Beato Urbano Gil Saes, Mártir
Agosto 23
Martirologio Romano: Cerca del pueblo de Vallbona
siempre en el territorio de Valencia en España, beatos mártires Florentín Pérez
Romero, sacerdote, y Urbano Gil Saes, religioso, de la Tercera Orden de San
Francisco de los Capuchinos de la Virgen de los Dolores, que llevaron hasta el
final el combate por la fe durante la misma persecución.
1936.
Fray
Urbano Gil nace en Bronchales, diócesis de Albarracín y provincia de Teruel, el
9 de marzo de 1901. Al día siguiente sus cristianos padres Blas e Ignacia lo
presentan al párroco del lugar para recibir las aguas bautismales y el nombre de
Urbano
Manuel.
Al
quedarse muy pronto huérfano de padre, es internado en el Asilo de San Nicolás
de Bari, de Teruel, regentado por los terciarios capuchinos. Y en San Nicolás
realiza sus estudios primarios y recibe la primera
comunión.
Inclinado a la vida religiosa, pasa a la casa noviciado
de San José de Godella, Valencia, donde recibe el santo hábito. Emite sus
primeros votos religiosos el 12 de abril de 1919 y en 1928 profesa
perpetuamente. Have sus primeras armas con los niños de la Escuela de Reforma
del Salvador, de Amurrio (Álava). Su vida se puede leer e interpretar
perfectamente -según uno de sus biógrafos- bajo la clave de la compasión
evangélica. Fue uno de esos religiosos amigonianos siempre dispuesto a hacerse
todo para todos, según el lema del apóstol Pablo que el Venerable Luis Amigo le
gustaba
repetir.
En
1926 cursa petición para iniciar sus estudios sacerdotales, lo que le fue
denegado por los superiores mayores hasta 1935 en que pasa a formar parte de la
fraternidad de la casa noviciado de Godella (Valencia) y donde iniciará los
estudios
eclesiásticos.
En
esta última residencia le sobreviene la guerra y Fray Urbano comparte en todo la
suerte y sufrimientos de los hermanos de fraternidad. Finalmente, luego de un
calvario de interrogatorios y simulaciones de fusilamiento, el 25 de julio de
1936 parte para Benaguasil con el P. Florentino Pérez, con quien compartirá
avatares, refugio y
martirio.
Los
biógrafos, tan parcos en delinear su fisonomía espiritual, nos dicen que fue un
religioso ejemplar. Por su jovialidad era la alegría de la fraternidad donde
residía y de los alumnos que educaba. Contagiaba su alegría por lo espontánea y
sincera. Su buen decir le daba un encanto especial. De él se pudiera decir: He
aquí un verdadero educador y pedagogo en quien no hay tacha. He aquí un hermano
coadjutor instruido, culto y
servicial.
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Fuente: aciprensa.com
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