Día litúrgico: Sábado I de Cuaresma
«Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan»
Rev. D.
Joan
COSTA i Bou - (Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos exhorta al
amor más perfecto. Amar es querer el bien del otro y en esto se basa
nuestra realización personal. No amamos para buscar nuestro bien, sino
por el bien del amado, y haciéndolo así crecemos como personas. El ser
humano, afirmó el Concilio Vaticano II, «no puede encontrar su plenitud
si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». A esto se
refería santa Teresa del Niño Jesús cuando pedía hacer de nuestra vida
un holocausto. El amor es la vocación humana. Todo nuestro
comportamiento, para ser verdaderamente humano, debe manifestar la
realidad de nuestro ser, realizando la vocación al amor. Como ha escrito
Juan Pablo II, «el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí
mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se
le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y
lo hace propio, si no participa en él vivamente».
El amor tiene su fundamento y su plenitud en el amor de Dios en Cristo. La persona es invitada a un diálogo con Dios. Uno existe por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva, «y sólo puede decirse que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente este amor y se confía totalmente a su Creador» (Concilio Vaticano II): ésta es la razón más alta de su dignidad. El amor humano debe, por tanto, ser custodiado por el Amor divino, que es su fuente, en él encuentra su modelo y lo lleva a plenitud. Por todo esto, el amor, cuando es verdaderamente humano, ama con el corazón de Dios y abraza incluso a los enemigos. Si no es así, uno no ama de verdad. De aquí que la exigencia del don sincero de uno mismo devenga un precepto divino: «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario