Beatos Sebastián Kimura, Francisco Morales, y 50 compañeros
Mártires en Japón
Septiembre 10
Martirologio Romano: En Nagasaki, de Japón, beatos Sebastián Kimura, de la Compañía de Jesús, Francisco Morales, de la Orden de Predicadores, presbíteros, y cincuenta compañeros mártires, entre sacerdotes, religiosos, matrimonios, jóvenes, catequistas, viudas y niños, todos los cuales murieron por Cristo, martirizados con crueles tormentos en una colina ante ingente multitud (1622).
Martirologio Romano: En Nagasaki, de Japón, beatos Sebastián Kimura, de la Compañía de Jesús, Francisco Morales, de la Orden de Predicadores, presbíteros, y cincuenta compañeros mártires, entre sacerdotes, religiosos, matrimonios, jóvenes, catequistas, viudas y niños, todos los cuales murieron por Cristo, martirizados con crueles tormentos en una colina ante ingente multitud (1622).
Fecha de beatificación: El 7 de julio del año 1867, el papa Pío IX
beatificó a 205 mártires en Japón, hoy recordamos al grupo que recibió la palma
del martirio el 10 de septiembre de 1622.
Los cincuenta compañeros son:
Beato Angel Orsucci, presbítero dominico,
Beato Alfonso de Mena, presbítero dominico,
Beato José de San Jacinto de Salvanés, presbítero dominico,
Beato Jacinto Orfanel, presbítero dominico,
Beatos Domingo del Rosario y Alejo, religiosos dominico;
Beato Ricardo de Santa Ana, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,
Beato Pedro de Avila, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,
y Beato Vicente de San José, religioso de la Orden de Hermanos Menores;
Beato Carlos Espínola, presbítero jesuita,
y Beato Gonzalo Fusai, religioso jesuita,
Antonio Kiuni, religioso jesuita,
Beato Tomás del Rosario, religioso jesuita,
Beato Tomás Akahoshi, religioso jesuita,
Beato Pedro Sampo, religioso jesuita,
Beato Miguel Shumpo, religioso jesuita,
Beato Luis Kawara, religioso jesuita,
Beato Juan Chugoku, religioso jesuita;
Beato León de Satsuma,
Beato Lucía de Freitas;
Beatos Antonio Sanga, catequista, y Magdalena, cónyuges;
Beatos Antonio Coreano, catequista, y María, cónyuges, con sus hijos Juan y Pedro;
Beatos Pablo Nagaishi y Tecla, cónyuges, con su hijo Pedro;
Beatos Pablo Tanaka y María, cónyuges;
Beatos Domingo Yamada y Clara, cónyuges;
Beatos Isabel Fernández, viuda del beato Domingo Jorge, con su hijo Ignacio;
Beata María, viuda del beato Andrés Tokuan;
Beata Inés, viuda del beato Cosme Takeya;
Beat María, viuda del beato Juan Shoun;
Beata Dominica Ogata,
Beata María Tanaura,
Beatas Apolonia y Catalina, viudas;
Beato Domingo Nakano, hijo del beato Matías Nakano;
Beato Bartolomé Kawano Shichiemon;
Beatos Damián Yamichi Tanda y su hijo Miguel;
Beato Tomás Shichiro,
Beato Rufo Ishimoto;
Beatos Clemente (Bosio) Vom y su hijo Antonio.
Beato Angel Orsucci, presbítero dominico,
Beato Alfonso de Mena, presbítero dominico,
Beato José de San Jacinto de Salvanés, presbítero dominico,
Beato Jacinto Orfanel, presbítero dominico,
Beatos Domingo del Rosario y Alejo, religiosos dominico;
Beato Ricardo de Santa Ana, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,
Beato Pedro de Avila, presbítero de la Orden de Hermanos Menores,
y Beato Vicente de San José, religioso de la Orden de Hermanos Menores;
Beato Carlos Espínola, presbítero jesuita,
y Beato Gonzalo Fusai, religioso jesuita,
Antonio Kiuni, religioso jesuita,
Beato Tomás del Rosario, religioso jesuita,
Beato Tomás Akahoshi, religioso jesuita,
Beato Pedro Sampo, religioso jesuita,
Beato Miguel Shumpo, religioso jesuita,
Beato Luis Kawara, religioso jesuita,
Beato Juan Chugoku, religioso jesuita;
Beato León de Satsuma,
Beato Lucía de Freitas;
Beatos Antonio Sanga, catequista, y Magdalena, cónyuges;
Beatos Antonio Coreano, catequista, y María, cónyuges, con sus hijos Juan y Pedro;
Beatos Pablo Nagaishi y Tecla, cónyuges, con su hijo Pedro;
Beatos Pablo Tanaka y María, cónyuges;
Beatos Domingo Yamada y Clara, cónyuges;
Beatos Isabel Fernández, viuda del beato Domingo Jorge, con su hijo Ignacio;
Beata María, viuda del beato Andrés Tokuan;
Beata Inés, viuda del beato Cosme Takeya;
Beat María, viuda del beato Juan Shoun;
Beata Dominica Ogata,
Beata María Tanaura,
Beatas Apolonia y Catalina, viudas;
Beato Domingo Nakano, hijo del beato Matías Nakano;
Beato Bartolomé Kawano Shichiemon;
Beatos Damián Yamichi Tanda y su hijo Miguel;
Beato Tomás Shichiro,
Beato Rufo Ishimoto;
Beatos Clemente (Bosio) Vom y su hijo Antonio.
PADRE SEBASTIÁN KIMURA
El beato Sebastián Kimura era descendiente de uno de los primeros
convertidos y bautizados en Hirado por san Francesco Javier y pariente de otros
dos mártires japoneses, Leonardo y Antonio, quienes también llegarían a ser
beatificados.
Kimura nació en Firando en el 1565 en una familia convertida al
catolicismo, al ser bautizado recibió el nombre de Sebastián. A partir de los 11
años, se dedicó al servicio de la iglesia de los Jesuitas en la ciudad de
Firando, luego fue enviado a Bungo al Seminario Jesuita; cuando contaba ya con
19 años solicitó y consiguió ser admitido en la orden de San Ignacio. Siendo
seminarista fue catequista en Meaco y en el distrito del Scimo, luego se
trasladó al colegio de Macao en China para estudiar teología.
En el septiembre de 1601, volvió a Japón, y fue ordenado sacerdote en
Nagasaki, el primero en ser ordenado en Japón, y pronto se conoció que estaba
dotado de una sobresaliente elocuencia.
Cuando arreció la segunda feroz persecución contra los cristianos, el Padre
Kimura demostró ser muy hábil para el camuflaje y el disfraz y así evitar ser
detectado por los espías, entre sus variados personajes constan los de: soldado,
comerciante, campesino, verdulero y médico. De este modo logró penetrar hasta en
los lugares más peligrosos de las cárceles para confortar a los futuros
mártires.
Al conocerse que estaba siendo investigado, el Padre Provincial de los
jesuitas, le exhorta a alejarse lo más pronto posible de Nagasaki, pero fue
demasiado tarde, el 30 de junio de 1621, traicionado por una esclava coreana, el
padre Kimura fue detenido mientras era huésped en casa del católico Antonio de
Corea, con él también fueron aprendidos sus catequistas y encerrados en la
prisión de Suzuta, dónde ya estaba como prisionero por cuatro años, padre Carlo
Spinola (1564 -1622) y cuatro novicios.
Las condiciones de vida de los prisioneros eran terribles, la cárcel se
encontraba sobre una cumbre montañosa, helada y expuesta a todos los vientos,
les fue dada una sola manta para todos, como alimento tan sólo un poco de arroz
y dos sardinas, apenas lo justo para mantenerlos con vida pero sin saciar el
hambre. Las condiciones higiénicas también eran miserables, no podían lavar ni
un paño y tampoco contaban con un poco de sol.
El período pasado en esta terrible cárcel, lo vivieron apoyados en la
oración, penitencia y en fervorosas charlas espirituales.
Por fin el 9 de septiembre de 1622 llegó el orden de trasladar los
prisioneros a Nagasaki al grupo de prisioneros integrado por el padre Kimura, el
padre Spinola y otros 22 católicos entre novicios y fieles, quienes ya habían
sido condenados a muertas por el gobernador Gourocu. Este grupo fue unido a
otros procedentes de cárceles locales y transportados en barcos hasta Nagaic y
de allí sobre mulos hasta la cima de las colinas que dominan Nagasaki, dónde ya
estaban listos los palos y la leña para quemarlos vivos.
PADRE RICARDO DE SANTA ANA
Nació en Ham-sur-Heure (Bélgica) el año 1585. Siendo muy niño, en las
afueras de su pueblo lo atacó un lobo, y salvó la vida gracias a la intercesión
de Santa Ana, Madre de la Virgen María, a la que había invocado la madre del
niño. Pronto se trasladó a Bruselas para aprender el oficio de sastre. A los
diecinueve años de edad, a raíz de la crisis que le provocó la trágica muerte de
un compañero suyo, entró en la Orden Franciscana en el convento recoleto de
Nivelles, provincia del Brabante valón. Cumplido el año de noviciado, profesó la
Regla de San Francisco como religioso laico el 13 de abril de 1605, cambiándose
el nombre de Lamberto por el de Ricardo.
Estando en Roma, adonde lo habían enviado los superiores para hacer algunas
gestiones, conoció en el convento de Aracoeli a Fr. Juan Pobre de Zamora, y, al
oír el relato de los frailes que habían sido martirizados en Japón, se
entusiasmó y pidió licencia para unirse también él al grupo de frailes
destinados a las misiones de Oriente. Acompañó a Fr. Juan en su regreso a
España, donde se afilió a la Provincia descalza de San José como el medio más a
propósito para pasar a las Filipinas. En 1607 salió de España y, después de una
larga permanencia en México, llegó a Manila en 1609 ó 1611. Poco después, el P.
Provincial, viendo el talento de Fr. Ricardo y sabiendo que ya había hecho
algunos estudios, le mandó que completara la carrera eclesiástica. No sabemos
con seguridad si la ordenación sacerdotal la recibió en Filipinas o en
México.
Ya sacerdote, hizo su primera entrada en Japón el año 1613. Pero en
diciembre del mismo año, el ex-shogun Ieyasu dio un decreto por el que
desterraba del imperio a todos los misioneros, decreto que empezó a ponerse en
práctica en febrero de 1614. La mayor parte de los religiosos y algunos
cristianos japoneses significados embarcaron unos para Macao y otros para
Manila, y entre éstos últimos iba Fr. Ricardo. En la capital filipina, habida
cuenta de sus virtudes y de sus condiciones personales, lo nombraron sacristán
del convento de San Francisco y luego confesor y maestro de novicios.
En 1617 volvió a Japón para atender y confortar desde la clandestinidad a
los cristianos. Sufrió lo indecible por la estricta y cruel persecución de que
eran objeto los misioneros, que tenían que buscar refugio en montes, bosques,
cavernas, hornos o espacios angostos de las casas donde nadie pudiera
encontrarlos, sabiendo que quienes los acogían se exponían a su vez a perder sus
bienes y hasta la propia vida. Además, tenían que cuidarse mucho de los
cristianos renegados. Y precisamente, uno de éstos, a los que prestaba
particular atención con el fin de reintegrarlos en la Iglesia, lo denunció a las
autoridades, las cuales lo encontraron, gravemente enfermo, en casa de la beata
Lucía Freitas el día 4 de noviembre de 1621 y lo llevaron a la cárcel de
Nagasaki, donde coincidió con Fr. Pedro de Ávila y Fr. Vicente de San José entre
otros. Al mes siguiente los trasladaron a la no menos nauseabunda cárcel de
Omura, donde se encontraron con muchos compañeros de su Religión, entre ellos el
beato Apolinar Franco, y de otras Órdenes. En medio de las penalidades de todo
género que tenían que soportar, los frailes se ayudaban y confortaban unos a
otros y trataban de llevar una vida lo más semejante posible a la de cualquiera
de sus conventos.
El 27 de agosto de 1622 entró en la cárcel uno de los gobernadores de Omura
para cerciorarse del número y nombre de los presos, después de lo cual mandó
redoblar los centinelas; era un mal presagio para las víctimas. Y el 9 de
septiembre siguiente fueron a la misma cárcel varios jueces para intentar una
vez más que los prisioneros abjuraran de su fe; pero no hicieron mella en los
misioneros ni los halagos ni la suerte que habían corrido días antes los beatos
Luis Flores y Pedro de Zúñiga, por lo que, viéndoles cada vea más firmes en su
fidelidad a Cristo, determinaron ya quiénes habían de ser sacrificados en
Nagasaki y quiénes en Omura. Cuando les notificaron la sentencia que los
condenaba a morir en el reino en que habían sido detenidos, los misioneros
redoblaron la ayuda mutua y las alabanzas y acción de gracias al Señor, aunque
tristes porque los iban a separar a la hora del sacrificio. Mientras llegaba la
hora suprema, se exhortaban y se confesaban unos a otros.
PADRE PEDRO DE ÁVILA
Nació en la Palomera de Ávila, cerca de Ávila (España), el año 1592, y de
joven vistió el hábito franciscano en la Provincia descalza de San José.
Ordenado de sacerdote, se dedicó a la predicación, la dirección espiritual y las
obras de caridad. En una expedición misionera, organizada por el beato Luis
Sotelo, marchó a Filipinas en 1617 y a Japón en 1619. El 17 de diciembre de 1620
fue detenido, y sufrió crueles tormentos en diversas cárceles, sin más consuelo
que la compañía de otros hermanos, hasta su martirio.
Carlos Spinola, hijo de Octavio, conde de Tessarolo, nació en 1564, no se
sabe bien si en Génova o en Praga, en donde su padre estaba al servicio de
Rodolfo II de Asburgo. Pasó su juventud con su tío Felipe obispo de Nola,
impregnándose en los estudios clásicos y en la práctica del arte
caballeresca.
A los 20 años, enterado del martirio del jesuita Rodolfo Acquaviva en la
India, entró en una crisis de identidad, que lo llevó a entrar en la Compañía de
Jesús (21 de diciembre de 1584). Hizo el noviciado en Nápoles, en Lecce, bajo la
guía de San Bernardino Realino, teniendo de compañero de estudio a San Luis
Gonzaga. Terminados los estudios de filosofía y teología fue ordenado sacerdote
en Milán, en 1594.
Dos años después, en 1596, pese a la contrariedad de su familia, solicitó
ir a ejercer su ministerio en la Misión de Japón, partió el 10 de abril, durante
el viaje, una tempestad lo llevó a las costas del Brasil y después fue tomado
prisionero por los ingleses que lo llevaron a Inglaterra.
Una vez en libertad, volvió a Lisboa, y partió hacia el Japón con un
compañero, Angelo de Angelis. Llegó a Nagasaki nel 1602 después de un viaje
durante el que fue atormentado por una grave enfermedad que lo golpeó después de
tocar los puertos de Goa y Macao. Durante once años, llevó a cabo un intenso
apostolado en las regiones de Arie y Meaco, constituyendo una eficaz escuela de
catecismo y convirtiendo cerca de cincuenta mil japoneses.
Fue nombrado procurador del la provincia jesuítica y en 1611, vicario del
padre Provincial Valentino Carvalho. Al estallar la persecución contra los
cristianos de 1614, tuvo que vivir en la clandestinidad bajo un nombre falso,
sin acatar la orden de expulsión y cambiando continuamente de domicilio para no
ser descubierto. Ejercía su ministerio sacerdotal durante la noche, en las casas
de los cristianos, , confesando, enseñando y celebrando Misa; finalmente fue
sorprendido el 14 de diciembre de 1618, junto con el catequista Giovanni Kingocu
y otro cristiano, Ambrosio Fernandez, en la casa de Domingo Jorge, que morirá
mártir un año después, mientras su mujer Isabel y su hijo Ignasio, fueron
arrestados y llevados prisionerso junto con el padre Carlo Spinola y los
otros.
Después de cuatro larguísimos años en prisión, en condiciones infrahumanas,
durante los cuales, a pesar de las varias enfermedades que lo aquejaban, el
padre Spinola fue el continuo sostén de sus compañeros de prisión.
A principios de septiembre de 1622, por orden del gobernador Gonrocu, fue
conducido a Nagasaki, junto con otros 23 compañeros de prisión; a algunos se los
decapitó, y a otros, entre los cuales se hallaba Carlos Spinola fueron quemado a
fuego lento. A causa de su debilidad, fue uno de los primeros en morir.
VICENTE (RAMÍREZ) DE SAN JOSÉ
Nació en Ayamonte, provincia de Huelva en España, el año 1597. Emigró
pronto a México, y a los 18 años de edad vistió el hábito franciscano, como
hermano lego, en el convento de Santa Bárbara de la Puebla de los Ángeles,
perteneciente a la Provincia de San Diego de México, y profesó el día 18 de
octubre de 1616. En 1618 pasó a las islas Filipinas, y al año siguiente a Japón,
donde fue detenido y luego compartió con el beato Pedro y otros frailes
cárceles, y el martirio el 10 de septiembre de 1622. Era un religioso humilde,
ordenado, trabajador y muy agradable a todos.
LEÓN DE SATSUMA
Japonés de nacimiento, era natural de un pueblo del reino de Saziuma.
Pertenecía a la Tercera Orden Franciscana y era clérigo minorista. Fue siempre
dóxico o catequista y colaborador del beato Ricardo de Santa Ana, al que prestó
una gran ayuda. Era hombre sensato y capaz, sin dobleces y muy sufrido, y que a
todos edificaba con su comportamiento. Cuando prendieron al beato Ricardo y a la
beata Lucía Freitas, no estaba él en la casa, porque había ido a catequizar en
la fe a algunos que querían ser cristianos. Al enterarse de lo sucedido, grande
fue el disgusto de León, que fue a los alguaciles y les dijo: pues habéis
prendido a mi maestro y padre, prendedme a mí también, que soy su compañero y
dóxico, que si él tiene culpa, también yo la tengo, pues la misma fe y ley
profeso, y también predico yo como él. Habiendo repetido esto y otras cosas
parecidas, fue detenido por los alguaciles y puesto en prisión con el beato
Ricardo, lo que ellos, con gran consuelo de ambos, celebraron cantando el Te
Deum laudamus. Muy enfermo estaba el P. Ricardo, pero no le faltaban fuerzas
para ejercitarse en las divinas alabanzas, ni paciencia para llevar en tan cruel
prisión una gran enfermedad sin regalo alguno ni medicinas, antes hambre y toda
clase de privaciones.
Lucía de Freitas o Fletes nació en Nagasaki en 1542 de familia noble, y
contrajo matrimonio con el rico comerciante portugués Felipe de Fletes. De ella
dice el P. Diego de San Francisco, misionero de Japón en aquel tiempo: El Señor
la había dotado de muchas virtudes y devoción, y particularmente lucieron en
ella la hospitalidad y el deseo del martirio. Profesó en la Tercera Orden de San
Francisco. Su casa fue siempre una hospedería de todos los religiosos y
ministros del Evangelio, que iban allí a esconderse de las persecuciones, a
pedir de comer y otras cosas necesarias para el sustento y vestido, y a curarse
de sus enfermedades, como si fuera la madre de los sacerdotes, y así la
llamábamos todos, madre. Era como para alabar a Dios ver la alegría y caridad
con que acudía en ayuda de los perseguidos sacerdotes del Altísimo, lo que no
molestaba a su marido que era un gran cristiano. Era una mujer muy varonil,
espiritual y fervorosa. Cuando supo que un débil cristiano había abjurado de su
fe en presencia del Teniente del Gonrrocu, fue a la casa de éste y, en presencia
del mismo y de mucha gente, llena de espíritu y de celo de Dios, reprochó con
vehemencia al renegado lo que había hecho, y lo invitó cordialmente a
arrepentirse y volver a Dios. El Teniente del Gobernador y sus acompañantes,
oyendo las razones de Lucía, se turbaron, y ardiendo de ira al ver la osadía tan
varonil de una mujer, le dijeron: ¿Cómo te has atrevido a hablar tales cosas con
tan poco respeto del Teniente y de los que con él estamos?, ¿no temes el castigo
que te podemos dar por tan grande atrevimiento? Pero ella respondió sin
turbación alguna: Sólo temo al Dios del cielo..., a vosotros no os temo ni temo
vuestros tormentos, que bien sé que, tarde o temprano, he de morir a vuestras
manos por la confesión de la fe, y eso es lo que busco y deseo. El Teniente no
quiso mandar que la detuvieran, sólo dijo que la dejasen como a loca, y la
echaron de allí.
Cuando el 4 de noviembre de 1621 detuvieron al P. Ricardo en casa de Lucía,
ésta quedó confinada en su casa como cárcel, le pusieron guardas y le
confiscaron sus bienes. No tardaron en encerrarla en la cárcel de Nagasaki. El
10 de septiembre de 1622, cuando ya estaban en el lugar del martirio los presos
procedentes de la cárcel de Omura, llegó allí el grupo de los encarcelados en
Nagasaki, capitaneados por la beata Lucía de Freitas, que vestía el hábito de la
Tercera Orden Franciscana y traía en sus manos un crucifijo. Iba predicando y
animando por el camino a todos los demás, particularmente a las mujeres, con
tanto espíritu y fervor como pudiera hacerlo un predicador. Los ministros de
justicia y los verdugos, no pudiendo sufrir la actitud de Lucía, le quitaron el
crucifijo de las manos y le arrancaron el hábito de la Orden de San Francisco,
pero ella continuó exhortando a todos, alabando a Dios y entonando el
Magníficat, por lo que le dieron bofetadas, golpes y malas tratos hasta llegar
al brasero en que iba a ser quemada. Así, en el grupo que llegó de Omura fue
Pedro de Ávila el predicador, y en el grupo procedente de Nagasaki lo fue lucía
de Freitas, y en semejante ministerio permanecieron durante el martirio dando
muestras de gran entereza humana y de firmeza en la fe.
EL MARTIRIO
El suplicio de la hoguera lo recibieron 22 de ellos, mientras que los otros
30 fueron decapitados, era el 10 de septiembre de 1622. El padre Kimura y el
padre Carlo Spinola estuvan entre aquellos quemados en la hoguera; para hacer
más largo el tormento la leña fue arreglada formando un amplio círculo.
A la bárbara ejecución, que duró tres horas, asistió una inmensa
muchedumbre esparcida sobre los cerros y sobre barcos en el mar; el padre
Sebastián Kimura, primer sacerdote del Japón, fue el último del grupo en morir,
después de habar permanecido inmóvil por tres horas, atado con los brazos en
cruz, sin que el fuego lo haya alcanzado.
=
Autor: Xavier Villalta
BIBLIOGRAFÍA: www.santiebeati.it -
www.franciscanos.org
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