Día litúrgico: Jueves XV del tiempo ordinario
Santoral 16 de Julio: Nuestra Señora del Carmen, Fiesta del Escapulario Café (1251)
(Memoria Litúrgica)
Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús
dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera».
«Venid a mí todos los que estáis fatigados (…), yo os daré
descanso»
P. Julio César RAMOS González SDB - (Mendoza, Argentina)
Hoy, ante un mundo que ha decidido darle la espalda a Dios, ante un mundo
hostil a lo cristiano y a los cristianos, escuchar de Jesús (que es quien nos
habla en la liturgia o en la lectura personal de la Palabra), provoca consuelo,
alegría y esperanzas en medio de las luchas cotidianas: «Venid a mí todos los
que estáis fatigados (…), yo os daré descanso» (Mt 11,28-29).
Consuelo, porque estas palabras contienen la promesa del alivio que
proviene del amor de Dios. Alegría, porque hacen que el corazón manifieste en la
vida, la seguridad en la fe de esa promesa. Esperanzas, porque caminando, en un
mundo así de resuelto contra Dios y nosotros, los que creemos en Cristo sabemos
que no todo acaba con un fin, sino que muchos “fines” fueron “principios” de
cosas mucho mejores, como lo mostró su propia resurrección.
Nuestro fin, para principio de novedades en el amor de Dios, es estarse
siempre con Cristo. Nuestra meta es ir indefectiblemente al amor de Cristo,
“yugo” de una ley que no se basa en la limitada capacidad de los voluntarismos
humanos, sino en la eterna voluntad salvadora de Dios.
En ese sentido nos dirá Benedicto XVI en una de sus Catequesis: «Dios tiene
una voluntad con y para nosotros, y ésta debe convertirse en lo que queremos y
somos. La esencia del cielo estriba en que se cumpla sin reservas la voluntad de
Dios, o para ponerlo en otros términos, donde se cumple la voluntad de Dios hay
cielo. Jesús mismo es “cielo” en el sentido más profundo y verdadero de la
palabra, es Él en quien y a través de quien se cumple totalmente la voluntad de
Dios. Nuestra voluntad nos aleja de la voluntad de Dios y nos vuelve mera
“tierra”. Pero Él nos acepta, nos atrae hacia Sí y, en comunión con Él,
aprendemos la voluntad de Dios». Que así sea, entonces.
«Venid a mí todos los que estáis fatigados»
Hno. Lluís SERRA i Llançana - (Roma, Italia)
Hoy, las palabras de Jesús resuenan íntimas y cercanas. Somos conscientes
de que el hombre y la mujer contemporáneos sufren una enorme presión
psicológica. El mundo gira y da vueltas de tal manera que no tenemos tiempo ni
paz interior suficientes para asimilar estos cambios. Nos hemos alejado
frecuentemente de la simplicidad evangélica y estamos cargados de normas,
compromisos, planificaciones y objetivos. Nos sentimos agobiados y cansados de
luchar sin ver resultados convincentes. Las investigaciones recientes afirman
que la depresión aumenta. ¿Qué nos falta para encontrarnos bien?
Hoy, a la luz del Evangelio, podemos revisar cuál es nuestra concepción de
Dios. ¿Cómo vivo y siento a Dios en mi interior? ¿Qué sentimientos me despiertan
su presencia en mi vida? Jesús nos ofrece su comprensión cuando sentimos el
cansancio y tenemos ganas de reposar: «Venid a mí todos los que estáis fatigados
y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Quizá hemos luchado para ser
perfectos y en el fondo lo único que queremos es sentirnos amados. En sus
palabras encontramos respuesta a nuestra crisis de sentido. Nuestro ego nos
juega malas pasadas y no nos permite ser tan buenos como quisiéramos. No vemos
quizá la luz en determinadas épocas. Santa Juliana de Norwich, mística inglesa
del siglo XIV, entendió el mensaje de Jesús y escribió: «Todo irá bien, todas
las cosas irán bien».
La propuesta de Jesús —«aprended de mí» (Mt 11,29)— implica seguir su
estilo de benevolencia (querer el bien para todos) y de humildad de corazón
(virtud que hace referencia a tocar de pies a tierra y a que sólo la gracia
divina nos puede hacer levantar el vuelo). Ser discípulo exige aceptar el yugo
de Jesús, recordando que su yugo es «suave» y su carga «ligera». Pero no sé si
estamos convencidos de que eso es así. Vivir como persona cristiana en nuestro
contexto no resulta fácil, ya que optamos por valores a contracorriente. No
dejarse llevar por el dinero, por el prestigio o por el poder exige un esfuerzo.
Si lo queremos hacer solos, se convertirá en una empresa imposible. Con Jesús
todo es posible y suave.
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Fuente: evangeli.net
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