Día litúrgico: Jueves XVI del tiempo ordinario
Santoral 23 de Julio: Santa Brígida de Suecia, Virgen Fundadora, Patrona de Europa
(Memoria
Litúrgica)
Texto del Evangelio (Mt 13,10-17): En aquel tiempo,
acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del
Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le
sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les
hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En
ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar,
miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han
hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con
sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!
Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis,
pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
«¡... dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque
oyen!»
Rev. D. Manel MALLOL Pratginestós - (Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, recordamos la "alabanza" dirigida por Jesús a quienes se agrupaban
junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque
oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van dirigidas también a nosotros estas
palabras de Jesús, o son únicamente para quienes lo vieron y escucharon
directamente? Parece que los dichosos son ellos, pues tuvieron la suerte de
convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente a su lado. Mientras que
nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y profetas -¡sin ser justos
ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.
No olvidemos, sin embargo, que el Señor se refiere a los justos y profetas
anteriores a su venida, a su revelación: «Os aseguro que muchos profetas y
justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron» (Mt 13,17). Con Él
llega la plenitud de los tiempos, y nosotros estamos en esta plenitud, estamos
ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la salvación. Es verdad que no hemos
visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le hemos conocido y le conocemos. Y no
hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí que hemos escuchado y
escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es
sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y,
por eso, nos da la felicidad y la alegría.
Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos
que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban
aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a
Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos
realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y
la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen
realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. «Recibe, pues, la imagen
de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín).
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Fuente: evangeli.net
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