Día litúrgico: 10 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)
Texto del Evangelio (Lc 4,14-22): En aquel
tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se
extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado
por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la
sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le
entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen,
halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de
gracia del Señor».
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la
sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles:
«Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban
testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia
que salían de su boca.
Comentario:
Rev. D.
Llucià
POU i Sabater
(Granada, España)
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
Hoy recordamos que «quien ama Dios,
ame también a su hermano» (1Jn 4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a
quien no vemos, sin no amamos a quien vemos, imagen de Dios? Después que
san Pedro renegara, Jesús le preguntó si le amaba: «Señor, tú lo sabes
todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17), respondió. Como a san Pedro,
también a nosotros nos pregunta Jesús: «¿Me amas?»; y queremos
responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que te amo a
pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a demostrártelo, ayúdame a
descubrir las necesidades de mis hermanos, a darme de verdad a los
otros, a aceptarlos tal como son, a valorarlos».
La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse, buscando la
felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice san
Juan de la Cruz, «al atardecer seremos juzgados en el amor». Vale la
pena que nos preguntemos al final de la jornada, cada día, en un breve
examen de conciencia, cómo ha ido este amor, y puntualizar algún aspecto
a mejorar para el día siguiente.
«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá Jesús, haciendo
suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como hizo del
Mesías el «ungido para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc
4,18), también “reposa” encima nuestro y nos conduce hacia el amor
perfecto: como dice el Concilio Vaticano II, «todos los fieles, de
cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida
cristiana y a la perfección de la caridad». El Espíritu Santo nos
transformará como hizo con los Apóstoles, para que podamos actuar bajo
su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a todos los
corazones: «El fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal 5,22-23).
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Fuente: evangeli.net
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