En toda la historia de la Iglesia, solo dos madres han tenido el privilegio de asistir a la canonización de sus propios hijos.
La primera fue Asunta Carlini, madre de Santa María Goretti, quien en 1950, entre lágrimas de emoción, vio a su hija mártir ser elevada a los altares.
Ahora, 75 años después, le corresponde a Antonia Salzano, madre de Carlo Acutis, vivir esa gracia extraordinaria: contemplar cómo su hijo será reconocido oficialmente como santo.
Es un motivo de gozo y de gratitud.
Estas madres, con fe inquebrantable, entregaron al mundo hijos que hoy iluminan el camino de la Iglesia con su testimonio de amor y santidad.
Benditas mujeres que dieron a la humanidad verdaderos santos.
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