Beata Paula Montaldi de Mántua, Virgen Abadesa Clarisa
Agosto 18
Martirologio Romano: En Mantua, de la Lombardía, beata Paula Montaldi, virgen, abadesa de la Orden de las Clarisas, que se distinguió por su devoción a la pasión del Señor y por su constante oración y austeridad (1514).
Martirologio Romano: En Mantua, de la Lombardía, beata Paula Montaldi, virgen, abadesa de la Orden de las Clarisas, que se distinguió por su devoción a la pasión del Señor y por su constante oración y austeridad (1514).
Etimología: Paula = “la que descansa”.
Paula Montaldi nació en Volta Mantovana en 1443. De sólo quince años, en 1458, ingresó en el monasterio de las Hermanas Clarisas, de Santa Lucía en Mantua, donde por largos años fue abadesa. La Pasión de Jesús era el objeto más familiar de sus conversaciones, como también de sus meditaciones y contemplaciones. Fue devotísima de la Eucaristía. Llevó una vida muy austera, llevaba cilicio, se flagelaba y ayunaba, siempre feliz en las humillaciones, en el trabajo y en las fatigas.
Paula Montaldi nació en Volta Mantovana en 1443. De sólo quince años, en 1458, ingresó en el monasterio de las Hermanas Clarisas, de Santa Lucía en Mantua, donde por largos años fue abadesa. La Pasión de Jesús era el objeto más familiar de sus conversaciones, como también de sus meditaciones y contemplaciones. Fue devotísima de la Eucaristía. Llevó una vida muy austera, llevaba cilicio, se flagelaba y ayunaba, siempre feliz en las humillaciones, en el trabajo y en las fatigas.
Para con sus cohermanas se mostró llena de caridad y
pronta a todas sus necesidades. Bajo su dirección el monasterio de Santa Lucía
fue floreciente por las numerosas vocaciones y por la vida seráfica que allí se
llevaba.
Agradecida al Señor por los favores que le había
concedido, solía repetir esta oración: “Dios mío, te amo con todo mi corazón,
con un amor sin medida y por toda mi vida no cesaré de cantar tus alabanzas!”.
En 56 años de vida religiosa nunca dio un disgusto a sus cohermanas. Como
superiora prudente, procuró también el bien material de su comunidad, convencida
de que habrá perfecta observancia de la regla cuando no falte lo necesario para
la vida. En el jardín hizo excavar un pozo, llamado “Pozo de la Beata Paula”,
cuya agua abundante posee virtudes
curativas.
Su confianza en Dios era grande. A menudo repetía la
expresión de San Pablo: “Sé de quién me he fiado!”. Su alma a veces era
arrebatada en dulces éxtasis, a veces se oyeron coros angélicos que cantaban
junto al tabernáculo. Escribió varios opúsculos especialmente sobre el nombre de
Jesús, que lamentablemente se han
perdido.
Un día mientras oraba en éxtasis ante un crucifijo
situado en lo alto de una escalera, el demonio la atacó y la arrojó por tierra
pavorosamente. Fue recogida por las cohermanas y recostada sobre un jergón. Eran
los últimos días y las últimas pruebas. Exhausta por las vigilias prolongadas,
por el riguroso ayuno y otras ásperas penitencias, asistida por su confesor y
sus cohermanas, apretando contra su corazón el crucifijo, repitió nuevamente su
jaculatoria predilecta: “Pasión de Cristo, Sangre de Cristo, misericordia de
mí”. Y serenamente expiró. Era el 18 de agosto de 1514. Tenía 71 años, de los
cuales transcurrió en el monasterio
56.
Su culto fue aprobado por Pío IX el 6 de septiembre de
1876.
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Fuente:
Franciscanos.net
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