Noviembre 17
Martirologio Romano: En Nagasaki
en Japón, san Jordán (Jacinto) Ansalone y Tomás Hyoji de San Jacinto, sacerdotes
de la Orden de Predicadores y mártires: el primero trabajó a fondo por el
Evangelio primero en las islas Filipinas y después en Japón, el otro fue un gran
propagador de la fe en la isla de Taiwan y, en los últimos años, en la región de
Nagasaki en su patria. Ambos murieron por orden del comandante supremo Tokugawa
Yemitsu después de estar sometidos durante siete días con ánimo invencible a
crueles suplicios en la horca y en una fosa. 1634.
Jordán nació en
Santo Stefano Quisquina, Sicilia, en el seno de una noble familia. Inicio su
vida dominicana en Agrigento. Quería ser misionero en el Japón y por ello fue
trasladado al convento de Trujillo en Cáceres donde terminó sus estudios y fue
ordenado sacerdote. En 1625 marchó a Filipinas, donde trabajó en el Valle de
Cagayán y luego en el hospital de San Gabriel de Binondoc, donde aprendió, en la
colonia china, a leer y escribir el chino.
Junto con el padre san Jaime Kyushei Gorobioye Tomonaga, tres jesuitas, dos franciscanos, dos agustinos y dos recoletos, llegó a Nagasaki en 1632 después de un viaje muy accidentado. A los dos años de ministerio, enfermó de gravedad, pero curó milagrosamente. Dada su actividad había orden de busca y captura, en 1634 fue apresado y conducido a Nagasaki. Maniatado ante el tribunal tuvo el coraje de impedir que se profanase una imagen de María, arrojándose sobre ella para que el pisoteado fuera él. Sufrió toda clase de torturas, encerrado en una cárcel en forma de jaula, sufrió el agua ingurgitada, las cañas afiladas, el escarnio del paseo por la ciudad y finalmente la horca y la hoya; tras una agonía de siete días, murió en Nagasaki. Su cadáver fue incinerado.
Tomás procedía
de Hirado, de padres que habían muerto mártires. Recibió en Nagasaki una
profunda educación para ser catequista en el colegio de los jesuitas. Fue un
catequista entregado desde los 30 años y acompañó a los misioneros en su labor
apostólica. Como quería ser sacerdote se marchó a Filipinas e ingresó en el
convento de Santo Domingo donde hizo el noviciado, los estudios teológicos y
filosóficos, la profesión religiosa y recibió el
sacerdocio.
Estuvo trabajando tres años en la isla de Formosa y en 1629 llegó al Japón, cuando el panorama de la evangelización era desolador. En sus cartas describe la situación: numerosos cristianos aterrorizados por los tormentos que apostataban; agustinos y jesuitas esperaban sentencias de muerte en la cárcel, los dominicos estaban en vísperas de ser detenidos. Por ser japonés se movía con relativa facilidad, pero fue capturado en 1634, cuando iba a ayuda al padre Jordán Ansalone, gravemente enfermo y a celebrar con él la fiesta de santo Domingo. Los dos fueron detenidos y paseados por la calle para escarnio de todos; el padre Tomás por ser japonés sufrió las torturas del agua ingurgitada, cañas afiladas en las uñas, horca y hoya. Tras proclamar su fidelidad a Cristo tras una larga agonía murió. Sus cenizas fueron esparcidas.
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