Beato Alfredo Ildefonso Schuster, Obispo
Agosto 30
Martirologio Romano: En Venegone, cerca de Varese, en Italia, beato Alfredo
Ildefonso Schuster, obispo, que, siendo abad de San Pablo de Roma, fue elevado a
la sede episcopal de Milán, donde, con gran cuidado y diligencia, desempeñó con
admirable sabiduría su función de pastor por el bien de su pueblo.
(1880-1954).
Nació en Roma. Su padre Juan Schuster, era oriundo de Baviera y se enroló
en los zuavos pontificios, en donde ejerció el oficio de sastre, hasta que, con
la pérdida de los Estados Pontificios, fue dado de baja. Su padrino de
confirmación fue el marqués Clemente Sachetti, que lo tomó bajo su protección.
Las Hijas de la Caridad y sus muchos protectores, sobre todo el barón Pfiffer de
Altishofen, que conocían bien sus cualidades y su inclinación acentuada hacia la
vida religiosa, lo encaminaron a través del benedictino Gregorio Palmieri, que
trabajaba en el archivo secreto del Vaticano, a la escuela monástica del
monasterio de San Pablo Extramuros de Roma. Alfredo fue benedictino y adoptó el
nombre de Ildefonso.
No fue del todo feliz en su primera época en la escuela benedictina, porque
tenía un defecto de pronunciación y que le humillaba mucho. En 1899 hizo su
profesión religiosa. En la escuela conoció y trabó amistad con el beato Plácido
Riccardi.
Estudió en el Ateneo de San Anselmo de Roma, donde se doctoró en
Filosofía, pero a él lo que le apasionaba eran los estudios históricos y
arqueológicos. Fue ordenado sacerdote en 1904 y fue profesor en el monasterio;
fue maestro de novicios, prior y entre 1904 a 1918, abad del monasterio. Fue
también profesor de San Anselmo y en la Escuela de Arqueología Sagrada, en donde
enseñó liturgia. Escribió “Liber Sacramentorum”, que tuvo mucho éxito.
Fue llamado por la Sede Apostólica para grandes y graves misiones en las diócesis de Italia. Fue consultor en varias sagradas congregaciones romanas. Como prelado de la abadía “nullius” de San Pablo de Roma, hizo una labor apostólica de gran importancia. Ayudó mucho al papa Benedicto XV, que le tenía gran estima, y se dice que a él se debe el borrador de la encíclica en la que se declaró a san Efrén, doctor de la Iglesia. También intervino en la fundación del Instituto Pontificio Oriental.
Pío XI le nombró Cardenal y Arzobispo de Milán en 1929. Rigió la diócesis de Milán durante 25 años, y se inmoló por ella. Comía muy poco. Se interesó mucho por la formación y santificación del clero. Tenía un elevado concepto de la parroquia, pero no descuidó otras formas de apostolado, como la Acción Católica y la prensa católica. Defendió a todo el que estaba en peligro sea cual fuera el régimen gubernamental y fue célebre por su oposición al régimen de Mussolini, aunque apoyó la invasión de Etiopía, y por ello fue acusado de “filofascista”, aunque se opuso a la unión del fascismo con el nazismo por su política racial. Condenó en una dura homilia al régimen fascista. Salvó muchas vidas e intervino para que el cadáver de Mussolini fuera enterrado cristianamente. Fue legado pontificio en muchas ocasiones.
Dio todo cuanto podía hasta quedar sin nada. Fundó “Charitas” y la “Domus
Ambrosiana” y apoyó la fundación de la Universidad Católica de Milán. Murió con
74 años en Venegono y la homilía fúnebre fue predicado por el cardenal Roncalli,
el futuro Juan XXIII; le sucedió el cardenal Montini, luego el futuro Pablo VI,
que fue quien inició su proceso de beatificación. Fue siempre un monje que
ejerció como obispo.
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Fuente: oremosjuntos.com
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