Desposorio de la Virgen María con San José, Fiesta Universal
Enero 23 - Noviembre 26
Los evangelios hacen aparecer a María cuando narran la concepción de Jesús.
Según lo que narran se puede ver que María en ese momento era prometida de José
de Nazaret, quien era carpintero.
Los relatos evangélicos se inician después de los desposorios de María con
San José. El evangelio según san Lucas dedica dos capítulos a la concepción e
infancia de Jesús. Es en Lucas también donde es llamada “muy favorecida”,
“bendita entre todas las mujeres”, “madre del Señor”…
La sentencia comúnmente aceptada por los teólogos es que María contrajo
verdadero matrimonio con San José. Para algunos es incluso verdad de fe (como
Seldmayr), para otros próxima a la fe (Lepicier). Según el Papa Benedicto XIV la
sentencia contraria (es decir, que no hubo matrimonio verdadero) es
‘temeraria’.
Los textos bíblicos siempre hablan de ‘desposorio’, ‘matrimonio’:
-Lc 1,26-38: ‘una virgen desposada con un varón de nombre José’;
-Lc 2,5: José fue a Belén, ‘con María su esposa’;
-Mt 1,18-25: ‘Estando desposada María… con José…’; ‘…José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa…’; ‘recibiendo en su casa a su esposa’…
-Lc 1,26-38: ‘una virgen desposada con un varón de nombre José’;
-Lc 2,5: José fue a Belén, ‘con María su esposa’;
-Mt 1,18-25: ‘Estando desposada María… con José…’; ‘…José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa…’; ‘recibiendo en su casa a su esposa’…
Estos textos indican claramente que en el momento de la Anunciación, María
estaba ciertamente desposada con José. Era virgen (lo dice expresamente San
Lucas). Tenía intención de permanecer virgen, aún estando, como ya estaba,
desposada: lo expresa claramente su pregunta al ángel: “¿cómo podrá suceder
esto, si no yo conozco varón?”; esta pregunta carece de todo sentido y es
ininteligible en una mujer que está a punto de convivir con un hombre, pues en
tal caso debería haber supuesto que concebiría del modo más natural del mundo,
una vez que empezase a convivir con José. Distinto es el caso en que Ella
tuviese intención, compartida con su esposo, de permanecer virgen; en este caso:
o el ángel está hablando de un cambio de planes por parte de Dios…. o de un
milagro inaudito.
La encarnación tuvo lugar antes de que María fuese llevada a casa de José.
Revelado a José el misterio de la concepción virginal, José llevó a María a su
casa, celebrándose las nupcias (Mt 2,24). El matrimonio se realizó según el
ceremonial hebreo que incluía: primero los esponsales o promesa de unión (en
este estado de vida estaba María en la Anunciación) y luego las nupcias o
solemne introducción de la esposa en casa del marido.
Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se
desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes
mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas (na’arah) a partir
de esa edad podían desposarse.
El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente
dicho: el primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos
y obligaciones, aunque la vida en común era preciso. Si la novia no había estado
casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda
parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la
novia desde la casa de sus padres a la de él.
Los desposorios entre los judíos equivalían a nuestra boda, aunque no eran
nupcias definitivas. Si después de los desposorios ella era infiel a su marido
se la consideraba adúltera, y si éste moría, a ella se la consideraba
viuda.
Los desposorios judíos suponían un compromiso tan real que al prometido se
llamaba “marido”. Aunque María no vivía todavía con San José, ya era su legítima
esposa. Por eso el ángel llama a María esposa: «José, no temas aceptar a María,
tu esposa»(273).
En cuanto a la naturaleza del matrimonio hay que decir que San José y la
Virgen María contrajeron verdadero matrimonio en cuanto a su esencia (o como se
dice en teología: en cuanto a su primera y esencial perfección) porque lo formal
del matrimonio (lo que constituye propiamente a un hombre y una mujer en
esposos) es el consentimiento para la unión conyugal, es decir en la unión
indivisible de los ánimos.
En cuanto a la segunda perfección (que es el uso del matrimonio o unión
carnal de los esposos) José y María renunciaron voluntariamente antes ya de que
María fuese introducida en casa de José. ¿Esto implica imperfección del
matrimonio?. Hay que distinguir que en cuanto a la unión carnal, no fue
matrimonio perfecto, pero sí fue perfecto en cuanto a la educación de la prole:
el niño Jesús.
¿Cuáles fueron los motivos de conveniencia para que María se desposase con
San José si no iban a tener vida matrimonial (en cuanto a la unión carnal)?. Los
motivos más importantes que señalan los santos Padres son:
Para que Jesús no fuera tenido por hijo ilegítimo por los impíos.
Para escribir su genealogía dentro del uso corriente, por medio del varón.
Para ocultar al diablo el parto de la Virgen.
Para que José tuviera el oficio de alimentarlo.
Para librar a la Virgen de toda infamia (calumnia).
Para que no fuera apedreada como adúltera por quienes no aceptasen el milagro de la Encarnación virginal.
Para que tuviese el auxilio de José a lo largo de su vida.
Para simbolizar a la Iglesia desposada con Jesucristo.
Para honrar a la virginidad y al matrimonio, y presentar tanto a las vírgenes como a las esposas un ejemplo vivo.
Para que Jesús no fuera tenido por hijo ilegítimo por los impíos.
Para escribir su genealogía dentro del uso corriente, por medio del varón.
Para ocultar al diablo el parto de la Virgen.
Para que José tuviera el oficio de alimentarlo.
Para librar a la Virgen de toda infamia (calumnia).
Para que no fuera apedreada como adúltera por quienes no aceptasen el milagro de la Encarnación virginal.
Para que tuviese el auxilio de José a lo largo de su vida.
Para simbolizar a la Iglesia desposada con Jesucristo.
Para honrar a la virginidad y al matrimonio, y presentar tanto a las vírgenes como a las esposas un ejemplo vivo.
EL ANILLO NUPCIAL DE MARÍA Y JOSÉ
Desde la Edad Media los anillos de la boda de José y María ejercieron
cierta fascinación en la religiosidad popular. La influencia de las narraciones
apócrifas que se deleitaban en el milagro de la elección de José para esposo por
una parte, la iconografía de los desposorios por otra, contribuyeron a que la
ceremonia de la boda, con anacronismos encantadores, divulgara la imagen de la
imposición o entrega del anillo por san José a la esposa María virgen. Todo ello
explica el hecho de que se conservaran y veneraran en lugares distintos cinco
anillos nupciales al menos. La primacía numérica la detentó u ostentó Francia,
con cuatro de las cinco joyas devocionales.
Dos monasterios benedictinos poseían sendas alianzas: el borgoñón de
Semur-en-Auxois que, según la tradición, fue donado por el que fuera patrono o
encomendero del monasterio, el conde Gérard del Rosellón, a mediados del siglo
VIII. El otro, más tardío, pertenecía a la abadía de Anchin, y se contaba que
había sido transportado por los cruzados y donado por benefactores civiles y
eclesiásticos en el siglo XIII.
Ya en el siglo XIV y comienzos del XV se veneraba en Notre Dame de Paris el
par de anillos que se creía haber intercambiado los santos esposos en su boda.
La fuente principal y señera que lo transmite es, nada menos, Jean Gerson, que
esgrime en prosa y verso esta prenda para afianzar su constante petición de una
fiesta con misa y oficio de los desposorios de José y María. Lo suplicaba al
poderoso e influyente duque de Berry en 1413 poniéndole de relieve el gran
servicio religioso que prestaría estableciendo y apoyando la fiesta (que habría
que colocar en tiempo litúrgico de Navidad) del “virginal matrimonio de San José
y Nuestra Señora y el rezo del oficio” que él mismo había compuesto, y, además,
todo ello en la iglesia de Notre Dame de Paris, “donde están los anillos del
desposorio de la Virgen”.
EL ANILLO DE PERUGIA
Ni todos en conjunto, ni ninguno de los anillos franceses en particular,
pudieron competir con el realmente afortunado, el que se conserva aún y se
venera en la capilla propia de la catedral de San Lorenzo de Perugia. Puede
decirse, incluso, que es la reliquia josefina por excelencia, la más enriquecida
de gracias espirituales, con indulgencias; la más rica también en leyendas y en
bibliografía de todos los talantes, desde la más crédula a la más crítica y
rigurosa; la vigente aún y animadora de acontecimientos culturales y festivos
con motivo de la exposición pública y ritual del anillo nupcial.
Sus orígenes son oscuros a más no poder, algo frecuente e incluso incitante
en devociones populares. Para ser más exactos, habría que decir que no se
conocen los orígenes del santo anillo, lo que sitúa a la reliquia en el ámbito
de la fantasía, de la imaginación, y del juego lejano de claros intereses
político y religiosos. La leyenda, posterior, explica la llegada del santo
anillo a Chiusi, su primera localización, en el siglo III gracias a la mártir
santa Mustiola, patrona de Chiusi y que había recibido el santo obsequio de su
marido, también mártir.
La otra versión, no más verosímil ni probable que la anterior, habla de la
presencia de la reliquia nupcial en Chiusi ya a principios del siglo XI. Un
joyero local, Rainerio o Ainero, la había recibido en Roma de un judío, con el
ruego de que la venerase como merecía, condición que no cumplió Rainerio con
aquella joya, que dejó semiolvidada en la iglesia de Santa Mustiola. Hasta que a
eso de los diez años, el hijo (además único) de Rainerio murió y fue conducido a
la iglesia de Santa Mustiola. Allí, estando en el túmulo, resucitó para
reprochar públicamente al padre su pecado de descuido, y, tras haber recibido la
seguridad de reparación de la culpa, murió otra vez plácidamente. Y comenzaron
los milagros, ya en aquella misma ocasión con un repique de campanas sin que
nadie las tañera. Siguieron con castigos a alguien que no respetó al santo
anillo y, según narran los cronistas de Chiusi conducidos por la fantasía, se
multiplicaron sin cesar en lo sucesivo.
La fama de los milagros despertó las rivalidades. Y a mediados del siglo
XIV, con la excusa de que la iglesia de Santa Mustiola, extramuros y regida por
canónigos regulares, resultaba insegura para tal tesoro, la reliquia se depositó
en la catedral. Fue una decisión de la autoridad civil, y los pleitos que se
siguieron entre los canónigos de ambas iglesias condujeron a que la autoridad
eclesiástica, el obispo de Chiusi, decidiera que el santo anillo fuera
depositado en una iglesia neutral: la urbana de los pobres franciscanos
conventuales.
Allí estaba, cuando se hizo presente otro de los elementos habituales en la
historia y en el tráfico de las reliquias: el hurto sacro, revestido casi
siempre con ropajes de intervenciones sobrenaturales para justificar la nueva
propiedad. En el caso del santo anillo es posible que actuaran también
rivalidades entre los poderes civiles y los eclesiásticos. Lo cierto fue que uno
de los frailes del convento de San Francisco, se dijo que llamado fray Winter,
de Maguncia, sustrajo la reliquia. Lo que ya no es tan seguro es discernir si,
tal y como confesaría el fraile, la robó con el objetivo de llevarla a su tierra
alemana o, comprado por las autoridades perusinas que se lo pagaron con
generosidad, llana y sencillamente para entregar el tesoro tan rentable a la
ciudad de Perugia.
La justificación se fabricaría por parte de la ciudad con la tradición de
que cuando el fraile ladrón se encaminaba hacia Alemania, justo allí, junto a
Perugia, le sorprendió una niebla tan densa y tan duradera, que le impidió
progresar, y por ello, y por inspiración divina, se vio obligado a entregar la
preciosa prenda al gobierno urbano de la ciudad. Por supuesto, el común de
Perugia lo acogió gozosamente y lo encerró en un arca fortísimo y con muchas
llaves. Y se depositó en la catedral de San Lorenzo.
Como era de esperar, las dos ciudades se enzarzaron en una guerra que no se
limitaba a la confrontación legal sino que llegaba también a expresiones más
violentas. Sixto IV, a quien recurrieron desde Chiusi y desde su defensora
Siena, decidió contra Perugia; pero el sucesor, Inocencio VIII, que necesitaba
ganarse el favor de la ciudad, dirimió el conflicto a favor de Perugia. Para
celebrarlo, en 1487 predicó un encendido apóstol de san José, el franciscano
fray Bernardino de Feltre. Fueron tan arrebatadas y fundadas sus palabras, que
animó a las autoridades a honrar la milagrosa reliquia con la edificación de una
capilla dedicada al santo anillo prónubo, como en realidad se hizo, y a fundar
lo que sería el alma alentadora del culto y de la veneración: la Cofradía del
Santo Anillo. Capilla propia en la catedral, cofradía responsable, interés del
municipio, todo ello ha influido de manera decisiva en la devoción a una
reliquia simpática, no cabe duda.
No obstante, a pesar de estos factores, a los que hay que añadir el del
atractivo turístico de las fiestas en la actualidad, en tiempos anteriores a los
contemporáneos se necesitaba también, y sobre todo, para la popularidad la
oferta de ganancias espirituales y los milagros. En cuanto a las indulgencias,
de las que disfrutaban los cofrades, para ganarlas estaban los tres días de
exposición, cuando se sacaba el santo anillo de su arca fuerte y se mostraba al
público.
Y por lo que se refiere a los milagros, las crónicas y los escritos
apologéticos dan buena cuenta tanto de los prodigios atribuidos a la mediación
de la reliquia como a su fama de proteger a las esposas embarazadas, a las
familias en cualquier necesidad. Favores que podrían obtener no sólo a los
peregrinos a su capilla sino también quienes disfrutasen de alguna copia (que
solía ser también de piedra) del santo anillo de Perugia.
La veracidad de la reliquia sería cuestionada, naturalmente, además de por
las exigencias religiosas de elite, por los críticos, desde que en el siglo XVII
la historiografía se hiciera más rigurosa y aventurase los criterios de
autenticidad característicos de los ilustrados del siglo XVIII. La verdad es que
los Bolandistas, tan rigurosos con las leyendas carmelitanas y las historias
proféticas, se muestran mucho más suaves con el santo anillo.
Andreas Rivet, en su interesante “Apología mariana” (1639) expone con tanta
dureza, que hasta el comprensivo Benedicto XIV se vería obligado a matizar sus
clamores. Con este motivo, el cardenal Lambertini esgrime un principio muy
válido de hermenéutica historiográfica: “en estas cosas no hay que reclamar más
que la probabilidad ni de este anillo hay que aseverar nada de manera firmísima
sino, y solamente, creer piadosamente lo que es tradición”.
La crítica sensata llegaría precisamente de este papa ilustrado. Al tratar
de las fiestas marianas, concretamente y en primer lugar de la de los
Desposorios de la Virgen con san José (23 de enero), termina hablando de la
reliquia del santo anillo. Alude a los que la atacan y también a los
excesivamente crédulos, como acabamos de ver, y manifiesta su punto de vista:
“Pero nosotros, con la debida veneración hacia esta reliquia, advertimos con la
mejor voluntad a quienes lean esas cosas que no se crean que por las actas de
Sixto IV y de Inocencio VIII la Sede Apostólica ha juzgado como genuino este
anillo santo. Porque ambos pontífices trataban solamente de si el anillo sagrado
debía adjudicarse al pueblo de Chiusi o al de Perugia; y a pesar de que en aquel
juicio se presumía la verdad del anillo, ¿quién hay que ignore que una cosa es
presumir y otra el definir y declarar?”.
La devoción y la leyenda, la capacidad de penetración de los sermones
antaño, de artes como el teatro, o del turismo, han popularizado esta reliquia,
mimada por la ciudad que la posee. Por si fuera poco, la iconografía,
concretamente la pintura, y la pintura de maestros de primer orden, ha sido otro
factor de propaganda del santo anillo. Nos referimos al cuadro de los
Desposorios, la tabla encargada por los magistrados y oligarquías urbanas de
Perugia nada más recibir el refrendo pontificio de la reliquia en su posesión
(1486). Después de avatares diversos, fue el maestro Perugino quien lo pintó, y
en la capilla del santo anillo permanecería desde 1504 hasta que los franceses
en 1797 lo expoliaran y lo llevaran a Francia (hoy se encuentra el cuadro en
Caen). Tanto los Desposorios de Perugino como los coetáneos de su discípulo
Rafael de Urbino, sitúan en el centro de la escena nupcial la entrega del anillo
de José a María.
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Fuente: orosdelavirgen.org
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Nota: El 23 de enero, Los Desposorios de la Virgen y San José. Aunque este fue el día que prevaleció, tuvo varias fechas, dependiendo de las diócesis y las épocas: 15, 22, 23 y 24 de enero, 6 de febrero, 7 de marzo, 30 de mayo, 28 de julio y 22 de diciembre.
Celebrada primero por los premonstratenses, propagada por los franciscanos y hecha propia por los carmelitas.
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Texto: Ramón Rabre
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Nota: El 23 de enero, Los Desposorios de la Virgen y San José. Aunque este fue el día que prevaleció, tuvo varias fechas, dependiendo de las diócesis y las épocas: 15, 22, 23 y 24 de enero, 6 de febrero, 7 de marzo, 30 de mayo, 28 de julio y 22 de diciembre.
Celebrada primero por los premonstratenses, propagada por los franciscanos y hecha propia por los carmelitas.
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Texto: Ramón Rabre
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