por fin, ha logrado escapar. La voz de Dios ya no le incomodará más...

¿De quién se trata? Se trata de Jonás, el profeta de Dios, que huye para no tener que ir a Nínive, esa ciudad pagana, a predicar el mensaje que Dios le ha encomendado.

La travesía por el mar parece normal e incluso placentera, hasta que se desata una violenta tempestad. Los marineros están desconcertados. Nunca habían vivido algo así. Ellos invocan cada uno a sus dioses, pero la tempestad no amaina.

De pronto, alguno pregunta cuál será la causa de tan gran mal. Al echar suertes, ésta cae sobre Jonás. Jonás reconoce que es por su culpa que les ha sobrevenido esto, y sugiere que lo echen al mar para salvar la embarcación. Tras denodados esfuerzos por salvar la nave, los hombres no tienen otra alternativa. Jonás es lanzado al mar.

El mar ahora está quieto. La embarcación se salva, pero ahora el problema lo tiene Jonás. Las aguas del mar amenazan sobrepasarlo, entonces Dios tiene misericordia y ordena a un pez que se lo trague.

Jonás está en el vientre del gran pez. Siente que la muerte pende sobre su cabeza. La angustia lo envuelve. Las algas se le enredan en la cabeza. El abismo, las profundas aguas del mar le rodean y amenazan. ¡Cuán largas son las horas! No es un día ni dos. No es una noche ni dos. Son tres largos días con sus noches. Siente que está encerrado en una cárcel bajo crueles cerrojos.

(Este hecho, extraordinariamente raro, es sin embargo posible. Hay ballenas, llamadas en ingles "Fin-Buck," que alcanzan 88 pies de largo. En el estómago tienen de cuatro a seis compartimentos, en cada uno de los cuales cabrían varios hombres. Las ballenas tienen respiración aérea y en su cabeza tienen cámara de reserva de mucho aire (686 pies cúbicos). Se encontraron en los estómagos de las ballenas restos de animales y hasta hombres vivos. La ballena-tiburón, de 70 pies de largo, también puede contener a un hombre sin dañarlo físicamente)

Pero allí, Jonás invoca el nombre del Señor, y éste manda al pez, quien lo vomita sin un rasguño en tierra.

El Señor Jesucristo usa a este profeta como ejemplo de lo que habría de ser su muerte. Tal como Jonás estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches, también Él habría de estar en el corazón de la tierra tres días.

Si revisamos la historia del profeta, podemos hallar una alegoría del porqué de su muerte. Más allá de su estancia en el corazón de la tierra, podemos ver que fue necesario que Cristo muriera para que los juicios de Dios sobre el hombre fueran quitados.

Fue necesario que Cristo fuera lanzado a las aguas de la muerte para que se aquietara el mar embravecido. Es raro hallar en Jonás el desinterés por su propia vida, al ofrecerla para la salvación de esos hombres. Es sumamente extraño en un profeta tan desobediente. Jonás estaba siendo usado por Dios para mostrarnos la hermosa actitud de entrega del Señor Jesús por nosotros.

Así como Jonás ofreció su vida por la de esos hombres, así el Señor Jesucristo fue a la muerte por todos nosotros.

No obstante, hay una diferencia fundamental. Jonás fue lanzado al mar en castigo por su desobediencia. En cambio, Cristo fue a la muerte en castigo por nuestra desobediencia.
Jonás vivió sólo las angustias de la muerte; en cambio el Señor padeció la muerte de verdad.
¿No es maravilloso? Murió por ti y por mí, para que nosotros alcanzásemos vida eterna.
 
Ése es Jonás. Ése es el hombre”. Su historia está narrada en el libro de “Jonás” del Antiguo Testamento.
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