San Margarito Flores
García, Sacerdote y Mártir
Noviembre 12
Noviembre 12
Martirologio Romano: En la ciudad de Tulimán, en México, san
Margarito Flores, presbítero y mártir, que, en la gran persecución contra la
Iglesia, por ser sacerdote fue encarcelado y fusilado, obteniendo así la gloria
del martirio. (1899-1927).
Margarito Flores García nació el 22 de febrero de 1899, en la pintoresca
y colonial ciudad de Taxco de Alarcón, Guerrero, perteneciente a la Diócesis de
Chilapa. Sus padres fueron don Germán Flores Viveros y Merced García, de origen
humilde, sencillos pero profundamente cristianos.
Don Germán nació en el año de 1872, fue hijo
de Alejo Flores y de Paula Viveros. Don Alejo desempeñaba el oficio de curtido
de pieles, enseñanza heredada de su padre, don Lauro Flores, originario de
Tlaxcala, que se quedó a radicar en Taxco, por motivos de la guerra de
Independencia. Doña Merced, nació en el año de 1873, fue hija natural de Regina
García, que quedó embarazada cuando trabajaba de empleada doméstica en casa de
la familia Ortiz. Tiempo después el señor Lino Ortiz reconoció la paternidad de
la niña.
Germán Flores y Merced García contrajeron
matrimonio eclesiástico el 30 de junio de 1890, en la Parroquia de Santa
Prisca. Vivieron en la casa marcada con el número 39 de la calle de Ojeda, en
Taxco, Guerrero. Ahí procrearon a sus hijos: María, Ignacio, Francisco,
Margarito, Luis, Jesús, Paula y Marciana.
Don Germán se dedicaba al oficio de
talabartero y peluquero y la señora Merced se dedicaba a las labores del hogar.
Con ellos vivía la madre de don Germán, doña Paula Viveros, de profundas raíces
cristianas que supo inculcar en su hijo y en su nuera.
Por su quebrantada salud, Margarito fue
llevado a la pila bautismal hasta el domingo 5 de marzo de 1899, en la
Parroquia de Santa Prisca y San Sebastián, en la ciudad de Taxco, donde el
Párroco Don Antonio Hernández Rodríguez lo ungió con óleo y crisma,
imponiéndole el nombre de José Florencio Víctor, siendo sus padrinos los
hermanos Florentino y Magdalena Ramírez.
A los pocos días de esta celebración, el día
18 de mayo muere su hermano Francisco, víctima del cólera. Don Germán y doña
Merced temieron que el recién nacido tuviera la misma suerte, por lo desnutrido
que estaba. Pero su abuela, Paula Viveros, se postró varios días frente al
Sagrario del Templo de Santa Prisca, para encomendar al niño a Santa Margarita
de Cortona, que en el Santoral se festeja el 22 de febrero, fecha en que nació
José Florencio Víctor. Paulatinamente la salud del bebé fue recuperándose
notablemente, por lo que su abuela le llamó MARGARITO, nombre con el que se le
conoció desde entonces.
Cuando Margarito tenía tres años padeció
viruela negra y al llegar a la edad escolar fue inscrito en la escuela oficial;
desde el comienzo mostró interés y amor al estudio y obtuvo excelentes
calificaciones. Terminada la primaria a los 12 años, se dedicó con verdadero fervor
y piedad al servicio de Dios. Visitaba diariamente y con singular devoción la
iglesia parroquial para postrarse en oración ante el Santísimo Sacramento.
Por aquel tiempo la escasez de trabajo se
acentuaba gravemente, y con muchas dificultades se sostenía económicamente la
familia. Esto dio ocasión para que su padre le manifestara la necesidad que
tenían de que se pusiera a trabajar para ayudar a sufragar los gastos de la
casa. Sin apartarse de las razones expuestas por su padre, respetuosamente le objetó
que tenía un propósito más significativo, pero comprendiendo la realidad que
estaba viviendo su familia, atendió a sus razones y preparó la tierra y sembró
el terreno que circundaba su casa.
Se esforzó tanto en la labor, que enfermó de
una penosa y grave pulmonía. En estado de convalecencia, accedió a prestar sus
servicios de empleado dependiente en una casa comercial llamada “La Gran
Señora”, propiedad del señor Mateo Flores, pero nuevamente el exceso de trabajo
le ocasionó trastornos hemorrágicos que lo pusieron al borde de la muerte.
A los 14 años manifestó su deseo de ingresar
al Seminario de Chilapa. Comunicó a sus padres sus aspiraciones y encontró
oposición, no por el hecho de tratarse de esa vocación, sino por la falta de
recursos para sostenerlo. Con grandes sacrificios don Germán Flores reunió algo
de dinero, otras personas supieron sus deseos y lo alentaron a seguir adelante
obsequiándole algunos objetos.
La víspera de su partida, su abuela, a quien
cariñosamente llamaban “Papilita”, lo llevó hasta el atrio de la capilla de
Nuestro Señor de Ojeda, donde le dio los consejos usuales y le entregó un
paliacate de morralla, para que con esos centavitos se comprara dulces cuando
sintiera lo amargo de la vida.
En la madrugada del 6 de enero de 1915, fría
pero cálida de ilusiones para Margarito, se despidió en medio de las lágrimas
de su abuelita, de su señora madre y sus hermanos. Don Germán y su hijo bajaron
hasta la plaza Borda. Las tenues luces del alba, cobijaron las siete colinas
del día de Epifanía, en el que Margarito con unos arrieros se puso en camino,
por aquellas ondulantes brechas de herradura con dirección a la ciudad de
Iguala, distante seis horas, ante el temor de ser asaltado por las gavillas.
De Iguala, Margarito partió en un automóvil
de servicio a la capital del Estado, recorrido que en ese tiempo se hacía en
cuatro horas, teniendo que pasar el río Balsas en un chalán. Al llegar a
Chilpancingo, se dirigió a la Casa Cural, donde le dio alojo el Padre Escobar.
Reunidos en ese lugar varios aspirantes y seminaristas, se creyó pertinente
enviarlos a Chilapa el 10 de enero, jornada a lomo de bestias que duraba
aproximadamente doce horas. Al día siguiente, 11 de enero de 1915, se inscribía
Margarito oficialmente en el Seminario de Chilapa, a la edad de 15 años.
En enero de 1916, Chilapa se encontraba en
poder de los zapatistas, y a fines de ese mes, la plaza fue recuperada por el
coronel Rafael del Castillo Calderón, que desinteresadamente prestó ayuda a los
Padres Eudistas, de origen francés, que dirigían el Seminario, para que éstos
no fueran molestados.
En los años de estudio obtuvo numerosos
diplomas, medallas por su aprovechamiento y menciones honoríficas. Para
ayudarse económicamente durante su estancia en el Seminario, ejerció el oficio
de peluquero que había aprendido de su padre, cobrando una mínima cantidad. Por
obediencia tenía a su cargo el alumbrado de quinqués de petróleo, hasta que en
1919 fue instalada la red del servicio eléctrico. Pese a las carencias,
Margarito logró sacar adelante sus estudios.
El domingo 20 de agosto de 1916, el Sr.
Obispo Don Francisco Campos y Ángeles, en la Capilla del Seminario de Chilapa,
le confirió al seminarista Margarito Flores su primera tonsura. En una carta
fechada el 25 de marzo de 1917, pone de manifiesto el ambiente
seminarístico que vivió:
“Estimado Emilio:
“Estimado Emilio:
Tiempo
ha, que en tus anteriores cartas me muestras el deseo ardiente que tienes de
conocer, al menos por medio de una minuciosa narración el interior del Sagrado
recinto que habitamos, y no esperas sino una ocasión favorable, que felizmente
hoy se me presenta, para cumplir tu deseo y hacerte una pintura aunque
imperfecta de lo que hoy es este Seminario, en el cual tanto te interesas.
Nuestra
mencionada casa ocupa una gran extensión, tiene tres grandes patios, uno de los
cuales ocupan exclusivamente los mayoristas y está hermoseado por muchas y
variadas plantas, que nos prodigan aromáticas flores; en este mismo patio
crecen frondosas limas y naranjos que apenas se ensayan en darnos sus frutos;
en columnas que sostienen el techo de los corredores se levantan airosos los
jardines, cubiertos de flores blancas, que impregnan el aire de un suavísimo
olor y dan realce a estas columnas vistiéndolas y envolviéndolas completamente
con los tiernos bejuquillos que se van alargando más y más hasta formar con las
otras guías un arco gracioso. En este patio se levanta majestuosa una
habitación con su techo de palma, pero con todo muy aseada; sus paredes blancas
hacen contraste con las ventanas, pintadas de un color verde que la adornas, y
con las frescas plantas que crecen a sus pies, al lado de esta casita y al
frente de la portada se encuentra una fuente redonda que suministra agua
necesaria para las flores.
Este
patio, que está separado del nuestro por una pieza que ocupamos para
dormitorio, y que está comunicado por dos pasadizos. El otro patio no tiene
muchas flores, porque nos sirve en los juegos para los cuales se necesita
extenso lugar, está rodeado de un vestíbulo.
Frente
al dormitorio que separa al Seminario Menor y al Mayor, está la Capilla, la
Casa de Dios, donde vamos a meditar y a pedir en dulces coloquios, lo que nos
es necesario.
En
esta parte se encuentran los salones de clases, el estudio, el refectorio y los
baños, como decíamos, en este patio no hay flores. Sólo se encuentra una
campana que señala y pregona con su voz sus órdenes.
En el
tercer patio, se encuentran las conejeras y palomares; cultivándose algunos
vegetales y platanares; tiene también sus fuentes que refrescan con sus aguas.
En
esta morada gozamos de una vida sosegada y activa, al mismo tiempo, porque aquí
no hay pereza o si la hay no se deja vislumbrar.
Ruego a Dios que te conserve”.
Margarito Flores.
Margarito recibió las cuatro órdenes menores
el 26 de octubre de 1919; el subdiaconado en la Catedral de Chilapa el 26 de
octubre de 1921 y el diaconado en la Capilla del Seminario de Chilapa, el 30 de
marzo de 1924. Recibió el presbiterado en la Capilla del Seminario de Chilapa
el 5 de abril de 1924 por imposición de manos del Excmo. Sr. Obispo José
Guadalupe Ortiz López.
A las ocho de la mañana del 20 de abril de
1924, Domingo de Resurrección, celebró su Primera Misa en la Parroquia de Santa
Prisca y San Sebastián de Taxco, mismo lugar donde recibió su bautismo, con
inmenso regocijo del pueblo cristiano y de sus padres, hermanos, familiares y
amigos que estuvieron presentes. Terminada la ceremonia, el Señor Cura Febronio
Jaimes pronunció un elocuente fervorín, siguiendo la ceremonia del “besamanos”
y los parabienes al Padre Margarito. Culminando con este acto, los familiares
del Padre ofrecieron una sencilla comida en su casa del Barrio de Ojeda.
Al día siguiente, 21 de abril de 1924, con
especial devoción, celebró su segunda Misa en la Capilla de “Nuestro Señor de
Ojeda”, ubicada en el barrio donde nació.
Regresó a Chilapa y se le informó que por
disposición de la autoridad eclesiástica, se le nombraba catedrático del
Seminario. Tiempo después fue nombrado Vicario Cooperador de la Parroquia de
Santa María de la Asunción, en Chilpancingo, la capital del Estado de Guerrero,
y con gran fervor y celo apostólico se entregó totalmente al cumplimiento de su
ministerio.
El encargado de la Parroquia, desde el 15 de
febrero de 1910, era el Padre Margarito Escobar Ríos. Así desde agosto de 1924,
en la capital del Estado, había dos Padres Margaritos, el grande y el chiquito
como los distinguió desde ese entonces la grey. Al igual que sus nombres, los
sacerdotes tenían en común algunas afinidades, tales como la escultura y
pintura.
El Padre Margarito Flores fue siempre muy
dinámico y obediente, el Padre Escobar le encomendó la atención y visita de las
capillas de la Parroquia que él, lleno de vigor y siempre presto a la petición
de los fieles les servía con paciencia, teniendo que recorrer a pie o en bestia
los caminos, según el caso, haciendo caso omiso al estado del tiempo y
redoblando sus actividades en las temporadas de mayor acercamiento a los
Sacramentos de la Confesión y Eucaristía.
Uno de los grandes anhelos fue la fundación
de colegios católicos para la instrucción de la niñez, y con la colaboración de
profesores que habían sido sus discípulos, estableció en Chichihualco el
Colegio “Nicolás Bravo” e impartió clases de francés en el Colegio Wallace de
Chilpancingo, reanimó los Centros de Catequesis de los barrios de San Mateo,
San Antonio, San Francisco, de la Parroquia de la Asunción y de las rancherías.
En sus ratos libres, el Padre Margarito
Flores siempre estaba leyendo, rezando su Breviario, preparando sus homilías.
Sus actos litúrgicos los hacía lleno de fervor y contemplación, el rezo del
Santo Rosario lo meditaba de rodillas y buen lapso pasaba en constante oración frente
al Santísimo Sacramento.
La víspera del viernes primero de cada mes,
redoblaba sus actividades con el fin de atraer a la confesión a sus feligreses.
Fue de carácter serio, pero atento y amable con todos, siempre dispuesto a
servir con humildad y sacrificio. Su lecho de reposo lo formaban tres tablas y
su almohada era un pedazo de cartón; además acostumbraba disciplinarse.
En 1926 surgió el conflicto religioso y el 1º
de agosto se suspendieron los cultos en el Templo Parroquial de Nuestra Señora
de la Asunción. En Chilpancingo, el Padre Margarito Flores, vivió recluido
junto con el señor Cura Margarito Escobar, en la casa del señor Tiburcio vega,
situada en donde se encuentra el jardín de niños “Genoveva Alarcón de Abarca”.
En aquel tiempo la casa tenía su entrada principal por la calle Ignacio Ramírez
y por la calle de Juan Ruiz de Alarcón, había un portón donde las madrugadas
solía salir el Padre Margarito a llevar el Viático a los necesitados.
Posteriormente fue removido de Chilpancingo a
Tecalpulco. Encontrándose en este lugar, hizo una visita el Señor Cura de
Cacalotenango, Presbítero Pedro Bustos. Esa misma tarde llegaron tropas
federales en persecución de los cristeros y esto obligó a ambos sacerdotes a
refugiarse en las montañas por espacio de varios días. Se separaron y cada cual
regresó con su familia.
Bajo esa condición, una noche en su caminata,
se acercó a la choza de un campesino para solicitarle pasar allí la noche; la
respuesta fue negativa, argumentando que le ocasionaría graves peligros a él y
a su familia, y se vio obligado a quedarse en el campo y sin probar alimento.
Al día siguiente llegó a un lugar denominado
“Cerro de Atache”, cercano a Taxco, en donde permaneció, sin comer nada,
esperando que anocheciera para poder encaminarse a su casa. La sorpresiva
llegada del Padre Margarito, en condiciones tristes y dolorosas, ocasionó
profunda conmoción. Ahí en Taxco, se dedicó a pintar algunos cuadros y esculpió
una imagen de un Niño Dios que se encuentra actualmente en el templo de
Axixintla.
En una ocasión, el Padre Margarito contempló
desde la ventana de su cuarto, el paso del destacamento militar, que bajaba de
la calle de Tlalchichilpa y sus familiares se asustaron por lo que le
aconsejaron que se refugiara en otra parte, escogiendo la capilla de San Celso,
que se encuentra en el panteón de la localidad, donde discretamente le llevaban
sus alimentos.
Después de permanecer un tiempo con su
familia, con precaución y bajo la amenaza de grandes peligros a causa de la
persecución existente, hizo un viaje a la Ciudad de México. El primer día de
camino llegó al pueblo de Pelcaya en compañía de uno de sus familiares. Poco
tiempo tenían en la posada cuando se presentó un soldado federal, inquiriendo
si entre ellos había un cura. El Padre Margarito Flores manifestó ser doctor.
En Tenango del Valle, Estado de México, se
separó del familiar que lo acompañaba y tomó el tren hacia el Distrito Federal.
Ya en la capital, se entregó con afán a colaborar en la solución del conflicto
religioso incorporándose a las labores de la resistencia pacífica de los
católicos. Tuvo por residencia la casa de la familia Calvillo, situada en la
tercera calle de Hortensia número 47, cerca de la Villa de Guadalupe; dentro de
ese lapso, y atraído por su afición a la pintura, estuvo asistiendo a la
Academia de San Carlos con el fin de perfeccionar sus conocimientos, todo ello
sin abandonar las tareas propias de su ministerio.
En junio fue aprehendido y llevado a la
Inspección de Policía, junto con otros elementos que integraban la Liga
Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Permanecieron prisioneros en el
sótano hasta el mes de julio. Dándose cuenta de que con frecuencia sacaban a
algunos presos para fusilarlos y que muchos de ellos se lamentaban por no
disponer de un sacerdote que los fortaleciera y absolviera antes de morir, sin
temor alguno manifestó:
“Gracias a Dios soy sacerdote y puedo
confesarlos”.
La resignación y tranquilidad iluminaron ese
amargo ambiente, y esa pequeña celda se transformó en un universo donde había
mucho que hacer; sin embargo, la familia Calvillo consiguió del General Roberto
Cruz la libertad del Padre Margarito Flores, y cuando se abrieron las puertas
del sótano también hubo dolor en su alma.
Lo breve de su vida sacerdotal, menos de
cuatro años, y lo difícil de las circunstancias, dada la persecución contra la
Iglesia, no le permitieron desplegar ampliamente sus virtudes humanas y
religiosas en su trabajo ministerial. Sin embargo aparece en el Padre Margarito
una fe inquebrantable, una esperanza que trasciende todo y una caridad
profundamente operativa.
Este sacerdote intrépido mostró siempre
deseos del martirio. Cuando mataron al Padre David Uribe, su paisano, dijo:
“Ya
mataron al Padre David y yo me voy a Guerrero a seguir su ejemplo, muriendo por
la Iglesia Católica, si Dios me lo permite”.
Tal vez presintiendo la inminencia de su
martirio, el Padre Margarito redoblaba su fervor en la ofrenda de su sacrificio
y dedicación a su ministerio. En octubre de 1927, un día antes de salir con
destino a Chilapa, lo dedicó a ofrecer su vida y su sangre en una Misa
celebraba por la salvación de México, finalizando con una Hora Santa de meditación
y desagravio les dijo a los asistentes:
“Me hierve el alma, yo también me voy a dar
la vida por Cristo, voy a pedir el permiso al superior, y también me voy a
emprender el vuelo al martirio”.
Decidió regresar a Chilapa a pie y al amparo
de la noche, llevando consigo sus ornamentos y equipaje. La vía del ferrocarril
fue parte de su sendero, hasta la ciudad de Iguala; de ahí partió para Zumpango
del Río, donde escribió a su familia recomendándole no contestar hasta que él
volviera a escribir.
En Chilapa, el 3 de noviembre sus superiores
le ordenaron que se hiciera cargo de la parroquia de Atenango del Río,
Guerrero. Partió el 10 de noviembre; a su paso por Tulimán se hospedó en casa
de la Sra. Emilia Peralta, miembro de una familia originaria de Chilapa, para
proseguir al día siguiente.
En esa casa también estaba el señor J. Cruz
Pineda, Comisario Municipal, quien le proporcionó al joven Pedro José como guía
para que lo acompañara hasta su destino. Antes de salir, el Padre Margarito le
dijo a la familia que lo estaba hospedando:
“Si me
llego a morir primero, y me toca entrar en la gloria, pediré un pedacito para
ustedes”.
Al llegar a Atenango, el día 11 de noviembre,
casi a las dos de la tarde, fue aprehendido en la casa del Sr. Anacleto Giles por
las tropas federales, que lo condujeron ante la presencia del capitán Rosendo
Manzo, que mandaba en aquella región.
Fue interrogado minuciosamente, con mofa y
fuera de toda ética de autoridad consciente y responsible. Con el fin de
percatarse de la verdad de lo declarado por el guía, a quien también había
interrogado, fueron devueltos a Tulimán en calidad de prisioneros al cuidado de
elementos de la tropa.
Sin consideración alguna, los soldados
despojaron al Padre Margarito de todas las cosas que llevaba, dejándolo en ropa
interior y con las manos amarradas con una soga que se encontraba atada a la
silla de un jinete, y así, descalzo y al trote del caballo, salió la partida
militar del pueblo de Atenango durante la madrugada del día 12 de noviembre de
1927.
Cinco horas recorrieron por ese camino de
abundantes “yecapixtles”, que hicieron sangrar los pies del Padre Margarito,
que sin alimento alguno y lleno de sed, recorría a paso veloz para no ser
arrastrado por la fuerza del animal. El tormento se aumentó al salir el sol
agobiante; y, cuando suplicó que le dieran un poco de agua, lo único que
recibió fue empellones y golpes. En estas condiciones atravesaron la cañada de
Tequicuilco, lo escabros de las tierras de Tecolotempa, y el lodoso paraje de
Xolonga, llegando a Tulimán poco antes del medio día.
En Tulimán fue inmediatamente aprehendido el
comisario quien confesó ratificando la inocencia del guía, por lo que éste
obtuvo su libertad y el comisario quedó formalmente preso por el delito de
ayudar al sacerdote.
El 12 de noviembre de 1927, un poco antes de
las once de la mañana, el capitán ordenó a un teniente que a las once en punto
le diera el gusto de oír la descarga de la ejecución. Acto seguido, el teniente
fue al lugar en donde se encontraba el Padre Margarito para conducirlo al sitio
señalado para fusilarlo. A su paso, en el trayecto de un corredor, estaba el
comisario. Con breves palabras, el Padre Margarito alentó al Sr. Pineda
diciéndole:
“Usted va a morir dentro de unas horas; lo
espero ante la presencia de Dios”.
Ya cerca, el teniente le dijo que eligiera el
lugar preciso para morir. Con toda serenidad caminó hacia la esquina posterior
del templo, solicitando le permitiera unos instantes para elevar sus últimas
plegarias al Todopoderoso. Le fueron concedidos, y después, acercándose a él
uno de los soldados, le dijo que si lo perdonaba, a lo que el Padre Margarito
contestó y profundamente conmovido que no sólo lo perdonaba, sino que también
lo bendecía.
El Padre Margarito, quien apenas contaba con
28 años de edad, quiso que le fusilaran de frente y sin vendarle los ojos. Las
órdenes fueron cumplidas... se oyó la descarga, misma que acabó con la vida del
joven sacerdote, las balas le destrozaron la cabeza y le unieron para siempre a
Cristo Sacerdote.
Durante tres horas el cadáver permaneció en
ese sitio. La tropa iba de salida, y por orden del capitán, dos soldados
tomaron el cuerpo por los pies y, a rastras, lo condujeron al panteón, donde de
antemano otros soldados ya habían cavado la fosa. Sin respeto alguno fue
arrojado el cuerpo, y luego la sotana, que anteriormente le habían quitado.
Cubrieron la fosa y se retiraron. Los soldados no permitieron al pueblo asistir
al sepelio.
Al Sr. Cruz Pineda, el comisario que había
protegido al Padre Margarito dándole un guía y no denunciándole, lo fusilaron
también en Tepetlapa, Guerrero. Aquí se repite el caso de un cristiano que
muere por proteger a un sacerdote.
Ocho meses más tarde, aunque las cosas
estaban todavía difíciles y no se podía actuar con mucha libertad, la Sra.
Emilia Peralta, con mucha discreción y contando con la ayuda de los señores
Nieves, Juan y Cirilo Chávez, Marcelino y Rafael Jiménez, Calixto Navarrete y
Emigdio Ortiz, determinaron hacer una caja para colocar en ella los restos del
Padre Margarito y trasladarlo al interior del templo parroquial para sepultarlo
en el presbiterio, al lado del Evangelio.
Al exhumar los restos del Padre Margarito en
el Panteón de Tulimán, con gran cuidado removieron la tierra y a escasos 80
centímetros encontraron el cuerpo incorrupto; pese al tiempo que había
transcurrido desde su muerte, su sangre fluía con frescura, como lo afirman
varios testimonios. Cuentan además que en ese año de 1928, la sequía se había
manifestado en el poblado de Tulimán, pero al terminar la inhumación comenzó a
llover fuertemente, regularizándose el temporal de lluvias en el pueblo y sus
contornos.
En 1945, 18 años después de su martirio, los
hermanos del Padre Margarito, Luis y Jesús Flores García, tramitaron la
exhumación de los restos, previa consulta con las autoridades eclesiásticas de
la Diócesis, en coordinación con el Párroco de Santa Prisca de Taxco, Don José
Merced Corrales Mendoza y el Párroco de San Juan Bautista de Atenango del Río,
Don José Ocampo Madrid.
El martes 8 de enero de 1946, por la tarde,
en la capilla de Tulimán se comenzaron los trabajos para exhumar los restos que
fueron colocados en una urna de madera. Con fervor, los lugareños velaron los
restos y al día siguiente, los señores Luis y Jesús Flores, Francisco Torres
Moreno, Isidro Mejía Olivares y Ernesto M. Olmedo, transportaron la urna en un
automóvil, marca Packard, a la ciudad de Taxco, Guerrero.
El jueves 10 de enero de 1946, se celebraron
las Solemnes Honras Fúnebres en el Templo de Santa Prisca y San Sebastián, en
la que estuvieron presentes los familiares del sacerdote mártir. Terminado el
acto eucarístico, la urna fue conducida a la Capilla del Cristo de la Preciosa
Sangre, en el barrio natal del Mártir, a unos pasos de la casa paterna, donde
discurrió la infancia del Padre Margarito.
El Siervo de Dios Margarito Flores García fue
beatificado el 22 de noviembre de 1992 por el Papa Juan Pablo II, en una
ceremonia efectuada en el interior de la Basílica de San Pedro, junto con sus
24 Compañeros Mártires Mexicanos.
El Beato Margarito Flores García fue
canonizado el 21 de mayo del Año Jubilar 2000 por el mismo Papa Juan Pablo II,
durante la Solemne Misa que se realizó en la Plaza de San Pedro, donde también
fueron proclamados Santos de la Iglesia Universal el grupo de sus 24 Compañeros
Mártires, cuya lista encabeza el Sr. Cura Cristóbal Magallanes.
Las reliquias de San Margarito Flores García
permanecen para su veneración en un nicho de la Capilla del Cristo de la
Preciosa Sangre del Barrio de Ojeda, en Taxco, Guerrero. Ahí una lápida reza:
“A la memoria del Presbítero Don Margarito Flores. Fusilado el 12 de noviembre
de 1927. A la edad de 28 años en Tulimán. Sus familiares dedican esta placa con
admiración, cariño y veneración. Taxco, Gro. 22 de febrero de 1946”.
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Autor: Lic. Juan Manuel Robles Gil
Fuente: oremosjuntos.com
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San Margarito Flores García
San Margarito Flores García
que, a pesar de haber vivido en la pobreza,
fuiste en tu juventud dócil a las
inspiraciones
del Espíritu Santo
y que pediste de antemano
la gracia del martirio
por el bien de la Iglesia y de la Patria,
ruega por nosotros para que
un día en la presencia de Dios
podamos gozar eternamente
de tu gloriosa compañía. Amén
=
Agradezco a Dios por bendecidme al formar parte de la descendencia de la familia de San Margarito Flores García.
ResponderBorrarDios lo tenga en su Santa Gloria