lunes, septiembre 30, 2013

Santa Sofía (o Sonia) de Roma, Mártir

Santa Sofía (o Sonia) de Roma, Viuda y Mártir
Septiembre 17, 18, 30

Santa tradicional, no incluida en el Martirologio Romano actual
 
Martirologio Romano (1956): En Roma, santa Sofía, Viuda, madre de las santas Vírgenes y Mártires Pistis (Fe), Elpis (Esperanza) y Agape (Caridad). († c.s.II)
 
Etimológicamente: Sofía = aquella que posee sabiduría, viene del griego.
Sonia = variante rusa de Sofía.

Sofía se veneraba juntamente con sus tres hijas: Pistis, Elpis y Agape, nombres que significan Sabiduría, Fe, Esperanza y Caridad.
 
Santa Sofía, sabiamente, enseñó a sus tres hijas en el temor de Dios. Cuando ella tenían ocho, diez y once años respectivamente, su madre se mudó a Roma y las llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro visitaban juntas las diversas iglesias de la ciudad.
 
Santa Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y logró convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó a diferentes tormentos.
 
 De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud, le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a pesar de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus voces a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste ordenó que colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente. Ilesa salió la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a que fue sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo, visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de esta quinta tortura la santa niña murió.
 
Inmediatamente el emperador hizo comparecer a Esperanza, y como no logró doblegar su voluntad para que sacrificara ante los ídolos, ordenó que la metieran en una caldera en la que hervía a borbotones un líquido compuesto de grasas, cera y resina derretidas. Al introducir a la muchachita en el recipiente, las gotas que de él saltaron produjeron quemaduras en los infieles que presenciaban el espectáculo; pero, como a Esperanza aquel baño no le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó que la sacaran de la caldera y que le cortaran la cabeza con una espada.
 
Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores, Sofía permaneció al lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan pequeñita, ni trató de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el turno hizo caso alguno de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca, presenciando el macabro espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y radiante como el oro, risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando contenta, entre el fuego de la hoguera.

Desde el exterior los verdugos atravesáronle el cuerpo con barras de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto hiciera mella en el ánimo de la pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a sus hermanas. De este modo, Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a las que fue sometida, conquistó también la corona del martirio.
 
La santa madre, ayudada por alguno de los presentes, enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la tumba común, exclamaba:
 
- ¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con vosotras!
 
Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas. También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno de los tormentos que padecieron sus tres hijas.
 
Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas santas y cruelmente con los adoradores de Cristo.
 
Esta historia se encuentra recopilada en la Leyenda Dorada.
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Autor: Xavier Villalta

Contexto histórico

Santa Sofía fue una noble viuda romana del siglo II d.C. Convertida al cristianismo, transmitió la fe a sus tres hijas: Fe (Pistis), Esperanza (Elpis) y Caridad (Agape), cuyos nombres expresaban las virtudes teologales. Desde pequeñas fueron educadas en la piedad, el amor a Cristo y la fortaleza para soportar pruebas por la fe.


El martirio

Durante la persecución del emperador Adriano (117–138), Sofía y sus hijas fueron denunciadas como cristianas. Llevadas ante el tribunal, el juez trató de persuadir a las niñas con halagos y promesas. Al no lograrlo, las sometió a terribles tormentos:

Santa Fe, de 12 años, fue azotada cruelmente y finalmente decapitada.

Santa Esperanza, de 10 años, fue azotada y quemada con fuego, muriendo también decapitada.

Santa Caridad, de apenas 9 años, fue sometida a suplicios semejantes, permaneciendo firme hasta el final.


Su madre, Santa Sofía, no sufrió tormentos físicos. Fue obligada a presenciar la ejecución de sus hijas y luego se le permitió sepultarlas. Tres días más tarde, consumida por el dolor y la oración, entregó su espíritu sobre la tumba de sus hijas, siendo venerada también como mártir por su testimonio de fe y fortaleza.


Culto e iconografía

En Oriente, son veneradas el 17 de septiembre; en Occidente, tradicionalmente el 30 de septiembre.

Son representadas como niñas o adolescentes vírgenes, con túnicas blancas, la palma del martirio y, a veces, con la cruz o el nombre de su virtud escrito.

Santa Sofía suele aparecer junto a ellas, como madre fuerte y testigo de la fe.


Significado espiritual

La Iglesia honra en ellas la fuerza de la fe que vence al mundo. La madre Sofía encarna la Sabiduría cristiana que educa en las virtudes, y las hijas son modelo de inocencia, pureza y fidelidad heroica.


Su historia recuerda que incluso los más pequeños pueden dar un gran testimonio de Cristo, y que las virtudes teologales —fe, esperanza y caridad— son camino seguro de salvación.

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En los martirologios latinos más antiguos y en el Martirologio Romano de Baronio (1584), Santa Sofía y sus hijas Fe, Esperanza y Caridad aparecen conmemoradas el 18 de septiembre.


Sin embargo:

En la Iglesia de Oriente (Bizancio y Rusia) se celebra su memoria el 17 de septiembre.

En algunos calendarios medievales de Occidente fueron trasladadas al 30 de septiembre, y ese día se mantuvo en varias diócesis.


Por eso hoy se encuentran tres fechas distintas según la tradición:

17 sep → Oriente (Bizancio).

18 sep → Occidente más antiguo (martirologio jeronimiano, Baronio).

30 sep → Calendarios romanos posteriores.


Las hijas de Santa Sofía de Roma —Fe, Esperanza y Caridad— según la tradición martirial eran niñas y adolescentes:

Santa Fe (Fides) → habría tenido unos 12 años.

Santa Esperanza (Spes) → alrededor de 10 años.

Santa Caridad (Charitas) → la menor, de unos 9 años.


Por eso en muchas imágenes aparecen niñas o jovencitas, con aspecto más infantil que adulto.

La madre Santa Sofía no fue ejecutada directamente, pero murió poco después, venerada como mártir por acompañar con fe el testimonio de sus hijas.

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Fuente: Vidas Santas

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