Santa María de San Justo, Franciscana Mártir en China
Julio 8 - 9
Mártires de China (†1900)
Entre los muchos mártires de la persecución desencadenada por los «Boxers»
de China en 1900, se encuentran siete Franciscanas Misioneras de María, que son
las protomártires de su Congregación. Habían llegado el año anterior a la misión
de Taiyuanfu y allí mismo, junto con San Gregorio Grassi y compañeros
franciscanos, inmolaron sus vidas en testimonio de la fe en Cristo. Todos ellos
fueron beatificados por Pío XII en 1946, y canonizados por Juan Pablo II el año
2000. Su fiesta se celebra el 8 de julio.
Santa María de San Justo
María de San Justo (Anne Moreau) nació el 9 de abril de
1866 en el pueblito de La Faye (Francia). Su padre, agricultor de buena
posición, muy caritativo, era conocido en el pueblo por ayudar siempre a los
necesitados. La pequeña Anne hereda estas virtudes familiares. Es sensible,
valiente, aunque tal vez un poco callada, solitaria, seria. Prefiere estar con
su madre a jugar con los demás niños, y así es la preferida y mimada de
casa.
Siendo todavía joven pierde a su padre y debe tomar la responsabilidad en
la venta de los productos del campo. Pero siente ya la llamada que la empuja a
dejar su casa. «Me parece -le dice un día a su prima, que lo recordará después-
que Dios me pide hacer algo grande. Quiero ir a China y dar mi vida por los
chinos».
Su madre se opone, quiere casarla con un buen partido, pero Anne se
mantiene firme y, sin despedirse de los suyos, se va al noviciado en 1890.
Comienza con entusiasmo su vida religiosa, a pesar de que su corazón sangra
todavía por el desprendimiento de haber dejado la familia. Después viene la
prueba: duda de su vocación, no encuentra ya atractivo ni celo apostólico como
sentía antes. El trabajo sencillo, «sin brillo», que se le pide, le parece
insoportable.
El futuro le da miedo, los escrúpulos le hacen sufrir, duda de la presencia
de Jesús en la Eucaristía... ¿Qué hacer? ¿Abandonar este camino? ¿Volver a su
casa?... ¡Esto sería lo más fácil! María de San Justo sufre. Reza. Abre su alma
a María de la Pasión, su Superiora General: le revela su tortura con plena
lealtad, y le dice: «¡No soy nada y antes no lo sabía!» Las palabras que María
de la Pasión le pedirá que repita constantemente son las de Jesús: «¡Padre, que
se haga tu voluntad y no la mía!»
Durante varios años, esta joven que no conoce el camino de los grandes
místicos, continuará sufriendo... barro amasado por el alfarero. Ayudada por
María de la Pasión no se volverá atrás y aprenderá a agarrarse a la cruz con
todas sus fuerzas, con fe. Poco a poco, vencerá la tentación y la paz invadirá
lo más profundo de su ser.
La muerte de su madre agrega dolor a su dolor, pero la voluntad de Dios se
ha vuelto su fortaleza. En Vanves, aprende a manejar las máquinas de la imprenta
y, además, hace zapatos para las hermanas, y mil pequeños trabajos que ayudan al
sostenimiento económico de la comunidad.
Después de sus votos perpetuos es designada para China. Describe el viaje
con mucho humor y, ya en la misión, pone todos sus talentos al servicio de la
comunidad y de las niñas huérfanas. Escribe en una de sus cartas a María de la
Pasión: «Me parece haber vivido siempre aquí. Se lo agradezco a la Virgen, a
quien he rezado siempre, y es para mí un consuelo decirle a usted, Madre, que
mis pruebas han terminado». Dios da la paz a su misionera, que pronto dará el
testimonio supremo del Amor.
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[Texto tomado de la página web oficial de las Franciscanas Misioneras de
María: http://www.fmm.org/esp/cap2.Mart-esp.htm]
Fuente: franciscanos.org
Fuente: franciscanos.org
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