viernes, agosto 30, 2013

San Fantino, Ermitaño

San Fantino, Ermitaño
Agosto 30


San Fantino el joven, nació en una localidad de Calabria muy cerca de Sicilia, en el 927. Sus padres fueron Jorge y Vriena, de muy buena posición y dotados de grandes virtudes. Según relatos de esa época, el pequeño fue ofrecido al Señor en la iglesia de San Fantino el Viejo y a los ocho años le fue confiado a San Elias Speleota en la gruta de Melicucá para que lo preparara para la vida monástica. Después de haber seguido durante cinco años las enseñanzas de San Elías, recibe de sus manos el hábito de novicio, y permanece en Melicucá veinte años, hasta la muerte del santo, ejerciendo primero humildes tareas y luego la custodia de la iglesia.

Trasferido a la región de Mercurion transcurren dieciocho años de vida eremítica dedicándose a la plegaria y a la penitencia y luchando contra las frecuentes insidias del demonio. Después del largo tiempo pasado en la soledad, volvió a la vida cenobítica y fundó un monasterio femenino en el cual fueron acogidas su madre y su hermana Catalina. A esta fundación, siguió la de los monasterios masculinos, en uno de los cuales entraron su padre y sus hermanos Lucas y Cosme.

Sintiendo el vivo deseo de volver a la vida eremítica dejó la dirección del monasterio más grande a su hermano Lucas y se retiró a un lugar solitario y salvaje. Desde su nueva morada, de tanto en tanto iba a visitar a sus nuevos discípulos, los monjes Juan, Zacarías, Nicodemo y Nilo, y pasaba parte del tiempo transcribiendo códices.
Retomada la vida cenobítica, el Santo siguió viviendo en el espíritu de penitencia.
Por su intervención se produjeron algunos hechos prodigiosos. Una osa que desbastaba los alrededores del monasterio, con una sola señal de la mano del santo, se alejó definitivamente.
Como la gente afluía en masa y no le permitía gozar de la soledad, se retiró al santuario de San Miguel en Gargano.

Una noche, después de recitar el oficio, tuvo una terrible visión que no quiso comunicar a sus monjes porque eran "cosas absolutamente indescriptibles". Después, "quitándose el sayo, anduvo casi desnudo por el monte", donde "permaneció sin beber, y sin comer durante veinte días seguidos". Continuando su vida de soledad y penitencia, "se nutre durante cuatro años, solamente con las hierbas de la selva ". Cuando los monjes lo encontraron y lo llevaron a la fuerza al monasterio quería regresar "allá en donde se hallaba, prefiriendo las fieras a los hombres".
En el monasterio, San Fantino fue visitado por San Nilo, que le contó una visión de ángeles resplandecientes y de demonios, que lo llenó "de temor y horror". Finalmente, transportado a "una región resplandeciente de luces", sintió "un himno inefable, incesante, del cual no podía saciarse" y vio aparecer "un fuego extraordinario", que lo llenó "de divino furor". Seguía la vista del infierno, "lleno de humo maloliente, privado de luz", poblado de condenados que "suspiraban desde lo profundo con infinitos lamentos". Transportado después "a un lugar esplendoroso y eterno" tuvo la visión de los santos y el encuentro con sus padres. Vuelto en sí, el Santo experimentó "un total desapego de las cosas del mundo".
De la vida de San Nilo se recaban numerosos detalles de la de San Fantino. Un particular afecto, inspirado en la santidad y en la caridad fraterna, del cual era correspondido con filial amor, ligaba a San Fantino con San Nilo. Parecía verse en ellos la misma unión de espíritus que había unido a los Apóstoles Pedro y Pablo y a los santos Basilio y Jorge.

Habiendo sentido San Fantino, que San Nilo estaba afectado por un grave mal a la garganta, fue a visitarlo a su gruta y lo persuadió a seguirlo al monasterio para prodigarle los cuidados necesarios. En otra ocasión, estando San Nilo, sufriendo mucho por las persecuciones a las que lo sometía el demonio y que le habían causado la parálisis del lado derecho del cuerpo, fue invitado por San Fantino a leer durante la vigilia nocturna que precedía la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo el elogio en verso escrito en su honor por San Juan Damasceno. Durante la lectura el mal se fue pasando poco a poco hasta desaparecer.
Un día San Fantino le contó a San Nilo una visión suya. Había visto los monasterios convertidos en establos para animales y entregados a las llamas y los libros arrojados al agua quedando inservibles. El Santo tuvo la visión de la futura suerte de los monasterios que serían destruidos no solamente por las incursiones de los sarracenos, sino también por "el general decaimiento de la virtud y el relajamiento de la disciplina".
Respondiendo a una inspiración que lo impulsaba a abandonar la Calabria, a la edad de sesenta años con sus discípulos Vital y Nicéforo, se embarcó de para Grecia. Durante el viaje llegó a faltar el agua para los pasajeros, el Santo hizo llenar todos los recipientes con agua de mar y después de su bendición quedó transformada en agua potable.

Llegado a Corinto, viajó a Atenas para visitar el templo de la Madre de Dios. Luego fue a Larisa, donde visitó largamente el sepulcro del mártir San Aquiles. Yendo a Tesalónica, se quedó cuatro meses en el monasterio del santo mártir Mean. Dejando después ese cenobio se fue a vivir fuera de la ciudad.
En Tesalónica, después de haber recitado "la extraordinaria plegaria de Felipe de Agira", curó milagrosamente a un enfermo de nombre Antipa. Un día, mientras se acercaba al templo de la santa mártir Anisia, se encuentra con los santos monjes del Athos, Atanasio y Pablo, que iluminaban "la soledad como un faro" y glorifica a Dios por aquel encuentro.

San Fantino en Tesalonica hizo algunos prodigios y grandes obras de caridad. Curó a una mujer poniéndole barro sobre los ojos enfermos. Un hombre afligido por cefaleas y mal de muelas, obtiene de improviso la curación. Un moribundo recobró totalmente la salud después de besar la túnica del santo.
San Fantino murió alrededor del año 1000, después de haber abrazado y bendecido a los monjes que lo asistían. Fue sepultado can gran solemnidad. En la biografía del santo se narran una serie de milagros obtenidos por su intersección después de su muerte.

Una imagen de San Fantino con hábito monacal es venerada en San Lorenzo, en la diócesis de Reggio-Bova y en Lubrichi, en la diócesis Oppido Mamertina Palmi.
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