Día litúrgico: Domingo XXVIII (B) del tiempo ordinario
Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».
«Se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes»
Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer - (Sabadell, Barcelona, España)
Acostumbro a ir a Venezuela a una misión, y allí realmente —en su
pobreza, al no tener muchas seguridades humanas— las personas se dan
cuenta de que la vida cuelga de un hilo, que su existencia es frágil.
Esta situación les facilita ver que es Dios quien les da consistencia,
que sus vidas están en las manos de Dios. En cambio, aquí —en nuestro
mundo consumista— tenemos tantas cosas que podemos caer en la tentación
de creer que nos otorgan seguridad, que nos sostiene una gran cuerda.
Pero, en realidad —igual que los “pobres”—, estamos colgando de un hilo.
Decía la Madre Teresa: «Dios no puede llenar lo que está lleno de otras
cosas». Tenemos el peligro de tener a Dios como un elemento más en
nuestra vida, un libro más en la biblioteca; importante, sí, pero un
libro más. Y, por tanto, no considerarlo en verdad como nuestro
Salvador.
Pero tanto los ricos como los pobres, nadie se puede salvar por sí
mismo: «¿Quién se podrá salvar?» (Mc 10,26), exclamarán los discípulos.
«Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible
para Dios» (Mc 10,27), responderá Jesús. Confiémonos todos y del todo a
Jesús, y que esta confianza se manifieste en nuestras vidas.
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Fuente: evangeli.net
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