Día litúrgico: Viernes XV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús
cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se
pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron:
«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les
dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le
acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia,
que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los
sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes,
en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que
hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa
aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no
tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».
«Misericordia quiero y no sacrificio»
Rev. D. Josep RIBOT i Margarit - (Tarragona, España)
Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger frutos de
santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la
casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso
sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad
de amar?
«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado» (Mt 12,2).
Lo dijeron convencidos, eso es lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el bien,
siempre? Algo te recuerda que ningún motivo te excusa de ayudar a los demás. La
caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la
arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de
la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los
demás.
«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas veces,
para grabarlo en tu corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere
misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí;
Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos
estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!
Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes. Grave
acusación. ¿Y tú? ¿te interesas de verdad por las cosas de los demás? ¿los
juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un hermano?
Procura no perder el norte de tu vida.
Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas perdonar. Sé
benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de esta
disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando algún
propósito eficaz.
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Fuente: evangeli.net
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