Día litúrgico: Jueves VII del tiempo ordinario
Santoral 23 de Febrero: San Policarpo, obispo y mártir
«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa»
Rev. D.
Xavier
PARÉS i Saltor - (La Seu d'Urgell, Lleida, España)
Hoy, el Evangelio proclamado se
hace un poco difícil de entender debido a la dureza de las palabras de
Jesús: «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela (...). Si tu ojo
te es ocasión de pecado, sácatelo» (Mc 9,43.47). Es que Jesús es muy
exigente con aquellos que somos sus seguidores. Sencillamente, Jesús nos
quiere decir que hemos de saber renunciar a las cosas que nos hacen
daño, aunque sean cosas que nos gusten mucho, pero que pueden ser motivo
de pecado y de vicio. San Gregorio dejará escrito «que no hemos de
desear las cosas que sólo satisfacen las necesidades materiales y
pecaminosas». Jesús exige radicalidad. En otro lugar del Evangelio
también dice: «El que quiera ganar la vida, la perderá, pero el que la
pierda por Mí, la ganará» (Mt 10,39).
Por otro lado, esta exigencia de Jesús quiere ser una exigencia de amor y de crecimiento. No quedaremos sin su recompensa. Lo que dará sentido a nuestras cosas ha de ser siempre el amor: hemos de llegar a saber dar un vaso de agua a quien lo necesita, y no por ningún interés personal, sino por amor. Tenemos que descubrir a Jesucristo en los más necesitados y pobres. Jesús sólo denuncia severamente y condena a los que hacen el mal y escandalizan, a los que alejan a los más pequeños del bien y de la gracia de Dios.
Finalmente, todos hemos de pasar la prueba de fuego. Es el fuego de la caridad y del amor que nos purifica de nuestros pecados, para poder ser la sal que da el buen gusto del amor, del servicio y de la caridad. En la oración y en la Eucaristía es donde los cristianos encontramos la fuerza de la fe y del buen gusto de la sal de Cristo. ¡No quedaremos sin recompensa!
Por otro lado, esta exigencia de Jesús quiere ser una exigencia de amor y de crecimiento. No quedaremos sin su recompensa. Lo que dará sentido a nuestras cosas ha de ser siempre el amor: hemos de llegar a saber dar un vaso de agua a quien lo necesita, y no por ningún interés personal, sino por amor. Tenemos que descubrir a Jesucristo en los más necesitados y pobres. Jesús sólo denuncia severamente y condena a los que hacen el mal y escandalizan, a los que alejan a los más pequeños del bien y de la gracia de Dios.
Finalmente, todos hemos de pasar la prueba de fuego. Es el fuego de la caridad y del amor que nos purifica de nuestros pecados, para poder ser la sal que da el buen gusto del amor, del servicio y de la caridad. En la oración y en la Eucaristía es donde los cristianos encontramos la fuerza de la fe y del buen gusto de la sal de Cristo. ¡No quedaremos sin recompensa!
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Fuente: evangeli.net
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