Santa María Herminia de Jesús, Franciscana Mártir en China
Julio 8 - 9
Mártires de China (†1900)
Entre los muchos mártires de la persecución desencadenada por los «Boxers»
de China en 1900, se encuentran siete Franciscanas Misioneras de María, que son
las protomártires de su Congregación. Habían llegado el año anterior a la misión
de Taiyuanfu y allí mismo, junto con San Gregorio Grassi y compañeros
franciscanos, inmolaron sus vidas en testimonio de la fe en Cristo. Todos ellos
fueron beatificados por Pío XII en 1946, y canonizados por Juan Pablo II el año
2000. Su fiesta se celebra el 8 de julio.
María Herminia de Jesús (Irma Grivot), alias Ermelina,
nació el 28 de abril de 1866 en Beaume (Dijon), Francia. Hogar humilde, su padre
construía toneles y su madre se dedicaba al hogar. Irma, de salud delicada, se
manifestaba como una niña sencilla, recta, vivaz, afectuosa, sensible hacia la
naturaleza y las cosas de Dios. Inteligente y estudiosa, terminó la escuela
primaria en 1883.
La vocación religiosa de Irma no fue aceptada ni comprendida por sus
padres, y creó, poco a poco, una situación, si no cruel, en todo caso muy dura
para la joven, que trató de independizarse dando clases particulares. En 1894 se
presenta en Vanves y allí inicia su prenoviciado. Al verla tan delicada de
salud, la dejan allí un tiempo para comprobar si podrá resistir la vocación
misionera. Su exterior frágil oculta una voluntad de hierro que supera todas las
dificultades.
Comienza su noviciado en Los Châtelets (Francia) en julio del mismo año, y
recibe el nombre de Marie-Hermine de Jésus. Dicen que el armiño (hermine en
francés) es un animal que prefiere la muerte a ensuciarse, y éste será uno de
los propósitos de Herminia: «Llevar la fe lejos, siempre intacta, prefiriendo la
muerte a la mancha de la deserción». Y así fue su vida y su muerte.
Mujer llena de ternura y firmeza, mujer humilde. Por su paciencia y su
caridad supo crear fraternidad por donde iba pasando: en el noviciado, luego en
Vanves donde tuvo a su cargo la contabilidad de la casa; más adelante, en
Marsella, cuando se preparaba para el cuidado de los enfermos en la misión y,
por fin, responsable del grupo en Taiyuanfu, supo conquistar a todos: obispos,
sacerdotes, laicas consagradas, niñas, enfermos..., y para sus propias hermanas
fue madre, apoyo, animadora... hasta el final.
¿De dónde sacaba esa fortaleza? Una frase suya descubre, en parte, su
secreto: «La adoración del Santísimo Sacramento es la mitad de mi vida, la otra
mitad consiste en hacer amar a Jesús y ganarle almas».
Misionera ardiente, adoratriz, mujer de un solo amor. Herminia no huyó ante
el peligro de una muerte atroz. Supo vivir las palabras del Maestro: «No hay
amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
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[Texto tomado de la página web oficial de las Franciscanas Misioneras de
María: http://www.fmm.org/esp/cap2.Mart-esp.htm]
Fuente: franciscanos.org
Fuente: franciscanos.org
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