Beato Carmelo Sastre Sastre, Presbítero y Mártir
Agosto 15
Martirologio Romano: En Palma de Gandía, en el territorio valenciano, España, beato Carmelo Sastre Sastre, presbítero y mártir, que, en la persecución contra la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo llegó, ayudado por su gracia, al reino eterno (1936).
Martirologio Romano: En Palma de Gandía, en el territorio valenciano, España, beato Carmelo Sastre Sastre, presbítero y mártir, que, en la persecución contra la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo llegó, ayudado por su gracia, al reino eterno (1936).
El Beato nació en Pego el 21 de diciembre de 1890 y en la parroquial iglesia de la Asunción recibió ese mismo día el bautismo de manos de D. Jaime Ortí, Coadjutor. Era hijo legítimo de José Sastre Bañuls y de Josefa Sastre Ferrando, quienes formaron una familia cristiana. Ingresó en el Seminario de Valencia, de donde salió ordenado sacerdote en 1919.
El primer pueblo que se le
encomendó fue Margarida, pasando al poco tiempo a Villalonga, en donde realizó
una extraordinaria labor apostólica de captación, especialmente a los niños, que
fueron el principal objeto de sus muchos desvelos: después de instruirles en las
enseñanzas del Catecismo, emprendió una ardorosa campaña contra el
analfabetismo, tan extendido en aquellos tiempos.
Su casa pronto se convirtió en
una escuela, a la que acudían los niños a aprender a ser buenos ciudadanos y
cristianos, y para ellos organizó excursiones con mucha frecuencia, alternando
las enseñanzas con la sana diversión, porque, file seguidor de las enseñanzas
evangélicas, fueron los niños los predilectos en sus tareas apostólicos: los
amó, los educó, y, como su mayor elogio, podemos decir que se hizo como uno de
ellos. Estableció la Congregación de San Luis Gonzaga, en la que recogió a un
buen número de niños y niñas y, además, creó una banda de música. Más de cuatro
años estuvo en Villalonga desplegando su tenaz actividad
apostólica.
La Sra. Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato,
depone: Era "tan limosnero que muchas veces atravesábamos verdaderos apuros. Una
vez vi como a una mujer de Piles, le ayudó con 35 duros. Otra vez dio 30 duros a
otro hombre. Yo misma a veces negaba estuviera en casa sin él saberlo, porque
venían a pedirle dinero, por su fama de limosnero. Incluso tuvo que vender una
casa de sus padres, y un campo de Pego, para salir adelante y poder comer. Otra
vez dijeron que habían entrado en su casa unos ladrones y le robaron. Como los
vecinos vieran a los asaltantes, llamaron a la Guardia Civil, y cuando ésta
llegó, el Beato, para que no los perjudicaran a los asaltantes, dijo que no
sabía nada.”
Tabernes de Valldigna fue luego el escenario de sus
virtudes, población en la que estuvo dos años y allí encontró la capilla a medio
construir y tuvo que recurrir a funciones teatrales y a recaudar limosnas hasta
terminarla. Posteriormente desempeñó una vicaría en Oliva, en la Parroquia de
Santa María, durante cuatro años. Por último, fue nombrado Párroco de Piles, en
donde sus actividades apostólicas se vieron llenas de dificultades por el
ambiente hostil que imperaba hacia todo lo que significara Religión. Muy pronto
se dio a conocer por sus virtudes sacerdotales. Organizó grupos de formación y
oración. Promovió los retiros espirituales y se entregó de lleno a la
catequesis.
Tuvo un trato muy abierto y buscaba a la gente incluso
en el café del pueblo. Era campechano con todos y hacía muchas obras de caridad
con los más pobres y necesitados. Una feligresa declara: "De su peculio
particular construyó un Vía Crucis y adquirió una máquina de cine que en aquel
entonces era de los primeros. Al decirle, por qué tenía que gastar sus ahorros
contestó: ‘Mis hijos y herederos son la Iglesia, el Señor y las almas’. Todo
cuanto gaste en ello es poco para la solemnidad que merece. Quedó tan sin un
céntimo, que una tía mía y otras señoras habían de procurarle la comida.
Visitaba a todos los enfermos. Tan limosnero que no hay hoy en el pueblo nadie,
por enemigo o indiferente que sea, que no le recuerde con gratitud y como un
santo. Hasta con los más enemigos se los quería atraer para evitar blasfemaran,
o tomasen el Santo Nombre de Dios en vano. Vivió siempre para sí muy pobre,
hasta dar sus propias prendas que vestía a los que llamaban a su
puerta.”
Al poco de llegar a Piles organizó una procesión para
llevar la Unción de los enfermos, incluso a los que vivían alejados del pueblo,
algunos de ellos muy distantes en medio del campo. De su predicación traslucía
un encendido amor a la Eucaristía y a María Santísima. Un amigo del Beato,
declara: "Era [don Carmelo], en cuanto yo lo podía apreciar, muy buen sacerdote,
y un excelente cura. Yo tenía entonces trece años y recuerdo el gran atractivo
que tenía su persona sacerdotal, para todos y especialmente para los niños. Su
gran afán era siempre atraer a sus feligreses a la práctica del bien y al
cumplimiento de sus deberes cristianos. Para los niños eran sus mejores afanes.
La Casa Abadía era nuestra casa, nos enseñaba religión, música y cuanto pudiera
instruirnos y formarnos.” Los enemigos de la fe y la religión lo arrestaron y
asesinaron por ser
sacerdote.
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN PILES
A partir de las elecciones de febrero de 1936 comenzó a vivirse en Piles una situación violenta contra la Iglesia, ya que los virulentos arrojaron una botella de gasolina contra el templo. Las autoridades se incautaron del campanario y prohibieron los oficios religiosos de la Semana Santa. La reacción de algunos católicos fue muy valiente pero el pueblo católico en general no reaccionó por miedo a las violencias de los exaltados locales y otros procedentes de Oliva. Al estallar la revolución, quienes ejercían la autoridad, mandaron cerrar inmediatamente el templo parroquial que fue totalmente saqueado y mutilado en su fábrica, quedando solamente las cuatro paredes y éstas con muchos deterioros; lo mismo le pasó a la ermita enclava en la playa. Todo quedó incautado, y la parroquia destinada a mostrador, cocina, sala de teatro y de bailes. La ermita se convirtió en almacén de pescadores del comité revolucionario. Todas las imágenes, retablos, ornamentos y enseres de culto fueron robados y quemados.
A partir de las elecciones de febrero de 1936 comenzó a vivirse en Piles una situación violenta contra la Iglesia, ya que los virulentos arrojaron una botella de gasolina contra el templo. Las autoridades se incautaron del campanario y prohibieron los oficios religiosos de la Semana Santa. La reacción de algunos católicos fue muy valiente pero el pueblo católico en general no reaccionó por miedo a las violencias de los exaltados locales y otros procedentes de Oliva. Al estallar la revolución, quienes ejercían la autoridad, mandaron cerrar inmediatamente el templo parroquial que fue totalmente saqueado y mutilado en su fábrica, quedando solamente las cuatro paredes y éstas con muchos deterioros; lo mismo le pasó a la ermita enclava en la playa. Todo quedó incautado, y la parroquia destinada a mostrador, cocina, sala de teatro y de bailes. La ermita se convirtió en almacén de pescadores del comité revolucionario. Todas las imágenes, retablos, ornamentos y enseres de culto fueron robados y quemados.
La casa parroquial fue parcialmente destruida. El
párroco, don Carmelo Sastre, y dos sacerdotes hijos del pueblo fueron
perseguidos, encarcelados y martirizados. Lo mismo les ocurrió a siete seglares,
asesinados por sus ideas religiosas ya que eran colaboradores del párroco. El
culto católico fue totalmente suprimido durante todo el período revolucionario
por prohibición expresa de los milicianos, pero en una caseta cercana a la playa
un religioso que estaba escondido pudo celebrar algunos actos religiosos y
administrar sacramentos en la clandestinidad. Los milicianos cometieron
profanaciones, pues sacaron el copón del Sagrario y esparcieron las Sagradas
Formas por las calles del pueblo, siendo recogidas por algunos niños que las
sumieron. Se cometieron imitaciones sacrílegas escenificando una especie de
entierro por las calles del pueblo, en plan de mofa y burla de la religión,
revistiéndose con ornamentos
sagrados.
Los testigos afirman que el Beato Carmelo Sastre Sastre
era de carácter sencillo, agradable, servicial, bondadoso y paciente. Estaba
dotado de un gran atractivo como persona y como sacerdote, digno, delicado,
atento, amable, cordial. Era humilde, prudente, desapegado de los bienes
terrenos, muy limosnero, constante, virtuoso en extremo, ejemplar, exacto en el
cumplimiento de sus deberes parroquiales hasta la abnegación y el sacrificio.
Amante de todos y de los pobres con los que era espléndido. Los testigos
interrogados acerca de las virtudes practicadas por la Beato describen una
personalidad moral rica, en la cual brillan las virtudes teologales, cardinales
y anexas. Lo describen como un sacerdote, coherente, dedicado activamente al
apostolado, al mismo tiempo que cumplía ejemplarmente y con exactitud sus
deberes
sacerdotales.
El perseguidor sin lugar a dudas provocó la muerte
natural, cumpliendo uno de los requisitos, según la doctrina de Benedicto XIV,
por los cuales se concreta el verdadero martirio. En el proceso, no obstante las
dificultades para encontrar testimonios sobre el hecho del martirio del Beato,
perpetrado de manera clandestina, se consiguieron suficientes testigos. a) Del
hecho y las circunstancias de la detención depusieron de visu, dos testigos. b)
De la período de encarcelamiento, depusieron de visu, la Sra. Amparo Mascarell
Roselló y un compañero de prisión del Beato. c) De la llegada al lugar de la
ejecución y del fusilamiento depuso de auditu el Sr. Vicente Císcar Torregrosa,
quien lo supo de un vendedor de fruta el cual encontró agonizante el Beato, y de
auditu la Sra. Julia Climent Borrás, porque se lo contó la sirvienta del Beato
quien fue a recoger el cuerpo después de la ejecución y los mismos milicianos le
confiaron detalles de la agonía del Beato. d) Reconocieron el cadáver la Sra.
Julia Climent Borrás. e) Del ambiente hostil a la Iglesia depusieron, de visu,
todos los
testigos.
HORAS AMARGAS
El Beato era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio. Así lo manifiesta la doméstica del Beato: "En los meses anteriores a la Revolución él veía con claridad los acontecimientos. Sabía que mucha sangre se derramaría en España. Pero se mostraba sereno y optimista. Como al 14 de julio viniéramos a Villalonga, un socialista desde el Casino al verle pasar, se adelantó a él y le dijo: ‘D. Carmelo venga aquí a Villalonga, yo respondo que aquí, no le pasará nada, Ud. es el amo de Villalonga’. Pero el Beato, cuando llegó el 15 de julio, víspera de la Virgen del Carmen, y no pudiendo resistir que en tal fecha su parroquia de Piles no tuviera Misa y dejaran de ganar la indulgencia del Jubileo, se volvió a Piles.” Una feligresa del Beato, hasta 1935, cuando se fue a vivir a Austria, depone: "En los años que precedieron a la Revolución, nos reunía en su casa y nos leía del martirologio vidas de Santos, y luego nos hacia un comentario aleccionándonos a que los imitáramos. Cierto día recuerdo que dijo: ‘Nosotros no tendremos esa dicha del martirio, porque es una gracia muy grande llegar a ser mártir por Cristo’.” Otra feligresa del Beato, afirma: "Hasta que estalló el Movimiento ejerció el culto y se le vio animoso, muy animoso, pues contagiaba a todos de optimismo. Recuerdo que dos días antes del Alzamiento por ser su santo, como tuviese las puertas de casa de par en par abiertas, yo le dije: ‘Cierre las puertas D. Carmelo, pues ¿no ve cómo está el ambiente?’.”
El Beato era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio. Así lo manifiesta la doméstica del Beato: "En los meses anteriores a la Revolución él veía con claridad los acontecimientos. Sabía que mucha sangre se derramaría en España. Pero se mostraba sereno y optimista. Como al 14 de julio viniéramos a Villalonga, un socialista desde el Casino al verle pasar, se adelantó a él y le dijo: ‘D. Carmelo venga aquí a Villalonga, yo respondo que aquí, no le pasará nada, Ud. es el amo de Villalonga’. Pero el Beato, cuando llegó el 15 de julio, víspera de la Virgen del Carmen, y no pudiendo resistir que en tal fecha su parroquia de Piles no tuviera Misa y dejaran de ganar la indulgencia del Jubileo, se volvió a Piles.” Una feligresa del Beato, hasta 1935, cuando se fue a vivir a Austria, depone: "En los años que precedieron a la Revolución, nos reunía en su casa y nos leía del martirologio vidas de Santos, y luego nos hacia un comentario aleccionándonos a que los imitáramos. Cierto día recuerdo que dijo: ‘Nosotros no tendremos esa dicha del martirio, porque es una gracia muy grande llegar a ser mártir por Cristo’.” Otra feligresa del Beato, afirma: "Hasta que estalló el Movimiento ejerció el culto y se le vio animoso, muy animoso, pues contagiaba a todos de optimismo. Recuerdo que dos días antes del Alzamiento por ser su santo, como tuviese las puertas de casa de par en par abiertas, yo le dije: ‘Cierre las puertas D. Carmelo, pues ¿no ve cómo está el ambiente?’.”
El Sr. Eugenio Císcar Tur, feligrés del Beato, declara:
"En el período pre revolucionario continuó al frente de la parroquia, afrontando
una situación que iba haciéndose difícil. No se ocultaba la gravedad de la
situación, y preveía los tristes sucesos que después vinieron. Solía decir que
venían cosas muy malas. Más bien era pesimista. Pero se le veía animoso,
decidido y hasta valiente. Los enemigos de Dios pusieron serias dificultades al
cumplimiento de sus deberes ministeriales, llegando un día a arrojar en el
campanario una botella incendiaria. El cura no se amedrentó y se le veía
dispuesto a hacer frente a lo que se presentara.” Una feligresa del Beato,
confirma la deposición anterior y agrega: "Se afligió mucho cuando el día de
Jueves Santo, se le impidió celebrar los Oficios Divinos." Y uno de sus
feligreses del Beato, anota: "En los meses anteriores al movimiento mostraba su
ánimo sereno y pacífico, y siempre decía igual: ‘Paciencia. ¿qué hemos de hacer?
Paciencia’.” Y el Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del Beato, afirma: "Lo traté en
los meses anteriores al Movimiento. Recuerdo que el Beato veía con tanta
claridad los acontecimientos que se avecinaban, que más de una vez me decía:
‘Pasma el pensar los ríos de sangre que han de correr sobre el suelo de nuestra
amada Patria’. Pero siempre nos traía
optimismo.”
La revolución en Piles inició con el cierre de la
iglesia, la quema de objetos religiosos y la persecución de los católicos. Al
estallar la revolución de 1936, el Beato, mantuvo el ánimo sereno y se confió en
las manos de la Divina Providencia, viviendo su condición sacerdotal. La criada
del Beato, afirma: "Iniciada la guerra, cerraron la iglesia, a los pocos días.
Él se recluyó en la Abadía, pero a los cuatro o cinco días, salimos de la
Abadía, para otra casa, con deseos de volver a Villalonga pues nos echaban de
casa; le dijeron del Comité que no se fueran del pueblo, porque allí no le
pasaría nada. Durante aquellos días de prueba, en que se lo quitaron todo, y le
quemaron la biblioteca, el Beato, siempre decía: ‘Paciencia, venga lo que Dios
quiera’.” Y agrega: "Lo mataron por ser sacerdote, pues además de no mezclarse
jamás en política, como cierto día le viera yo, ya iniciada la guerra, que
habían encerrado a dos de Piles por ser fascistas, el Beato sonriendo un poco me
contestó: ‘Pues a mi si me detienen y matan, no será por ser fascista, sino por
ser sacerdote’.”
La Sra. Bárbara Tomás Torres, feligresa del Beato,
agrega: "Los días anteriores a su detención los pasó en casa de unas vecinas,
que lo hospedaron al despedirle de la Casa Abadía. Como el pobre no tenía un
céntimo yo misma recuerdo le dije: ‘D. Carmelo aquí tiene este dinero - muy poco
- para que pueda comer’.” Un feligrés del Beato, afirma: "Cierta tarde, a
escondidas, le visité y le advertí de las dificultades y peligros que se
avecinaban. Le encontré tan animoso como siempre. Recuerdo que me decía estas
palabras: ‘No tengas miedo, ánimo y adelante; si a nosotros nos matan, otros
harán triunfar la Causa de Dios. Confiemos en Él, que nos ayudará en todo
momento... no pasa nada. Ya verás cómo todo se arregla. Pero no confiemos más
que en Dios, por Él lo hemos de sufrir todo’. Y salí más confortado de la
conversación.” Y agrega: "Yo mismo en conversaciones con el Beato le decía:
‘Mire, D. Carmelo, que esto no me gusta nada. Márchese, escóndase’. Y me
contestó: ‘No tengas miedo. Yo he de estar donde está mi obligación. No me voy’.
Por eso juzgo que nunca pensó en ocultar su condición de sacerdote por
salvarse.”
En el mismo modo, una feligresa del Beato, anota:
"Despedido de la Casa Abadía, se refugió en una casa vecina a la mía. Yo oía
como rezaban el rosario. Yo le visité algunas veces y le vi animado y confiado
en que todo se resolvería bien.” Y agrega: "Conociendo bien a D. Carmelo yo
puedo asegurar, que D. Carmelo no pensó jamás en ocultar su condición de
sacerdote. Mucho menos que intentara renegar o apostatar, ni hacer ninguna
indignidad por salvarse. Y digo esto porque yo misma le propuse que por la
puerta trasera de mi casa, que había quedado sin sellar, se marchase a
Villalonga o a otro lugar en que no lo conocieran, o donde pudiera esconderse
más y me contestó: ‘ No; estoy bien aquí. Ocurra lo que Dios quiera, y en Dios
solo he de confiar’. Esto se lo oí yo
misma.”
El Sr. Felipe Tur Salom, feligrés del Beato, anota: "Un
día recibió un anónimo en que se le conminaba a que vaciara casa [Abadía] en 24
horas y que se quitara la sotana. Entonces él, para salvar el archivo y objetos
de culto, los trasladó a mi casa vecina y otra del lado. El Ayuntamiento le
advirtió que saliera de la Abadía, asegurando que no le ocurriría nada. Se
trasladó a otra casa hasta que fueron por él para detenerlo. El no tomó medidas
de seguridad personal para defenderse. Hasta una escopeta que tenía el Sr. Cura,
la echó en un
pozo.”
El Sr. Felipe Todolí Climent, feligrés y acólito del
Beato, declara: "Iniciado el movimiento, le traté mucho en esos días. Como
acólito visitaba mucho su casa. Le veía casi siempre con el libro de rezo. Se
mostraba muy alegre y bondadoso con los niños acólitos.” Y agrega: "De tal
manera preveía su muerte, que dijo a los que le habían acogido: ‘Mi cuerpo pide
tierra’.” Y continúa: "El quería irse a su pueblo por aquellos días, pero los
del Comité le dijeron que no le pasaría nada. Se quedó pues sereno, pero
presintiendo su fin como dije
antes.”
DETENCIÓN
La empleada doméstica del Beato, afirma: "Estando en la casa de la familia que nos habían acogido, una noche, de doce a una, nos vinieron una caterva de milicianos llamando a la puerta. Abrimos la puerta y se coló el jefe, pero cerré inmediatamente y el jefe dentro la casa preguntó dónde estaba D. Carmelo. Lo llamé y bajó él. Le hizo una serie de preguntas y serenamente contestó D. Carmelo, diciendo que su actuación la sabían todos cuál había sido. La de un sacerdote preocupado de los intereses de Dios y de las almas. Salió el miliciano, yo cerré la puerta y pude oír cómo decían los demás: ‘¿Pero cómo sales sin el cura?’ A lo que el jefe, haciendo un gesto de que callaran, se fueron tras de él. Entonces el Beato exclamó: ‘Le he pedido a la Virgen que no fuera esta noche la de mi martirio, sino otro día, pues temía por vosotras, por si también les pasará algo’. El solía decir que la muerte no le importaba diez años antes o después.” Y agrega: "El día 13 de agosto de 1936, sobre las cuatro de la tarde, nos lo vimos bajar de su habitación donde estaba tomando la siesta y todo impresionado nos dijo: ‘¿qué pasa?’, le dijimos que no ocurría nada y como él insistiera que no había sido sueño, sino que ocurría algo grave, para serenarlo nos pusimos a rezar el rosario con él. Sobre el cuarto misterio, vinieron dos milicianos preguntando por él. Dijeron que les siguiera al Comité. Él sin ofrecer resistencia se ofreció y lo encerraron en el Ayuntamiento.” Continúa: "Como yo le llevara la comida varias veces, y me viera llorar, me decía: ‘Tonta, pero por qué lloras, morir como mártir es lo más glorioso y la gracia mejor’.”
La empleada doméstica del Beato, afirma: "Estando en la casa de la familia que nos habían acogido, una noche, de doce a una, nos vinieron una caterva de milicianos llamando a la puerta. Abrimos la puerta y se coló el jefe, pero cerré inmediatamente y el jefe dentro la casa preguntó dónde estaba D. Carmelo. Lo llamé y bajó él. Le hizo una serie de preguntas y serenamente contestó D. Carmelo, diciendo que su actuación la sabían todos cuál había sido. La de un sacerdote preocupado de los intereses de Dios y de las almas. Salió el miliciano, yo cerré la puerta y pude oír cómo decían los demás: ‘¿Pero cómo sales sin el cura?’ A lo que el jefe, haciendo un gesto de que callaran, se fueron tras de él. Entonces el Beato exclamó: ‘Le he pedido a la Virgen que no fuera esta noche la de mi martirio, sino otro día, pues temía por vosotras, por si también les pasará algo’. El solía decir que la muerte no le importaba diez años antes o después.” Y agrega: "El día 13 de agosto de 1936, sobre las cuatro de la tarde, nos lo vimos bajar de su habitación donde estaba tomando la siesta y todo impresionado nos dijo: ‘¿qué pasa?’, le dijimos que no ocurría nada y como él insistiera que no había sido sueño, sino que ocurría algo grave, para serenarlo nos pusimos a rezar el rosario con él. Sobre el cuarto misterio, vinieron dos milicianos preguntando por él. Dijeron que les siguiera al Comité. Él sin ofrecer resistencia se ofreció y lo encerraron en el Ayuntamiento.” Continúa: "Como yo le llevara la comida varias veces, y me viera llorar, me decía: ‘Tonta, pero por qué lloras, morir como mártir es lo más glorioso y la gracia mejor’.”
El Sr. Felipe Tur Salom, feligrés y compañero de prisión
del Beato, depone: "Como yo estuviera detenido con él, lo veía sereno.”
Continúa: "Estoy convencido de que sí sabía su próxima muerte, puesto que como
yo le dijera... si no tenía miedo de que nos mataran, pues le veía tan sereno,
él lejos de negar el peligro, exclamó: ‘¿Tú has hecho mal a nadie?’ - Yo no, le
dije - ‘Pues entonces, no temas, pues qué gloria más grande morir por la gloria
de Dios’. Recuerdo me dijo el Beato, estas palabras.” Y agrega: "Yo estuve con
él hasta el mismo día 15 de agosto que lo mataron, pues estábamos detenidos
juntos. Rezamos por la tarde el Rosario. Y como luego nos trajeran la cena los
familiares, al ponernos a cenar, yo recuerdo que no podía tragar por el temor de
que me mataran. Y al ver yo como D. Carmelo comía tan sereno, le dije: ‘¿Y Ud.
no tiene miedo?’, me contestó: ‘No haciendo nada malo, qué gloria más grande si
nos matan que por la Religión y la gloria de
Dios’.”
Una feligresa del Beato, depone: "Yo vi cómo sé lo
llevaban detenido. Iba mansamente siguiendo a los milicianos. Estaba rezando
cuando iban a por él.” Y otro feligrés, afirma: "Fueron unos milicianos a
detenerle. Estaba tan dispuesto a no ofrecer resistencia, que al atarle las
muñecas les dijo: ‘No apretéis tanto, que no me
escaparé’.”
EJECUCIÓN
La muerte del Beato está probada mediante el certificado de defunción y la documentación sobre el martirio del mismo, que se encuentra en la Sección Causa General del Archivo Histórico Nacional de Madrid.
La muerte del Beato está probada mediante el certificado de defunción y la documentación sobre el martirio del mismo, que se encuentra en la Sección Causa General del Archivo Histórico Nacional de Madrid.
Un feligrés del Beato, declara: "Un vendedor de uva que
vino al pueblo nos contó que en Palmera, había visto muerto en la carretera a un
sacerdote con rasgos y fisionomía que todos dedujimos había sido muerto nuestro
cura D. Carmelo.” Y agrega: "Dicen que tardó mucho en morir, y que mantuvo su
fervor hasta el último momento. Esto nos lo dijo el vendedor de uva que lo vio y
comentaba diciendo: ‘Vaya hombre fuerte y fervoroso, después de martirizarlo
tanto con qué fervor
aguantaba’.”
Uno de los compañeros de prisión del Beato, afirma: "Sé
que su martirio fue largo y sufrió mucho antes de morir, pero esto lo sé por
referencias.” Y el que fuera acólito del Beato, depone: "Sé que uno de los
milicianos que lo mató, dos días antes pasó por casa y nos dijo: ‘Acabo de ver
al Sr. cura, y le he dicho, que esté tranquilo, que no le pasará nada’. Luego al
cabo de dos días, este mismo miliciano... lo mató. Su muerte, según dicen, fue
muy lenta, de verdadero martirio... Dicen, que en la agonía se aclamaba mucho a
la Santísima
Virgen.”
La Sra. Julia Climent Borrás, feligresa del Beato,
declara: "Sé por referencias, que en la madrugada del 16 de agosto se lo
llevaron del Ayuntamiento, y como un miliciano le atara fuertemente de las
muñecas, el Beato, le dijo: .”.., ¿qué mal te he hecho yo, para que así me ates
las manos?.”.. Y cuando fueron sus sirvientas a por el cadáver del Beato... les
informaron que lo dejaron mal herido creyéndolo muerto, y en su larga agonía no
cesaba de repetir: ‘Ay Mare de Deu’, hasta que lo remataron luego otra vez....”
Confirmado por la deposición de la Sra. Bárbara Tomás Torres, feligresa del
Beato.
La Sra. Amparo Mascarell Roselló, doméstica del Beato,
afirma: "Lo mataron en Palma [de Gandía] y allí lo enterraron de momento hasta
que terminó la guerra. Luego de acabada ésta lo trasladaron a Piles, donde está
actualmente enterrado.” En el mismo modo testifica una feligresa del Beato,
anota: .”.. Terminada la guerra, lo exhumaron y fue trasladado al cementerio de
Piles. Yo misma estuve presente. Estaba natural y se le podían apreciar en la
cabeza los orificios de las balas. Actualmente está enterrado en el panteón del
cementerio.” Confirmado por la deposición de varios feligreses: el Sr. Felipe
Todolí Climent, acólito del Beato, del Sr. Felipe Tur Salom y de la Sra.
Victoria Císcar Torregrosa.. Lo corroboran, además, los siguientes documentos:
partida civil de defunción y certificado de
enterramiento.
El Papa Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, en la
plaza de San Pedro, beatificó a un grupo de 233 víctimas de la sangrienta Guerra
Civil española, uno de ellos es nuestro beato Carmelo.
=
Fuente: ArchiValencia.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario