viernes, agosto 16, 2013

Beato Victor Chumillas Fernández, y compañeros Mártires

Beato Victor Chumillas Fernández, y compañeros Mártires
Agosto 16

M. 1936. Nació en Olmeda del Rey (Cuenca). En 1914 entró en el seminario menor franciscano de Belmonte (Cuenca). Tomó el hábito franciscano en Pastrana (Guadalajara) en 1917. Profesó de votos temporales en Arenas de San Pedro (Ávila) en 1918. Cursó la filosofía en Pastrana y la teología en Consuegra (Toledo). En 1923 hizo su profesión solemne. En 1925 fue ordenado sacerdote.

Su primer destino fue la casa de noviciado de Arenas de San Pedro. Después fue enviado como professor a los seminarios de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), La Puebla de Montalbán (Toledo) y Pastrana. En 1932 fue destinado al convento de San Antonio en Madrid, donde actuó como director de la revista “Cruzada Seráfica”, de la catequesis y la Juventud Antoniana, sumando a ello la predicación, la atención al confesonario y a los enfermos. Todo ese trabajo lo continuó en Almagro (Ciudad Real), para donde fue designado Guardián a principios de 1935. En octubre de ese mismo año, el Capítulo le nombró Guardián y Rector del Convento-Teologado de Consuegra, donde permaneció hasta su muerte.

Su carácter era sencillo, alegre, optimista, bondadoso y tranquilo. Siempre fue hombre de oración en medio de su gran actividad. Su espíritu de sacrificio y pobreza eran evidentes. La prudencia, humildad, bondad, servicialidad y dulzura en el trato saturaban su proceder. Su fortaleza y su fe en Dios le hacían infatigable en el trabajo y estaba siempre pronto para cualquier trabajo necesario y para la obediencia.

Ya sacerdote, ejerció el apostolado por todos los medios a su alcance: la acción, la palabra, la pluma. Su labor de professor no le impidió el ejercicio intenso del ministerio sacerdotal: atención al culto, a la predicación, al confesonario, a la dirección espiritual, a la dirección de asociaciones religiosas, a los enfermos y a la catequesis infantil, en la que derrochaba entusiasmo, simpatía e inventiva. Su labor como publicista fue también intensa en las revistas “Cruzada Seráfica” y “Hogar Antoniano”. En los artículos supo iluminar la realidad de la sociedad española con la luz del Evangelio.

Eran verdaderas catequesis de adultos y de niños, apropiadas a la España republicana.

El 24 de Julio de 1936 fueron expulsados del convento. El último en salir fue el P. Víctor Chumillas, Guardián, que entregó las llaves a los agentes municipales. Los religiosos fueron hospedados por familiares y bienhechores. En los días de hospedaje llevaron una vida serena y de oración, sin intentar huir ni esconderse de los perseguidores. El P. Víctor expresó repetidamente su deseo de ser mártir.

Entre la tarde y noche del 9 de agosto y la mañana del 10, fueron detenidos 28 de los 32 franciscanos. Los otros cuatro lo serían el día 11. Ellos, sin protestar ni resistirse, pero conscientes de que los matarían, siguieron a los agentes, que los llevaron a la cárcel municipal. La estancia en la misma quedó escrita por el P. Chumillas en su breviario. Todos iban contentos de sufrir por el Señor y, al verse, se abrazaron, se pidieron mutuamente perdón y recibieron del superior la absolución general.

Por la noche, ellos y los demás eclesiásticos encarcelados se confesaron, oraron y renovaron los votos y las promesas sacerdotales. El P. Chumillas les exhortó a sufrir el martirio por Dios y todos quedaron con ardiente deseo de padecerlo y se retiraron a descansar. Habiendo ingresado en la cárcel los demás sacerdotes y religiosos del pueblo el día 11, fueron todos trasladados a la iglesia de Santa María. Allí recibían el alimento de los familiares y bienhechores. Estaban serenos y dedicaban el tiempo a la oración y al diálogo mutuo, estimulándose al martirio. Todos hicieron confesión sacramental. El día 14 fueron liberados tres franciscanos de avanzada edad y otros religiosos. También fue liberado uno de los estudiantes de teología, consaburense.

Pasada la media noche del 15 al 16, los franciscanos fueron sacados de la iglesia-prisión. Mientras salían, el beato P. Benigno Prieto dijo: “No os asustéis, hermanos, que vamos al cielo”. Inmediatamente, mandaron volverse a los naturales de Consuegra y a los hermanos no clérigos, en total, ocho, que serían luego asesinados el 19 de agosto y el 24 de septiembre. Los veinte restantes fueron subidos a un camión.

Escoltado por varios coches, en los que iba el alcalde y miembros del Ayuntamiento, el camión salió de Consuegra, pasó por el pueblo de Urda y se detuvo en el lugar llamado Boca de Balondillo, en el término municipal de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Los franciscanos, que habían ido rezando por el camino, fueron mandados bajar y ponerse en fila a pocos metros de la carretera. El P.
Víctor Chumillas pidió al alcalde que los desatasen para morir con los brazos en cruz, pero no le fue concedido. Pidió que los fusilasen de frente, y el alcalde permitió que se volviesen. Entonces el P. Víctor dijo a su comunidad: “Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte”. Y al alcalde: “Estamos dispuestos a morir por Cristo”. Inmediatamente, el beato Fr. Saturnino Río clamó: “¡Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen!”. Empezó la descarga de disparos.

En ese mismo momento, varios de los franciscanos gritaron: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Orden Franciscana! ¡Perdónales, Señor!”. Eran aproximadamente las 3,45 de la madrugada del 16 de agosto de 1936. Los cuerpos de los veinte franciscanos, por orden de la autoridad, fueron recogidos ya de día, llevados en un camión y sepultados en el cementerio de Fuente el Fresno. Una cruz de mármol con una breve inscripción recuerda el lugar de su martirio.

Terminada la guerra civil, fueron llevados al cementerio de Consuegra. El 15 de agosto de 1940, se trasladaron sus cuerpos a la capilla construida al efecto en la iglesia del convento franciscano de esa localidad hasta que el 26 de noviembre de 1982, por cierre de la casa, fueron trasladados a Toledo e inhumados definitivamente en la iglesia franciscana de San Juan de los Reyes el 23 de diciembre de ese mismo año.

Con nuestro beato fueron martirizados los siguientes franciscanos: Ángel Hernández-Ranera de Diego, Domingo Alonso de Frutos, Martín Lozano Tello, Julián Navío Colado, Benigno Prieto del Pozo, Marcelino Ovejero Gómez, José de Vega Pedraza, José Álvarez Rodríguez, Santiago Maté Calzada,  Andrés Majadas Málaga, Alfonso Sánchez Hernández-Ranera, Anastasio González Rodríguez, Félix Maroto Moreno, Federico Herrera Bermejo, Antonio Rodrigo Anton, Saturnino Río Rojo, Ramón Tejado Librado, Vicente Majadas Málaga, Valentín Díez Serna, Félix Gómez-Pinto Piñero, Perfecto Carrascosa Santos.
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