Día litúrgico: Miércoles XIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando
a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para
expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los
doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés;
Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el
publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote,
el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas
instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de
samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id
proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».
«Id proclamando que el Reino de los Cielos está
cerca»
Rev. D. Fernando PERALES i Madueño - (Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús enviando a sus discípulos en misión:
«A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones» (Mt 10,5). Los
doce discípulos forman el “Colegio Apostólico”, es decir “misionero”; la
Iglesia, en su peregrinación terrena, es una comunidad misionera, pues tiene su
origen en el cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según los
designios de Dios Padre. Lo mismo que Pedro y los demás Apóstoles constituyen un
solo Colegio Apostólico por institución del Señor, así el Romano Pontífice,
sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles, forman un todo
sobre el que recae el deber de anunciar el Evangelio por toda la tierra.
Entre los discípulos enviados en misión encontramos a aquellos a los que
Cristo les ha conferido un lugar destacado y una mayor responsabilidad, como
Pedro; y a otros como Tadeo, del que casi no tenemos noticias; ahora bien, los
evangelios nos comunican la Buena Nueva, no están hechos para satisfacer la
curiosidad. Nosotros, por nuestra parte, debemos orar por todos los obispos, por
los célebres y por los no tan famosos, y vivir en comunión con ellos: «Seguid
todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de los ancianos como a
los Apóstoles» (San Ignacio de Antioquía). Jesús no buscó personas instruidas,
sino simplemente disponibles, capaces de seguirle hasta el final. Esto me enseña
que yo, como cristiano, también debo sentirme responsable de una parte de la
obra de la salvación de Jesús. ¿Alejo el mal?, ¿ayudo a mis hermanos?
Como la obra está en sus inicios, Jesús se apresura a dar una consigna de
limitación: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;
dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que
el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,5-6). Hoy hay que hacer lo que se
pueda, con la certeza de que Dios llamará a todos los paganos y samaritanos en
otra fase del trabajo misionero.
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Fuente: evangeli.net
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