Los Siete Dolores de la Santísima
Virgen
Septiembre 15
Esta fiesta la celebraban con gran pompa los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, en memoria de los sufrimientos infligidos a la Iglesia y a su jefe visible por Napoleón I, y en acción de gracias a la Madre de Dios, cuya intercesión les había dado fin. El Evangelio de la misa nos recuerda el momento más doloroso de la vida de María, así como su inquebrantable firmeza: junto a la cruz de Jesús está de pie María, su Madre.
Septiembre 15
Esta fiesta la celebraban con gran pompa los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, en memoria de los sufrimientos infligidos a la Iglesia y a su jefe visible por Napoleón I, y en acción de gracias a la Madre de Dios, cuya intercesión les había dado fin. El Evangelio de la misa nos recuerda el momento más doloroso de la vida de María, así como su inquebrantable firmeza: junto a la cruz de Jesús está de pie María, su Madre.
MEDITACIÓN - LA VISTA DE LA CRUZES EL CONSUELO DEL
CRISTIANO I
Nada
hay más consolador para un cristiano que poner sus ojos en la cruz; ella es
quien le enseña a sufrir todo, a ejemplo de Jesucristo. Esta cruz anima su fe,
fortifica su esperanza y abrasa su corazón de amor divino. Los sufrimientos, las
calumnias, la pobreza, las humillaciones parecen agradables a quien contempla a
Jesucristo en la cruz. La vista de la serpiente de bronce sanaba a los
israelitas en el desierto, y la vista de vuestra cruz, oh mi divino Maestro,
calrna nuestros dolores.
No
pienses en tus aflicciones ni en lo que sufres, sino en lo que ha sufrido Jesús.
(San Bernardo) II. ¡Qué dulce debe ser para un cristiano, en el trance de la
muerte, tomar entre sus manos el crucifijo y morir contemplándolo! ¡Qué gozo no
tendré, entonces, si he imitado a mi Salvador crucificado, viendo que todos mis
sufrimientos han pasado! ¡Qué confianza no tendré en la cruz y en la sangre que
Jesucristo ha derramado por mi amor! ¡Qué dulce es morir besando la cruz! El que
contempla a Jesús inmolado en la cruz, debe despreciar la muerte. (San Cipriano)
III.
Qué
consuelo para los justos, cuando vean la señal de la cruz en el cielo, en el día
del juicio y qué dolor, en cambio, para los impíos que habrán sido sus enemigos.
Penetra los sentimientos de unos y otros. Que pesar para los malos por no haber
querido, durante los breves instantes que han pasado en la tiera, llevar una
cruz ligera que les hubiera procurado una gloria inmortal, y estar ahora
obligados, en el infierno, a llevar una cruz agobiadora, sin esperanza de ver
alguna vez el fin de sus sufrimientos.
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