Día litúrgico: Domingo XXXI (C) del tiempo ordinario
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa»
Rev. D.
Joaquim
MESEGUER García - (Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, la narración evangélica parece
como el cumplimiento de la parábola del fariseo y el publicano (cf. Lc
18,9-14). Humilde y sincero de corazón, el publicano oraba en su
interior: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador» (Lc 18,13);
y hoy contemplamos cómo Jesucristo perdona y rehabilita a Zaqueo, el
jefe de publicanos de Jericó, un hombre rico e influyente, pero odiado y
despreciado por sus vecinos, que se sentían extorsionados por él:
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa» (Lc
19,5). El perdón divino lleva a Zaqueo a convertirse; he aquí una de las
originalidades del Evangelio: el perdón de Dios es gratuito; no es
tanto por causa de nuestra conversión que Dios nos perdona, sino que
sucede al revés: la misericordia de Dios nos mueve al agradecimiento y a
dar una respuesta.
Como en aquella ocasión Jesús, en su camino a Jerusalén, pasaba por Jericó. Hoy y cada día, Jesús pasa por nuestra vida y nos llama por nuestro nombre. Zaqueo no había visto nunca a Jesús, había oído hablar de Él y sentía curiosidad por saber quién era aquel maestro tan célebre. Jesús, en cambio, sí conocía a Zaqueo y las miserias de su vida. Jesús sabía cómo se había enriquecido y cómo era odiado y marginado por sus convecinos; por eso, pasó por Jericó para sacarle de ese pozo: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10).
El encuentro del Maestro con el publicano cambió radicalmente la vida de este último. Después de haber oído el Evangelio, piensa en la oportunidad que Dios te brinda hoy y que tú no debes desaprovechar: Jesucristo pasa por tu vida y te llama por tu nombre, porque te ama y quiere salvarte, ¿en qué pozo estás atrapado? Así como Zaqueo subió a un árbol para ver a Jesús, sube tú ahora con Jesús al árbol de la cruz y sabrás quien es Él, conocerás la inmensidad de su amor, ya que «elige a un jefe de publicanos: ¿quién desesperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?» (San Ambrosio).
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Fuente: evangeli.net
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